Caplís se quiebra en cámara. Llora al contar su experiencia no como músico, sino como padre. “Hay que ser bien malo para no querer a un hijo”, asegura el bajista de Desorden Público.

Los cuatro miembros de la agrupación que permanecen desde el primer disco ceden en el resguardo de su privacidad. Se alejan de la imagen de tarimas y discos, para así dar algunos detalles poco conocidos de su vida. ¿La razón? El documental Venezuela es un desorden, dirigido por Carlos Daniel Malavé, que se estrenará el 21 de diciembre.

Horacio Blanco, José Luis “Caplís” Chacín, Danel Sarmiento y Óscar Alcaino son los protagonistas de un filme en el que recuerdan el recorrido de una banda con 33 años de trayectoria. Allí comparten momentos de su vida privada, desde los años entusiastas en que eran unos muchachos en Vista Alegre hasta la reflexión propia de la madurez y la confianza puesta en un futuro juntos.

“El productor, Luis Danello, quien me contactó para este trabajo, quiso hacerle un homenaje a sus amigos, una remembranza de la Caracas de los ochenta y noventa, además de dejar un documento de una de las bandas más importantes de Venezuela”, indica Malavé.

Las palabras de cada integrante de la banda constituyen la principal fortaleza de la cinta testimonial y sostienen buena parte del trabajo. Otro logro del director es mostrar el apego del grupo por Caracas, especialmente Blanco, cuando desde las escaleras de El Calvario reafirma que se siente parte de la ciudad y de su ideario.

Alcaino es el más dicharachero. Habla desde su casa, relata su rutina y cómo compagina su labor de percusionista con la de odontólogo. Muestra su consultorio, en el que la imagen de Uma Thurman en Kill Bill sustituye a la del diente y sus partes. Cuenta cómo un salsero terminó con unos adolescentes que escuchaban punk y ska, además de mostrar las películas que ven en el bus mientras están de gira, como Rubber de Quentin Dupieux.

Sarmiento busca a su hija en el colegio. Confiesa cómo la vida se alinea cuando se tiene a un hijo. Se nota el amor entre ambos, el apego y las horas compartidas. Quienes siguen a la banda, saben incluso que la lleva a ruedas de prensa y a entrevistas.

Caplís muestra su estudio, sus pertenencias, dice que pretendió ser economista antes de sincerarse y admitir que nunca trabajaría en un banco. Para muchos, su imagen es la más recia de la banda, pero en la película la rompe. Es uno de los momentos más emotivos del filme.

Blanco, además de algunas infidencias hilarantes, revela cómo ahoga las penas. No se trata de licor, sino del mar. En un reflexivo discurso que sirve de cierre al largometraje, confiesa que allí ha encontrado la paz y el control mental.

Sin embargo, los incondicionales de la banda echarán de menos material de archivo que vigorice lo contado. Por ejemplo, desde Puerto Ordaz, los músicos hablan sobre la primera ciudad en la que se presentaron fuera de Caracas. Pero inmediatamente después de la anécdota sobre cómo surgió “Zapatos resbalosos” en la sede de Interalúmina, hay una interpretación del tema realizado en años recientes. El audio de ese concierto de los ochenta, que está en Youtube, se convirtió en material de culto antes de que editaran su primer disco de estudio.

Otro detalle es la publicidad por emplazamiento, que incluso en los momentos emotivos, irrumpe en una escena generada exclusivamente para mostrar productos de los patrocinadores. “Fue la única manera que consiguió el productor para financiar el filme. Sabemos que en estos momentos no funcionan instituciones como el CNAC. Yo dije que era un documental y no una película de ficción, en la que es más fácil. Pero bueno, fue un punto en el que hubo tensión”, indica el realizador.

También habrá quienes hubieran preferido que se indagara sobre las posiciones que los músicos tienen con respecto al país de las últimas dos décadas. Malavé logra acidez, especialmente en Caplís, cuando evoca a orillas del río la sesión fotográfica alusiva a la canción “Peces del Guaire” del disco En descomposición,editado en 1990. El bajista dice que incluso antes ese lugar era más bonito, y agradece irónicamente al gobierno por no recuperarlo. “El Guaire es así”. Pero hasta ahí. El discurso, en su tercer acto, va dirigido más bien a evitar tanto el conformismo como las visiones apocalípticas para lograr un mejor futuro.

“Todo el tema de la protesta está en las letras de Desorden Público. Verán una que otra cosa sobre cómo estamos, sin mencionar a nadie específicamente. No quisimos hacer un documental que se metiera en honduras políticas por muchas razones. La primera es que hablamos de una banda que necesita entrar y salir del país cuando lo necesite. Todos sabemos cómo está la cosa. Creo que basta con las letras de las canciones que dicen mucho y tienen todavía mucha vigencia”, concluye Malavé.


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