“Devuélvete a tu país”, “vienes aquí a quitarnos el empleo”, “eres basura”, “solo dejas droga aquí”, “seguro que eres traficante”. Estas son frases reales que muchos colombianos escucharon durante años cuando Colombia ostentaba el título del país con la mayor cifra de emigrantes de Suramérica. 

Los colombianos eran rechazados, pero no desde el principio. Las olas migratorias siempre han marcado diferencias entre los tipos de migrantes y refugiados, la forma cómo llegaban al nuevo país, y por supuesto la manera cómo los trataban en el extranjero.

La década de los 60 marcó el inicio del fenómeno migratorio en Colombia, un país que siempre ha estado dispuesto a marcharse y no tanto a recibir extranjeros. 

“Los grandes movimientos de población que invadieron el Sur de América o las Antillas, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, nada tienen que ver con Colombia, un país curiosamente abierto a lo extranjero pero cerrado al potencial de una inmigración masiva” afirma el historiador colombiano Hermes Tovar Pinzón en su libro Emigración y éxodo en la historia de Colombia. 

Al principio la élite, como ha pasado en otros lugares, fue la primera en emigrar. La alta sociedad colombiana se iba por razones políticas, por lazos familiares en el país de destino o porque querían y podían pagar sus estudios en el exterior.

Mayoritariamente se dirigía a Estados Unidos, donde existía una política flexible para los migrantes, y un poco menos iba a Europa o a Canadá, donde pedían refugio. Quienes iban, de acuerdo con la Organización Internacional de Migraciones (OIM) eran los profesionales universitarios, médicos e ingenieros.

A mediados de los 80, la violencia estaba a todo nivel. La tasa de homicidios pasó de 25 a 79 por cada 100 mil habitantes, la guerrilla de las Farc inició la guerra por conquistar las regiones con bombas y atentados. Más de 31 mil personas fueron secuestradas, la mayoría de ellas en esa década cuando se masificó el fenómeno y afectó a familias de comerciantes y pequeños industriales a quienes les hicieron secuestro extorsivo. Además, el tráfico de droga se propagó por la existencia de Pablo Escobar y los otros carteles. 

Con este panorama a cuestas una nueva ola de migrantes abandonó el país. Si bien la clase alta siguió llegando al extranjero, el movimiento más fuerte vino de obreros calificados, comerciantes y empresarios de clase media. ¿A dónde se iban?

“La segunda oleada migratoria se dio en la década de los años 80 hacia la República Bolivariana de Venezuela, motivada principalmente por el auge económico del vecino país y por las dificultades económicas de Colombia”, dice el informe del año 2010 de la OIM.

El documento afirma que habitantes de Norte de Santander, La Guajira y Cesar fueron quienes más se movieron hacia Venezuela en busca de estabilidad laboral. El boom petrolero hacía atractiva a Venezuela, que requería de mano de obra, tenía mejores sueldos y, lo más importante, era un país cercano en términos geográficos y de idioma.

“Venezuela se convirtió así en un polo de atracción de migrantes provenientes de Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú, Argentina, Uruguay, Chile y también de países de otros continentes. Venezuela no sólo fue un país al que llegaron personas en busca de trabajo por los salarios atractivos, sino también un país al que llegaron personas que venían huyendo de las persecuciones políticas durante las dictaduras militares que afectaron al Cono Sur en los setenta y ochenta. Hacia finales de los ochenta los inmigrantes sumaban un total de 1.074.629 personas, cifra que representaba 7,4% de la población total”, afirma Carolina Stefoni en su informe Panorama de la migración internacional en América del Sur realizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la Organización de Naciones Unidas (ONU) y OIM.

Las cifras del Instituto Nacional de Estadística de Venezuela (INE) muestran el incremento de colombianos en el país. En el año 1981, había 508.166 colombianos viviendo en Venezuela, lo que constituía 47,3 % del total de extranjeros en ese país. En 1990, la cifra era de 529.924, es decir 51.8 %. En 2011 había 684.040 (60 %).

