Cien años después de que aseguraron haber visto a la Virgen María, los pequeños hermanos pastores, Francisco y Jacinta, fueron canonizados ayer por el papa en el santuario portugués de Fátima, ante medio millón de emocionados fieles.

“Declaramos y definimos como santos a los beatos Francisco Marto y Jacinta Marto”, anunció el papa Francisco en la misa de canonización, delante de la basílica de Nuestra Señora de Fátima, cuya gigante explanada estuvo abarrotada de peregrinos, algunos con lágrimas en los ojos, venidos de todo el mundo.

En el santuario, bajo fuertes medidas de seguridad, se reunieron aproximadamente 500.000 fieles, según el Vaticano, por debajo de los cálculos iniciales que preveían entre 800.000 y 1 millón de visitantes.

Los pequeños pastores, humildes e iletrados, murieron de gripe española a los 10 y 9 años de edad, respectivamente, algún tiempo después de haber visto, junto con una prima en 1917, seis apariciones de la madre de Jesús.

Ambos, sepultados en la basílica de Fátima, se convirtieron en los santos más jóvenes de la Iglesia Católica que no murieron en martirio.

“Como un ejemplo para nosotros, tenemos ante los ojos a san Francisco Marto y a santa Jacinta, que con su fe en la Virgen recibieron la fuerza para superar las contrariedades y los sufrimientos”, declaró el papa en la homilía.

“Fátima es sobre todo este manto de Luz que nos cubre, tanto aquí como en cualquier otra parte de la Tierra”, expresó Jorge Bergoglio, de profunda devoción mariana.

Hace exactamente 100 años, el 13 de mayo de 1917, Francisco, de 9 años de edad, su hermana Jacinta, de 7 años de edad, y su prima Lucía dos Santos, de 10 años de edad, habrían visto la primera aparición de la Virgen que ocurriría 5 veces más, siempre los 13 de cada mes. Considerados como perturbadores del orden público, fueron encarcelados, pero luego liberados por presión popular. Lucía falleció en 2005 con 97 años de edad. Su proceso de beatificación comenzó en 2008.

A los niños, María les habría compartido varias profecías y entregado “Los tres secretos de Fátima”. Dos milagros atribuidos a los niños portugueses y reconocidos por la Iglesia permitieron su canonización: la curación inexplicable en 1997 de una mujer portuguesa, que sufría una paraplejia, y de un niño brasileño que sufrió un traumatismo craneal en 2013.


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