Siempre fue alta, muy alta. Su mamá le veía estampa de modelo y apenas pudo no dudó en inscribirla en academias para verla desfilar. “Ella siempre tuvo el sueño de que yo fuese Miss Venezuela. No era el mío, pero poco a poco se fue convirtiendo en una de mis metas”, admite Keysi Mairín Sayago Arrechedera, Miss Venezuela 2016. Hoy, la sucesora de Mariam Habach se medirá en el Planet Hollywood Resort & Casino de Las Vegas con las mujeres más bellas del planeta en la 66° edición del Miss Universo.

Su camino al reinado nacional no fue tortuoso, pero sí lento. A los 18 años de edad, Osmel Sousa la vio por primera vez y la aprobó. Sin embargo, era ella quien no se sentía lista: apenas empezaba sus estudios de Ingeniería Mecánica en la Unefa y sus horarios no coincidían con los del Miss Venezuela. “Siempre sentí que pasara lo que pasara, mis estudios tenían que ser más importantes. Conseguir un título universitario es algo que no te quita nadie”. Hija de una receptora del Hospital Universitario de Caracas y un diseñador gráfico, Sayago es la segunda de cuatro hermanos. Tiene 24 años y nació en Carrizal, estado Miranda. A los 22, casi había engavetado la idea de participar en el certamen cuando Esteban Velásquez, organizador del Miss Miranda, la volvió a contactar mientras paseaba en un centro comercial e insistió en que lo retomara.

Sayago reconoce que tuvo mucha suerte, pues sus horarios por fin se engranaron para poder asistir a la preparación del Miss Venezuela. En las mañanas, la novel ingeniera diseñaba un sistema contra incendios a base de gases nobles para una empresa petrolera. “Y en las tardes, agarraba mi metro y mi autobús y llegaba a la quinta como si me estuviera bajando de una limosina”, cuenta divertida. “Mis orígenes son muy humildes, pero eso es parte de lo que significa ser una miss. Ofrecemos una impresión de serenidad y elegancia, a pesar de lo que se nos atraviese. Nadie tiene que saber lo que hay detrás”.

Osmel Sousa enseguida le decidió el look. Con el cabello recogido –y terciada la banda del estado Monagas– la morena recuerda aquella noche tan linda vívidamente. “En el opening se me enganchó el vestido en un escalón: lo tuve que romper para poder seguir y después me lo tuvieron que engrapar. Y cuando estaba desfilando en traje de baño, sentí que había perdido el pañuelo que tenía que agitar porque no lo sentía en las piernas”, relata con gracia. Siente que pudo haber respondido mejor en la ronda de preguntas, pero le dio tranquilidad no haberse equivocado. ¿No se desconcentró? “En esos momentos, no. Siempre he creído que si se te presenta un problema y lo enfrentas con buena actitud, lo superas mejor. Pero siempre el momento más confuso es el final porque tienes la mente en blanco”.

Me estoy quedando. Cuando Sayago vio que iban anunciando a las finalistas y ella seguía en el cuadro final, no entendía nada. “Pensaba: ‘¿qué es esto? ¿por qué a ellas las nombraron y yo sigo aquí?’. Cuando quedé agarrada de manos con Diana Croce ya no podía pensar, lo único que me repetía era: contrólate, si dicen que la primera finalista es Nueva Esparta, gané yo. Si dicen Monagas, ganó ella”. La corona la eligió. “En ese momento, te ciegas de felicidad. Creo que más que mi propia alegría, lo que más me emocionó fue cumplirle el sueño a mi mamá”.

Al día siguiente era su cumpleaños número 23. “Haber ganado fue un buen regalo”, reconoce con gracia. “Quizás lo más increíble es que te das cuenta de que tu nombre pasa a formar parte de la historia de la belleza de este país, que tiene una tradición tan larga. Sientes ese impacto de que, pase lo que pase, nadie te va a poder quitar esa experiencia. ¡Estoy en Wikipedia! (risas). A veces todavía no me lo creo”. Clases de oratoria, pasarela, estilismo, gimnasio, compromisos con los patrocinantes, la conducción del programa Más allá de la belleza y un curso de inglés en Canadá fueron parte de su entrenamiento para el evento de hoy. Decidida también a usar su notoriedad en pro de buenas causas, la que eligió fue el suministro de comidas a personas menos privilegiadas.

“Después de ver a tanta gente comiendo de la basura, enseguida decidí que eso era lo que quería hacer. Me preguntaron si quería intentarlo por mi cuenta o con fundaciones y decidí que era mejor sumarme a ellos porque tu reinado pasa, pero el problema y la labor siguen. Así puedes atraer más atención sobre esas organizaciones y ayudarlas a crecer. He estado colaborando con fundaciones como Arepita feliz, La Olla Solidaria y Donde comen uno, comen dos. Pedimos donaciones de ropa y alimentos, cocinamos, picamos, repartimos comidas, lo que haga falta. Me llena de mucha alegría saber que siempre podemos hacer algo más”.

Asegura que para el Miss Universo su concentración será total y que, a pesar del reciente tiroteo en Las Vegas, va sin miedo. “El rayo no cae dos veces en el mismo sitio”, sentencia. La confianza de que su voluntariado social y todo lo aprendido la han ayudado a madurar y ver el mundo desde otras perspectivas es su fortaleza. “Ahora me desenvuelvo mejor y me siento bien plantada. Osmel está tranquilo y dice que estoy muy preparada. Sabe que quiero hacerlo bien y que me apasiona la idea de poder traer esa corona en un momento tan duro, en el que al país le haría mucho bien esa alegría”, señala.

No obstante, también va resuelta a disfrutar cada minuto, pues sabe que es una experiencia que no se repetirá. Aunque se sabe que su traje típico será el de una guerrera futurista con alas tricolores, aún guarda los detalles de sus atuendos de gala como un secreto de Estado. Se le siente contenta. A pesar de que su familia no podrá viajar con ella a Las Vegas, sabe que a su manera estarán muy presentes. “Mi novio también ha sido una pieza fundamental y se lo agradeceré siempre. Ha sacado hasta de donde no ha tenido para impulsarme”. Desde el desierto de Nevada procura mantener al día a sus seguidores con el teléfono que él le regaló, aunque reconoce que no es muy afecta a redes sociales. “Prefiero trabajar en silencio y que poquito a poco mis logros hablen por mí. Les prometo que me voy a esforzar el triple”.


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