El boom petrolero hacía atractiva a Venezuela, que requería de mano de obra, tenía mejores sueldos y, lo más importante, era un país cercano en términos geográficos y de idioma

En 2011, el Banco Mundial afirmó que la tasa de emigración de capital humano altamente calificado correspondió a 10,4% de la población colombiana. El dato más relevante era el de los médicos: 2.820 profesionales de esta rama, 5,7% de los médicos entrenados en Colombia, se fueron del país.

“En los noventa debido al fortalecimiento de la globalización, se puso en boga ‘la circulación de profesionales’ y muchos colombianos tuvieron oportunidades laborales equivalentes a su formación y lograron emigrar bajo un estatuto con muchos privilegios. El colombiano migrante se transformó en un potencial comprador de propiedades inmuebles en Colombia, en inversionistas no residentes y generadores de la industria turística a tal punto que hoy en día existen diversas estrategias comerciales y estatales para aumentar su visibilidad en el país”, explicó a EL TIEMPO Alfonso Soria, analista internacional y Profesor de la Universidad Externado de Colombia.

Para el año 2005, de acuerdo con el censo realizado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), 3.378.345 colombianos vivían en el exterior. Y en el año 2015 se alcanzó la cifra de 2 millones de personas residiendo fuera del territorio colombiano.

Durante tres años, desde 2012 hasta 2015 Colombia se convirtió, de acuerdo con el Perfil del Migrante de OIM, en el país de Suramérica con mayor número de población residiendo en el exterior. 

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia estima, basado en el censo de 2012, que hay 4,7 millones de colombianos viviendo fuera, aunque dice que el dato real debe ser arrojado por el Dane y podría cambiar con el censo realizado en 2018.

“Desde marzo de 2013 hasta el 31 de marzo de 2019, han salido otros 790.460 colombianos. No sobra recordar que este registro consular se realiza de manera voluntaria, en las diferentes sedes consulares de Colombia en el mundo y por ende configura un subregistro”, afirmó a EL TIEMPO esa cartera. 

Sumando las dos cifras, habría poco más de 5,4 millones de colombianos viviendo fuera del país, pero el dato no es del todo real porque desde el censo de 2012 no se ha contabilizado cuántos han regresado. 

Y hay que sumar otro dato. Desde 2003, Colombia está entre los 10 países del mundo con más desplazados por violencia y conflicto armado junto con Iraq, la República Democrática del Congo, Sudán, entre otros, de acuerdo con el Centro de Seguimiento de Desplazados Internos. 

“En Colombia, más de 7,2 millones de personas continuaban en situación de desplazamiento interno a finales del año 2016, más personas que en cualquier otro país del mundo. A finales de ese mismo año, más de 300.000 colombianos vivían en el extranjero como refugiados o en situaciones similares a las de estos últimos”, afirmó la OIM en su informe sobre las migraciones en el mundo publicado en 2018. 

En 2016, Colombia fue el principal país de origen de refugiados en América Latina y el Caribe debido a su prolongado conflicto interno. La mayoría de los refugiados de Colombia fueron acogidos en los vecinos países de Venezuela y Ecuador, explica el mismo documento.

Durante tres años, desde 2012 hasta 2015, nos convertimos, de acuerdo con el Perfil del Migrante de OIM, en el país de Suramérica con mayor número de población residiendo en el exterior

De discriminados a discriminadores

En medio de este mar de cifras muchas veces quedan enterradas las historias de la migración. Los migrantes son la cara buena, regular o mala del país en el mundo y los colombianos han arrastrado por décadas la tragedia de la violencia y el estigma del tráfico de droga. 

La escena se ha repetido una y otra vez. Puede ser cualquiera el protagonista. Un vendedor, una señora pasando por la calle, el tipo del supermercado, un joven en una estación de bus o quizás un presidente.

En Chile, a principios de 2013, aparecieron grafitis con mensajes como “colombianos traficantes, fuera de Chile”; en Argentina a 12 colombianos les prohibieron la entrada en 2014 por ser “falsos turistas”; el año pasado en España una señora maltrató verbalmente a una colombiana llamándola prostituta. A través de Twitter, otras personas compartieron sus experiencias.

