El piano y el mar

Gerry Weil, pianista y compositor

Cuando a Gerry Weil le preguntan cómo está, su respuesta es: vivo. “¿Qué más necesitas decir? La vida es lo más perfecto y maravilloso que hay, con todo lo que trae. Estar vivo es un milagro”, dice sonriente. Una reciente operación de colon no lo ha doblegado. “La gente cree que estoy enfermo, pero nunca lo estuve. Era una operación preventiva para descartar cualquier cosa y me estoy recuperando muy bien”.

Quien crea que paró de trabajar no lo conoce. Su convalecencia fue una oportunidad más para seguir estudiando. “Me hace muy feliz aprender, y una vez que aprendo me gusta enseñar también porque con el conocimiento no se debe ser egoísta. Soy un eterno estudiante de la música, de las letras, de la filosofía, de la poesía, de los idiomas. De esos jorungo siete, unos más y otros más o menos”, cuenta divertido. De la mano de los nueve años que lleva aprendiendo japonés, los últimos cuatro los ha dedicado a estudiar las Variaciones Goldberg, 30 piezas de Bach de las que ha trabajado 21 y que ha considerado mezclar con el beatbox de Jhoabeat sin alterar la métrica de las obras. 

A los 78 años de edad, Weil se prepara para dictar clases online con su escuela de música virtual y sigue con el programa de radio que estrenó en 2016, los domingos de 5:00 a 6:00 pm por Kys FM. El 19 de octubre dará un concierto en el Centro Cultural BOD llamado Reencuentro, en agradecimiento a su público; también prepara la temporada número 12 de su habitual Navijazz, un espectáculo decembrino que mezcla su sonido con el de otros invitados. Grabó un disco llamado Reflexiones íntimas con el percusionista Nené Quintero y el bajista Freddy Adrián, y tiene prevista en 2018 una gira por varias ciudades del mundo. “Voy solo porque con banda es muy caro y tampoco es que soy tan famoso como Chino y Nacho”, acota risueño. Otro proyecto en ciernes es un documental llamado Kiu-pa (en timotocuica, “el camino”), en el que hará música en varios paisajes venezolanos.

Una conferencia que dictará con su hijo Gerhard, titulada La aventura de reinventarse, da cuenta de ese afán por crear siempre. “Al que se queda en el aparato se lo come ese imperdonable verdugo que es el tiempo. ¡Hay tantas cosas que quiero hacer todavía! Estudiar a Chopin, componer más, hacer música para cine… Me gusta vivir. Amo la vida”, dice Weil, quien sobrevivió con su abuela los rigores de la Segunda Guerra Mundial y llegó de Austria a los 17 años con un diploma de pastelero, fue supervisor de personal en una cantera de piedra, luego portero y barman en el club Puerto Azul y, finalmente, empezó a tocar el piano en restaurantes, con la ayuda de un profesor italiano que se ofreció a terminar de enseñarle gratis. “Mi concepto del cielo es un piano y una playa de arena blanca. Por eso toco de lunes a viernes y bajo al mar los fines de semana. Es verdad que no estamos pasando por un momento fácil, pero me niego a no ser feliz en esta única vida que tengo: el truco es no pedirle nada y agradecerlo todo. No enojarse ni preocuparse, ser amable y trabajar duro todos los días, con amor, perdón y humildad”, prescribe. “Ser feliz es la única misión de estar vivo”.

La alegría y la fe

Tania Sarabia, actriz

Hay quien sonríe solo de verla. Y en estos tiempos duros, Tania Sarabia sabe que esa cualidad es, primero, una vocación de servicio. Con Hilda Abrahamz protagoniza actualmente la comedia teatral Las Locutoras, en el Centro Cultural BOD. “Somos dos mujeres que vivimos en Calabozo y tenemos un programa de radio en el que damos las noticias a nuestra manera y con la mayor dignidad posible, porque somos muy ingenuas”. En octubre inicia una gira internacional con la obra Esperando al Italiano (con Abrahamz, Carolina Perpetuo, Carlos Mata y Caridad Canelón) y luego regresará a llevar Las Locutoras al interior del país.

“Donde mejor me siento es en un escenario. Tengo más de 40 años haciéndolo y nunca ha pasado un año en el que no haya hecho por lo menos una obra de teatro. No me pasa por la cabeza parar”. Cuando no está formando parte de un elenco, viaja con su monólogo Esa costilla de Adán estaba piche, con el que busca educar sobre la importancia de prevenir el cáncer de mama que hace unos años padeció. “Ese es mi apostolado. Me gusta saber que si no estoy entreteniendo a la gente, la estoy alertando. Y me fascina actuar porque esa conexión con los demás me produce mucha satisfacción”.

