Pasaron casi 28 años… Sergio Goycochea, el Vasco, tenía 26 en aquel junio de 1990. Oriundo de Lima, provincia de Buenos Aires, vivía con gran ilusión su primer Mundial. Era el suplente de Nery Pumpido, arquero campeón en México 1986. Compartía plantel con Diego Maradona, Claudio Caniggia, Jorge Burruchaga y Oscar Ruggeri, entre otros.

Todo estaba tranquilo hasta ese instante en que su vida cambió para siempre. Pumpido chocó con otro Vasco, Jorge Olarticoechea, sufrió una fractura, y Goycochea entró a jugar frente a Rusia. Semanas más tarde ya era famoso, siendo decisivo en la clasificación por penales ante Yugoslavia e Italia.

Argentina llegó a la final, que perdió 1-0 con Alemania. Hoy, con 54 años de edad, Goyco revive aquellos momentos, habla de Maradona, de Messi, y de arqueros, claro.

-¿Cómo te defino?

-Como un arquero aceptable que participó de momentos muy emocionantes con la selección argentina.

-¿Y actualmente? Porque los jugadores dicen que van a ser futbolistas toda la vida.

-Somos ex profesionales del fútbol, es difícil cerrar la vocación. Sería ex futbolista profesional. También conductor, periodista deportivo, porque hice el curso y soy recibido, y padre.

-¿Hiciste el curso de periodista?

-Sí, lo hice porque era otro momento, estaba con el tiempo. Me sirvió en esa metamorfosis de dejar de ser jugador profesional.

-Pero hay cosas que es imposible que archives. ¿Cómo te llevas con los recuerdos?

-Bastante bien, no recurro mucho a ellos. Obviamente, la gente te recuerda los penales y todo se va agigantando tanto que en cualquier momento… ¡le atajo el penal a Brehme de la final de Italia 90! Soñé como todo jugador con disputar una Copa del Mundo, ser protagonista, pero ya está, ya pasó.

-¿Llegaste bien al Mundial 90?

-Llegué sin competencia, porque jugaba en el torneo colombiano y se suspendió porque mataron a un árbitro a finales del 89 y se suspendió. En los 6 meses previos al Mundial jugué en las prácticas y algún amistoso.

-Y cuando dieron la lista definitiva, ¿vos estabas seguro de ser elegido? ¿Cómo convenciste al técnico?

-No estaba seguro. Me ayudó que a los dos que Bilardo tenía en consideración para tercer arquero éramos Falcioni y yo, ambos sin mucha continuidad. Igual, te agarra una angustia, porque el Mundial desmitifica las frases hechas en el fútbol, eso de que «te da revancha todos los domingos» ¡Mentira! El Mundial es cada cuatro años, es una instancia única.

-Se lesiona Pumpido en el segundo partido contra Rusia. ¿Te acordás la sensación de ese momento? ¿Pensaste «ahora sí, esta es la mía»?

-No en ese sentido. Cuando el arquero se quedó en el piso y levantando la mano y la jugada sigue, no hay teatro. Ahí empezó el alerta. Y cuando entré, nada, fue todo tan rápido. Fue «parate y entrá». Siempre digo que el partido en el que me puse más nervioso fue contra Rumania, porque tuve tres días para pensar lo que nos jugábamos, que podíamos quedar afuera. En el entretiempo no me dijeron que Pumpido se había fracturado. Me enteré cuando terminó el partido.

-Con Pumpido fracturado, tomaste conciencia de que serías titular hasta donde llegara la selección.

-Sí. En realidad se armó un revuelo porque Argentina podía reemplazar al arquero. Se hablaba de que Ángel Comizzo viajaba para jugar. Antes del partido con Rumania me llamó Bilardo y me dijo: «Se están diciendo todas estas cosas, son rumores del periodismo. Vos vas a ser el arquero hasta donde lleguemos». Entonces sí, ahí me dije «esto es mío».

-De un día para otro, te transformaste en un héroe nacional con los penales atajados. ¿Qué pasó cuando volviste al país?

-¡Me conocía hasta la señora que iba al supermercado! Me inserté aprendiendo a caminar, como todo. O sea, ¿cómo te preparas para ser popular o famoso si nunca lo fuiste? Me encontré con una situación nueva, era famoso en un Mundial. Me encontré con otra vida y ahí entran a terciar los valores de cada uno, cómo fuiste formado, el objetivo que vos tengas de vida, hacia donde querés salir disparado.

-¿Y cómo reaccionaste vos?

-En un momento me agobió, porque tenía seis meses de matrimonio, estaba aprendiendo a ser marido. Mi esposa, de 21 años, se encontraba con chicas que me gritaban cosas, que me pedían fotos, que me daban besos. Empezamos los dos a convivir con la situación.

