Pasaron quince años desde que Charly García se alzó con el segundo Gardel de Oro consecutivo y se convirtió así en el primer artista en alcanzar esa marca.

Quince años que podrían ser toda una vida para cualquier mortal y en los cuales sus problemas de adicción y su escasa y despareja producción abrieron el camino para que otros artistas alcanzaran su estatus gardeliano (Andrés Calamaro, Gustavo Cerati y Luis Alberto Spinetta) o incluso lo superen (Abel Pintos, ganador de tres premios dorados).

Durante décadas Charly García fue Gardel de manera indiscutida. Se lo decían en la calle, lo repetían los medios y lo confirmaban su vuelo creativo y su identificación popular. En los últimos años, ese reinado fue discutido, más allá de que nadie se arrimó siquiera a su leyenda.

Ahora el músico vuelve como gran candidato a la premiación de la industria de la música nacional para revalidar su título con un disco, cuanto menos, a la altura de aquel que le hiciera ganar su último Gardel de Oro (Influencia), y con la venida de una nueva generación de jóvenes que agotó las entradas de sus últimos conciertos en apenas horas y, quién sabe, terminen siendo quienes en el futuro impulsen la creación del premio Charly García.


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