Xenofobia, el monstruo dormido

Así como Colombia exporta su talento, como en el caso de los médicos, otras veces las difíciles circunstancias en las que las personas deciden cambiar de país las llevan a delinquir. En otros casos, las estructuras delictivas locales se establecen en el extranjero. 

En Uruguay, por ejemplo, un informe del diario El País de 2013 afirmaba que los presos colombianos habían hecho entrenamientos en las cárceles a delincuentes uruguayos para instalar la modalidad de sicariato. El gobierno de Montevideo pensó en su momento en separar a sus nacionales de los extranjeros en los centros penitenciarios. El llamado ‘gota a gota’, préstamos ilegales con altísimos intereses, también llegó por cuenta de Colombia a Perú, Ecuador y Brasil. 

“La discriminación es producto de la polarización internacional que vemos hoy en día, consecuencia de los extremos en que las corrientes mundiales se debaten. El ciudadano común se siente como parte de esa mundialización cuando emite juicios discriminatorios, esa persona que sin conocer a ciencia cierta las realidades mundiales, asume los temores internacionales como los suyos. Por ejemplo, muchos ven a los refugiados sirios y subsaharianos en Europa y se siente identificados con ese problema y lo proyecto en su cotidianidad. Nadie se quejó cuando vino la primera migración de venezolanos con recursos económicos que invirtieron en diferentes sectores productivos, en especial en el de petróleo, el cual lejos de discriminar, eran señalados como exitosos empresarios venezolanos que tuvieron mejor visión que los nacionales”, explica Soria.

La crisis venezolana se ha profundizado por los constantes apagones en todo el país | Foto: Raul Arboleda / AFP

Entre 2016 y 2019 la tendencia, sin duda, cambió. Los colombianos redujeron la migración hacia otros países, Según un análisis del Pew Research Center (PRC), en dicho periodo los países con más emigrantes son Honduras y Venezuela, quitándole a Colombia el título del país con más nacionales fuera del territorio. 

Ambos países han mostrado al mundo la cara más infame de dejarlo todo con sendas imágenes de caminantes dispuestas a atravesar las fronteras. Honduras lo hace por la pobreza, Venezuela por la pobreza y la crisis política, económica y social. 

Cerca de 4 millones de venezolanos han salido del país, cifra que representa en el 10 y el 12 % de la población total. De ese total, Colombia es el país que más migrantes ha recibido con cerca de 1,2 millones de personas, de acuerdo con el registro de Migración Colombia con corte de diciembre de 2018. 

El número podría ser mayor porque algunas personas tienen doble nacionalidad o porque no entran al país por los puestos fronterizos regulares. 

“Los procesos migratorios del país siguen mostrando que Colombia es un territorio de emigrantes, pero que en la actualidad se está convirtiendo no solo en origen sino en un lugar de tránsito y destino de migrantes”, dice el Perfil Migratorio de Colombia realizado por OIM en 2012, año en el que se empezó a evidenciar la salida de venezolanos hacia Colombia.

Podría llenarse toda esta nota con ejemplos, pero seguirán siendo minoría frente a los colombianos que salen del país para trabajar, estudiar o hacer la vida de forma honesta. Pero si fueron durante tanto tiempo el blanco del rechazo ¿por qué ahora se comportan como discriminadores?

Justamente esa migración venezolana despertó un monstruo que Colombia tenía “dormido”. El país, que nunca antes tuvo una migración así, ha reaccionado con una de las peores aversiones del ser humano: la xenofobia. 

Aunque la xenofobia es muy difícil de medir, se pueden dar algunas cifras. Por ejemplo, el año pasado el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) hizo un estudio sobre lo que hablan los colombianos en redes sociales acerca de la migración. Se analizaron 14 mil conceptos y se halló que en las conversaciones se asociaba la llegada de los extranjeros al desempleo, la criminalidad, la prostitución o la caída de la economía. 

En 2018, la Universidad de Medellín hizo un monitoreo similar que dio como resultado que el 80 % de los antioqueños creen que el arribo de los venezolanos aumento la delincuencia. 

Basta con ver los comentarios en redes sociales, llenos de lugares comunes, amenazas o groserías. Y las notas de medios de comunicación que, a veces, hacen coberturas tendenciosas y sin contexto, vinculando nacionalidad con criminalidad.