-Jugaste con Caniggia, con Maradona. Monstruos que todavía están metidos en el corazón de todo el mundo.

-Hay algo que se modificó, como que en algún punto se perdió ese romanticismo que tiene la gente, la relación de afecto. El hincha tiene toda esa pasión y va a defender a su club, pero ha cambiado con el jugador. Cuando lo tiene que idolatrar lo idolatra, pero en la crítica le juega toda esta información que hay. Se mezclan el dinero y un montón de cosas que deshumanizan al jugador. La gente me dice «ustedes sí que jugaban por la camiseta». Tampoco era tan así. Nosotros éramos profesionales.

-Hablemos de Maradona y Messi. Porque está esto de que Leo todavía no se pudo consagrar en un Mundial, pero se consagra todos los días en el Barcelona.

-Para mí es una batalla perdida de Messi con respecto a Diego en la selección. Cuando a vos te ponen un parámetro que no es ni lo mejor ni lo peor, arrancaste una batalla perdiendo porque la línea que le pusieron a Messi es Maradona, más allá de lo futbolístico, con actitudes, con acciones. Entonces, cuando la gente asume ese parámetro, todo lo que haga Messi que sea diferente a eso va a estar mal para arriba o para abajo, salvo levantar la Copa del Mundo. Es muy difícil convivir emocionalmente con eso. Nadie va a discutir a Messi en ese aspecto como jugador.

-¿Cómo era ese Diego capitán y jugador?

-Era líder, asumía responsabilidades, era el primero que con acciones te hacía ver las cosas.

-¿Y dentro de la cancha?

-Yo me sentía respaldado. El gol a Brasil es un clásico ejemplo de lo que significaba para los contrarios. Porque tácticamente la defensa de Brasil fue un desastre. Tomó la pelota Maradona y se fueron todos. Eso le permitió tener libertad para meterle el pase a Caniggia. Si hubiera sido otro argentino el que agarraba la pelota, por ahí la jugada terminaba en Branco.

-Le pasó lo mismo a Inglaterra en el 86: los gambeteaba como si fuesen postes.

-Bueno, eso era Diego.

-El impacto que significaba para los rivales. Liberaba todo lo que tenía alrededor.

-Claro, y el otro ejemplo máximo fue en el peor momento que nos tocó vivir, en el repechaje en el 93 ante Australia. La vuelta de Diego a la selección se comió toda la presión, o sea, nos sacó toda la presión que significaba jugar un repechaje.

-¿Y a Messi cómo lo ves? ¿vos también tenés esa imagen comparativa con Maradona?

-Se me pone muy difícil ser objetivo por la cantidad de cosas que compartí con Diego: lo tuve como compañero, como entrenador, como rival y hasta hice un programa de televisión con él. Me es difícil de apartarme de esas convivencias. El pibe es un fenómeno. pero después podemos discutir un montón de cosas.

-¿Cómo analizás al técnico Sampaoli? ¿Qué te transmite?

-Me transmite trabajo, pero me parece que necesita un tiempo y no lo ha tenido con Argentina. Primero, es muy difícil venir a tomar una selección con lo que significaba quedar afuera de la Copa del Mundo con Argentina y no apartarse del resultado más allá de la ideología y del trabajo de él. Y después de que se saca esa mochila de la presión, no hay mucho tiempo para trabajar. Ahora todos hablan de 40 días, son irreales esos 40 días: son 20. A mí me da tranquilidad de que debe tener la inteligencia para decir en un momento «armemos un equipo más allá de la ideología, armemos un equipo para esta Copa del Mundo».

-Hablemos de tu especialidad, de los arqueros. ¿Armani? ¿Caballero? ¿Romero?

-Hay cuatro para tres puestos. A Romero no lo vamos a analizar porque llega con la misma falta de continuidad que en 2014 y demostró sus condiciones en la selección. Guzmán, no sabemos porque no juega en la selección. Lo de Caballero, lo vimos jugar, tiene nivel, tiene experiencia, está acostumbrado, tuvo la mala suerte contra España, que fue un partido aparte, una irrealidad. No me gusta hablar de los que no están, opino porque son los cuatro que mencionó el entrenador.

Hoy, si me preguntás, el que mayor ventaja tiene es Armani. Es el que mejor parado está y el que más ventaja tiene. No me gusta decir que es el que merece porque en este país decís que te gusta Armani y entonces no te gusta Romero. Digo que es el que mayor ventaja tiene porque está atajando en nuestro país, tiene la consideración y el empuje de la gente y del periodismo, sin que sea una campaña de nada. Lo ves todos los días.


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