El 10 de junio, día en que la selección de Argentina aterrizó en Rusia, Martín Caparrós, periodista y escritor nacido en Buenos Aires, escribió en Twitter: “Ni Muro ni Papa ni hostias. Un mago verdadero desafía a la suerte: Messi pisa suelo ruso con el pie izquierdo –con el que, es verdad, hizo su vida”.

Premonitorio el tuit de Caparrós.

Porque aunque Nigeria le gane hoy a Islandia, y Argentina lograra después hacerle goles a la oncena africana, y Croacia se impusiera a Islandia, es muy poco lo que la selección de Jorge Sampaoli tendría para exhibir en un Mundial en el que ha mostrado su peor cara. Y es que ayer no fue solo el terrible error de Willy Caballero, el portero que le puso la pelota en los pies a Ante Rebić para el Argentina 0-Croacia 1, en lo que hay que detenerse.

Argentina no fue un equipo. Punto.

Argentina, que trabajó bien en la primera mitad y tuvo 6 ocasiones para batir el arco del portero croata Danijel Subašic durante 94 minutos, se fue desdibujando poco a poco en el segundo tiempo y no logró recomponerse del terrible desacierto de Caballero al minuto 53. Mientras, los croatas inspirados por Luka Modrić –el hombre del partido– e Ivan Rakitić trabajaban ordenadamente sobre el césped del Nizhny Nóvgorod Stadium y se aprovechaban del caos y la apatía de los argentinos para propinarle al equipo para el que juega el mejor del mundo, un tal Lionel Messi, 3 a 0. Goles que llevaron la firma de Modrić y Rakitić, ellos sí, los amos de la cancha.

Y por allí, de vez en cuando, aparecía Messi en una selección que, aseguran muchos, no lo merece. No pateó ni una vez al arco. Y allí estaba de nuevo su rostro en las pantallas del mundo, con ceño fruncido, con gesto de mal sabor. Él, que tan difícil es de descifrar. Él, que parece no haber superado aquel penalti fallado ante Islandia. Él, a quien el tiempo parece habérsele agotado para levantar una copa del mundo.

“No leí el partido como correspondía”, dijo Jorge Sampaoli en rueda de prensa luego de terminar el juego. Y sí. No leyó el partido, mucho menos a su equipo.

A estas alturas, solo un milagro salvaría a Argentina.

Sigue el tango.


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