PROSECCO ZONIN

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Cuando los asiáticos descubrieron las burbujas, el champán subió de precio. Fue algo malo para los consumidores, pero abrió la puerta a nuevas alternativas, entre ellas, el italiano prosecco, llamado así por la uva que lo identifica. Unos dicen que viene de la uva glera, cultivada en el poblado de Prosecco, en las cercanías de Trieste; otros, que se origina de la uva colli euganei que se cultivaba en las colinas de Conegliano y Valdobbiadene. Lo cierto es que quien lo inventó, a mediados del siglo XVIII, fue un señor llamado Antonio Carpenè, que comenzó a procesarlas siguiendo el método charmat, en el que la segunda fermentación se realiza en grandes envases y no en botella, lo que reduce los costos de producción y lo hace accesible a la mayoría. Hoy la uva está repartida en toda la provincia del Véneto y su vino es el más exportado de los italianos. El prosecco no es un champán ni pretende serlo, pero nadie puede negar que, bien vinificado, es atractivo y agradable de beber, con burbujas sencillas, pero naturales y chispeantes. En sus orígenes el vino era más dulzón, pero a medida que ganó acidez y bajó la cantidad de azúcar residual, se hizo cada día más interesante. De la casa productora Zonin, una de las más grandes de Italia, con más de 2000 hectáreas en producción, llegó al mercado un prosecco de buena calidad que se ajusta a las características afrutadas, secas y amables de esas burbujas, que se han ganado un prestigio ya no imitando a nadie sino reforzando su propia personalidad.


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