El ejemplo más cercano se da ahora con los migrantes venezolanos. El estigma ha caído sobre toda esa población, en gran parte por cuenta de actos delictivos que sí han sucedido, pero que representan a una minoría venezolana en el país. 

En Ibagué, en octubre del año pasado un grupo de hombres atacó con piedras y palos a ciudadanos venezolanos que se trasladaban de manera irregular en la parte posterior de una tractomula. Otros casos sobre el rechazo hacia esa población se han presentado cuando, aún con los papeles en regla, se les niega a arrendar una casa o un servicio de salud, o se lanzan improperios contra quienes se suben al sistema de transporte público en busca de ayuda. 

La Cámara de Comercio de Bogotá, junto a la organización Corpovisionarios, realizó una Encuestra de Cultura Ciudadana en 2018 en Bogotá, la ciudad donde más se concentra población venezolana, sobre la percepción de los bogotanos frente a la ciudad y sus interacciones ciudadanas. 

Frente a la pregunta de coexistencia y diversidad, 12%  de los encuestados afirmó que no le gustaría tener como vecino a una persona de una nacionalidad distinta a la suya. Este porcentaje aumentó con respecto a 2016 donde era del 3 por ciento. En 2003 era del 5 por ciento. 

“Hoy en día desafortunadamente la migración venezolana se ha estigmatizado y traducido en que todos los males de la sociedad colombiana vienen de ahí porque se ha manejado más desde “la emoción” que desde una política pública migratoria y las diversas oportunidades para el crecimiento económico del país. Hoy en día los antivalores proyectados en la migración venezolana serán difíciles de superar ya que en un futuro próximo se traspasaran a un determinado sector de la población colombiana, la cual será fácil y evidente de discriminar por su origen, por su ubicación geografía, por su morfología, por sus convicciones religiosas”, asegura Soria. 

El Instituto de Política Migratoria (MPI) dijo en un informe de 2017 llamado ‘A medida que Colombia emerge de décadas de guerra los desafíos migratorios aumentan (As Colombia emerges from decades of war, migration challenges mount), que las condiciones económicas ya no eran favorables para los colombianos que estaban en Venezuela y muchos empezaron a retornar cambiando las dinámicas de migración tradicionales. 

“Las conversaciones de paz de finales de 2016 y 2017 que permitieron a Colombia dejar atrás cincuenta años de violencia, sumadas al agravamiento de la situación económica y social en la República Bolivariana de Venezuela, están animando a muchos colombianos a regresar a sus hogares, mientras que numerosos venezolanos continúan abandonando su país, tanto hacia Colombia a través de la frontera como hacia otros países”, dice el informe. 

Antonio de Lisio, profesor titular de la Universidad Central de Venezuela, le dijo a EL TIEMPO en febrero de 2018 que la llegada de colombianos a Venezuela cambió para siempre a ese país y desde “todos los puntos de vista fue positivo”

“El colombiano garantizó una mano de obra para muchos oficios que en Venezuela o no se querían ejercer o no se tenía el conocimiento. Pero inclusive en los años 80 se empezó a dar el flujo de profesionales colombianos que hicieron vida en Venezuela. Y a comienzos de los años 90, muchas empresas colombianas, sobre todo de alimentos, comenzaron a instalarse. Eso permitió el asentamiento de empresarios colombianos en territorio venezolano”, explica. 

Sin embargo, afirma que es claro que no se puede comparar esa migración de colombianos con la actual de venezolanos. 

“No se puede comparar porque acá nunca hubo necesidad de centros de recepción. Exceptuando el caso de los desplazados por el conflicto armado en Colombia. Nunca se vio el dramatismo que uno está viendo en estos momentos”, dice. 

Se estima que cada día unas 5.000 personas emprenden camino huyendo del colapso económico y la crisis del vecino país. La ONU afirma que a finales de 2019, la cifra podría sobrepasar los 5 millones de migrantes y refugiados. ¿Podremos superar nuestros miedos y cambiar el discurso xenófobo y discriminador? Ese es el reto de Colombia.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!