Uno de los milagros del fútbol es su capacidad de reinvención. Cuando la desdicha es el peor de los inquilinos, la esperanza renace a una velocidad insólita. Y con la selección argentina mucho más, quizá porque las frustraciones no le han dado respiro en los últimos años. Pero Lionel Messi conecta otra electricidad y todo vuelve a empezar.

Argentina está de pie. La reanimación ocurrió en los 2.856 metros de Quito, donde el carácter es imprescindible para no volver con las manos vacías. Enderezó el rumbo cuando se agotaba el tiempo: ancló en Rusia y se escapó in extremis del escenario más espeluznante.

Messi se transformó en bandera. Y cuando él transmite plenitud, al rival sólo le queda rendirse y admirarlo con disimulo. Con él, por él, la selección salió del aturdimiento.

No era la noche para pedirle al seleccionado recorridos estéticos. Sí vergüenza y rebeldía. A veces, un estado de ánimo puede alcanzar hasta para ser campeón.

El grupo asumió el duelo con Ecuador como una final y salió de caza. Con agresividad, imaginando que detrás de la victoria había un regalo inmenso: el alivio.

Si la madurez del grupo estaba en observación, respondieron. No debían fallar y lo consiguieron bajo presión. No saben de títulos con la selección, pero están entrenados en la adversidad. Esta victoria fue más un ejercicio de convicción que de buen fútbol.

Una actuación de fábula, para darle ribetes épicos y de leyenda. Messi rescató a Argentina del destierro en la actuación más trascendente de su historia.

Argentina, que exorcizó sus demonios, embiste sin convencer y eso la transforma en un seleccionado de temer de aquí en más. Llegó a Rusia y se sumará a la línea de candidatos, pero sólo dará señales de crecimiento si entiende que durante dos años hizo todo mal.

La espera pareció interminable. Un error, un adversario superior, varios dirigentes de poco vuelo, alguna conducción técnica incapaz o simplemente mala suerte. O todo junto.

Fueron las peores eliminatorias y la selección se escapó del infierno. Con Messi, por Messi. Quizá sea el anticipo de una nueva era por llegar.


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