Angela Merkel admitió este jueves que existen «grandes obstáculos» entre su partido conservador y los socialdemócratas con vistas a una alianza para formar un gobierno de coalición en Alemania, del que depende en gran medida el futuro político de la canciller.

«Hay todavía grandes obstáculos a la vista que hay que eliminar», mencionó Merkel al llegar a la sede del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), donde se lleva a cabo la última jornada de negociación.

Tras un primer fracaso en noviembre, en el intento de formar un gobierno con los ecologistas y los liberales,  Merkel necesita cerrar una alianza con los socialdemócratas del SPD si quiere gobernar otros cuatro años.

“La tarea de formar un nuevo gobierno constituye una responsabilidad con Europa”, declaró Frank-Walter Steinmeier, presidente alemán. “Sobre la mesa está la reputación de «fiabilidad» de Alemania”, añadió.

Para el politólogo Karl-Rudolf Korte, la dirigente debilitada tras obtener una victoria decepcionante en las elecciones de septiembre, estaría acabada en caso de nuevo revés.

Lo mismo ocurriría con su aliado Horst Seehofer, presidente del partido Unión Social Cristiana Baviera (CSU), y con el líder de los socialdemócratas (SPD), Martin Schulz, que perdió parte de su autoridad desde los malos resultados de su formación en los comicios.

La popularidad de Angela Merkel sigue retrocediendo y una mayoría de alemanes (56%) piensa que dejará el cargo antes del fin de su eventual mandato, según un sondeo publicado este jueves por el diario Handelsblatt.

Steinmeier fue quien obligó a los responsables de su partido SPD, que estaban dispuestos a permanecer en la oposición, a negociar con Merkel para evitar unas elecciones anticipadas que podrían beneficiar  más que todo a la formación de extrema derecha Alternativa para Alemania (AFD).

Según un sondeo publicado esta semana por la revista alemana Der Spiegel, AFD tiene el 14,5% de la intención de voto, un mejor resultado que el que obtuvo en las elecciones legislativas (12,6%).

Los conservadores y el SPD, que gobernaron juntos en dos ocasiones durante los últimos 12  años, prometen cada uno una “nueva política” adaptada a la época actual, a pesar de sus grandes divergencias en determinados asuntos.

Los derechistas, en particular la CSU, exigen un endurecimiento de la política migratoria y una reducción limitada de impuestos para todos.

El SPD defiende, por su parte, una flexibilización de la reagrupación familiar para los refugiados, inversiones en educación y en infraestructuras, y un mayor apoyo a las clases medias y desfavorecidas.

Los posibles socios avanzaron en determinados asuntos, como una ley sobre la inmigración cualificada, una cuestión clave para afrontar el envejecimiento de la población en la primera economía europea. No obstante,  los socialdemócratas esperarán probablemente hasta el viernes para comunicar si recomiendan o no una nueva coalición.

Luego serán los delegados del SPD, reunidos en congreso extraordinario el 21 de enero, quienes deberán pronunciarse sobre unas negociaciones de mayor calado.

Al final de todo el proceso, serán los militantes, poco partidarios de volver al poder con los conservadores, quienes deberán aprobar el acuerdo de gobierno.

Si las negociaciones llegan a buen puerto, habrá que esperar hasta finales de marzo para que un nuevo ejecutivo tome las riendas del país, mientras Europa espera impaciente un ejecutivo en Berlín.


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