Antes de entrar en funcionamiento Clarissa pasó un buen tiempo en manos de restauradores dispuestos a que cumpliera con la tarea pensada para ella: recorrer la ciudad y participar en festivales de gastronomía para ofrecer buen café.

“Lo primero aún está pendiente, pero le ha ido muy bien en los eventos culinarios”, asegura Pietro Carbone, su propietario y director de la Accademia del Caffe, que agregó a su lista de vehículos –ya tenía una bicicleta a la que bautizó Anabella, a la que incorporó una caja en la parte delantera, en la que lleva la máquina de café– esta scooter de tres ruedas, de la casa italiana Piaggio, de la cual apenas recibió, al momento de adquirirla, el chásis y la parte delantera.

“En su reconstrucción se respetaron incluso los colores originales”, dice Carbone, encantado con los resultados: está equipada con un tanque de agua, desagüe y corriente eléctrica que permite el funcionamiento de la máquina de café Rancilio que lleva. ¿Más? Al abrir los alerones quedan al descubierto, además del molino, lo que requieren los baristas para su trabajo y café tostado o molido, de medio kilo.


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