¿Qué aprendió de aquella enfermedad? “A no pararle a estupideces. A darle importancia solo a las cosas que de verdad la tienen. Aprendí a valorar mucho más las cosas sencillas, las que vienen del espíritu y de la generosidad del ser humano. Le gente me decía: ‘estoy rezando mucho por ti: tú no te vas a morir, tú te vas a salvar’. Con tantas manifestaciones de amor y de fe,  yo sabía que tenía que echar pa’lante. Me aferré a mi familia, a mis amigos, a mis metas. También recé mucho, porque la oración produce mucha energía”, explica. Para cuidarse, hoy procura comer bien, hacer ejercicio, tomar agua, dormir suficiente y no pensar en negativo. “Porque si te deprimes, se te bajan las defensas y te enfermas, así sea de gripe. Yo trato de alimentarme siempre de todas las cosas que me hacen sentir bien: actuar, tejer, leer, conversar con gente querida”.

Confiesa que le conmueve cuando en la calle le dicen que no se vaya de Venezuela; que no deje de entretener aquí. “No me he ido ni me iré porque no tengo nada que buscar en otra parte. Aquí tengo mi hábitat, mi gente, mi Ávila, mi casa; hasta cuando estoy afuera de turista me quiero devolver. Este es mi país y aquí moriré. Me dan ganas de llorar cuando veo a alguien comiendo de la basura y me entristece que la gente se tenga que ir –no la juzgo para nada, porque el desarraigo también es duro y cada quien hace lo que puede–, pero sé que esto nos tiene que ayudar a aprender como país y que vamos a superarlo”.

¿Cómo mantenerse entusiasta y activa a pesar de las dificultades o de la edad? “Creo que lo primero es amar la vida. Amar lo que tienes y no llorar por lo que tú crees que te falta. Dar gracias por todo y dignificar eso que tengas, sea poquito o sea mucho. Eso no te da conformidad, pero sí alegría por cada logro tuyo, sea del tamaño que sea. Pase lo que pase siempre hay que seguir, porque las cosas se van dando en la medida en que uno sigue trabajando. Siempre hay una puertica por la que te puedes meter”.

La receta de Carmen Caamaño

Para Carmen Caamaño, el retiro significó cerrar un ciclo y entrar en una dinámica distinta. Luego de 23 años dedicados a la gerencia de una institución bancaria, culminó esa etapa con el gusto de quien deja allí una escuela. “Cuando empecé, los intereses se calculaban a mano y fuimos los primeros en tener cajeros automáticos. Al retirarme ocupaba un cargo equivalente a una vicepresidencia. Hay gente que ser retira y se echa a morir. Yo no”. Eso fue en 1997. Caamaño, quien desde los 15 años de edad trabajaba en su Galicia natal, llegó a este país recién casada y adolescente en tiempos de Pérez Jiménez porque aquí podía laborar sin problemas. “En ese momento en España no era bien visto que una recién casada lo hiciera”. Y con el espíritu joven de quien tiene siempre un proyecto y cree en el poder del trabajo, después de cerrar su carrera bancaria, dio un nuevo paso conectado a sus gustos y pasiones. “A todos en mi familia les gusta cocinar porque nos gusta comer bien. Lo hacía mi abuela, mi madre y hasta mi nieto, con quien planeo un libro de recetas”.

En casa y para los amigos solía preparar la tarta de Santiago, una delicada receta ancestral que conoce por su familia. También, empanadas gallegas con masa hojaldrada. “Siempre las llevaba a los cumpleaños hasta que mi hija me sugirió que empezara a cobrar por ellas”. Fue así como hace una década su pasión se convirtió en nueva forma de vida. La delicada torta de Santiago elaborada con almendras, las croquetas de receta familiar y las empanadas gallegas activaron el emprendimiento propio, en el que Caamaño cocina, cuida las recetas, decora con esmero sus creaciones y llevas las redes con activa determinación. En su Instagram @galleguidades.ccs interactúa y comparte con sus seguidores. Su más reciente obra es una torta en honor a Santiago de León de Caracas, dedicada a esta capital y lograda en una receta ideada por ella y su hija, donde las almendras se combinan con el coco y un licor elaborado en casa. Caamaño, siempre impecable y activa, camina cuatro horas al día, hace sus diligencias sin necesidad de carro, cocina y lleva sus redes con la vitalidad de quien no se detiene en la edad, la que prefiere no revelar desde su habitual coquetería. “Dicen que para evitar el Alzheimer hay que mantener la mente activa y llevar una vida sana. Yo leo mucho, cocino y camino. Y trabajo en lo que me gusta”.

“Todas las etapas de la vida tienen su encanto. Uno debe quererse a sí mismo, rodearse de cosas buenas, adecuarse a las circunstancias y no dejarse abatir por la adversidad”


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