Steven Spielberg ha demostrado cómo tejer un entramado envolvente cuando toma de la historia hechos bastantes conocidos para darles un cariz propio y hacer una revisión de lo acontecido, a manera de homenaje, a través del cine. Así, logra que un acontecimiento, cuyo final muchos conocen, sea en la pantalla inquietante, atemorizante por el buen aprovechamiento de los vaivenes y la manipulación, en el mejor sentido de la palabra, de cada giro en su desarrollo para llegar al tan ansiado clímax. Porque eso sí, este no es un filme de sorpresas, que quede claro.

El director conoce muy bien el poder del cine y sabe cómo manejarlo para conmover y retener al espectador, quien ve en su obra un aspecto del pasado revisitado que sirve, a su vez, como lectura de la actualidad. Son paralelismos válidos y atinados.

En The Post: los oscuros secretos del Pentágono, el director se basa en la filtración de documentos a los diarios The New York Times y The Washington Post sobre la guerra de Vietnam. Los archivos indicaban que varios gobernantes estadounidenses sabían que no iban a ganar la guerra, pero se mantuvieron en el terreno pese a las decenas de muertes y el dinero, cuando los distintos funcionarios aseguraban que progresaban paulatinamente.

La película, que se estrena hoy en el país, está protagonizada por Meryl Streep y Tom Hanks, quienes interpretan a Katharine Graham y Benjamin Bradlee respectivamente. La primera era la dueña del The Washington Post y Bradlee fue su jefe de redacción.

En ellos recae el desarrollo de una trama bien hilada, con la suficiente sapiencia para hacer que cada fotograma sea un respingo. En una persecución, los protagonistas no solo son acechados judicialmente por el gobierno de Nixon, sino también por ese pasado que ha hecho que el estatus de ambos los haga bambolear en la frontera entre el periodismo y la amistad con altos funcionarios.

Porque el conflicto del filme reside en la decisión que tiene que tomar el diario capitalino de arriesgar su deseos de expansión o seguir los pasos de su competidor de Nueva York, al que se le abre un proceso judicial por ser el primero en revelar detalles sobre los documentos.

Spielberg, con un guion de Liz Hannah y Josh Singer –este último, coescritor de En primera plana– escudriña aspectos importantes de la labor periodística. Hace de la sala de redacción un hervidero de angustias y artificios para obtener la información, obviamente por los lectores, pero picarescamente también da cabida al regodeo propio de la profesión, no exenta de egolatría. Son imperdibles las tomas de los linotipos previas a la impresión.

El largometraje está nominado al Oscar como Mejor Película y a la Mejor Actriz para Streep, sin embargo, los pronósticos no son muy alentadores. En el renglón actoral todo pareciera indicar que Frances McDormand se llevará la estatuilla, mientras que en el principal de la gala The Post: los oscuros secretos del Pentágono no tiene muchas críticas que lo avalen.

Quizá juegue en su contra que hace dos años haya ganado En primera plana, otra película sobre periodistas héroes a la que Spielberg le hace un guiño en una de las tomas. Sin embargo, de haber sorpresas, hay más razones que la obvia lectura de la importancia de la libertad de prensa en momentos en que Donald Trump se enfrenta con los medios.

Si la Academia lo desea, podría encontrar otras interpretaciones que trabajen a favor cuando está sobre el tapete la lucha contra la discriminación y el abuso sexual. El personaje de Streep es subestimado en buena parte del filme: ella es una mujer que heredó la empresa luego de la muerte de su padre y esposo.

Spielberg homenajea a un hito de la prensa escrita estadounidense en momentos de masificación de noticias falsas y posverdad, pero también es un recordatorio de la independencia de poderes. De lo contrario, la labor sería un simple registro de hechos y escándalos.


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