Pocas veces se vio a un equipo festejar un subcampeonato, ya que en Venezuela no hizo falta coronarse campeones del mundo para llevar a cabo una fiesta de talla mundial.

Como si de un auténtico templo sagrado se tratase, el Olímpico de la Universidad Central de Venezuela (UCV) sirvió para que por una tarde, en Caracas, los aficionados pudieran rendir pleitesía a una Vinotinto sub 20 que no necesitó traerse la Copa del Mundo para que los corearan bajo el grito de “campeones”.

Faltaban aún más de tres horas para que los jugadores si quiera llegaran al recinto, cuando ya las colas, a las afueras del mismo, cubrían la Plaza de los Estadios como cuando Caracas y Deportivo Táchira o Leones del Caracas y Navegantes del Magallanes se dan cita en la UCV.

El verdor de las sillas que cubren las gradas y el naranja de las tribunas se tiñeron de vinotinto, que a su vez se entremezclaba con el tricolor de banderas de Venezuela y el rojo de hinchas del Caracas FC, que como suele ocurrir los domingos, asistieron al Olímpico, no para alentar ahora a su equipo, sino a la selección.

“Para Venezuela son campeones” y “Gracias campeones vinotinto” eran varios de los mensajes que se podían leer en los trapos que decoraban las graderías.

Justo cuando ya se rozaba el lleno total, la función recién estaba por comenzar. Primero, un video con los goles anotados en el Sudamericano y durante el Mundial, se proyectó en pantallas gigantes, que soltaron más de un grito de gol. Después, uno a uno —al más puro estilo de la NBA— cada jugador fue saliendo y posándose en una tarima colocada al centro del campo, aumentando aún más la algarabía de los presentes.

Fue a uno que juega en el Olímpico cada domingo al que le tocó inaugurar el “desfile”. Wuilker Fariñez, portero de Venezuela y perteneciente al Caracas, salió a la cabeza. “Emoción, mucha emoción”, apenas alcanzó a decir, cuando el público arrancó a corear su nombre.

Pero aquello duró poco, pues lo siguieron Williams Velázquez, Edwin Quero y Nahuel Ferraresi, cada uno con sus respectivas palabras al país, de las cuales la mayoría giraba en torno a la felicidad y al alegre despertar que supuso brindar satisfacciones a su tierra en tiempos sombríos.

“Gracias por madrugar. Los venezolanos podemos hacer grandes cosas”, expresó José Hernández; Ronaldo Lucena agregó: “Unidos somos fuertes. Acá todos nos apoyamos y lo dejamos todo en la cancha”. Josua Mejías remató: “Todos nos tratamos como hermanos, como si fuéramos una misma familia”. Y Sergio Córdova añadió: “Fueron de los momentos más bonitos de nuestras vidas porque dimos alegría al país”.

La Vinotinto como reflejo para el futuro

Si bien los cánticos y los aplausos nunca pararon, aumentaron cuando en tarima entró Rafael Dudamel, quien no dudó en ejemplificar a la Vinotinto como un espejo de lo que pudiera ser el futuro de Venezuela.

“Así los quería ver: todos unidos vestidos de vinotinto, porque acá cabemos todos”, abrió Dudamel, provocando el grito al coro en las gradas de “Vinotinto soy” y “campeones”, mientras, los jugadores no se contuvieron y corrieron a abrazarlo en pleno discurso.

Pero el estratega, lejos de guardarse sus palabras, continuó apenas tuvo oportunidad. “A los padres un aplauso, y que vivan las madres que los parió; Disfrutemos de este momento, no dejen que nadie se los robe”, agregó.

Resaltó que los principios y valores no se negocian, y que para el deporte venezolano, esta generación sub 20 será campeona del mundo por el resto de su vida.

“Este logro nos tiene que servir de envión. Estos muchachos nos obligan a crecer y a evolucionar, a dar un salto de calidad como país: El futuro es vinotinto; este es el momento y el futuro nos pertenece”, concluyó.

Acto seguido, pese a que jugadores y cuerpo técnico abandonaron el escenario, no solo no paraban de resonar cánticos y bombos, sino que ahora la canción We Are The Champions resonaba por el sonido interno del estadio, mientras la Vinotinto, en una marcada celebración futbolera, daba una vuelta olímpica que no solo parecía interminable, sino que quedaría grabada para siempre en la retina de un país que no necesitó alzar un trofeo, y que los vio hacer parte de una historia que por sus cortas edades, pareciera estar apenas por comenzar.


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