Ni en su sueño más delirante, confiesa hoy Lorenzo Vigas, imaginó que con una película pudiera ganar un premio como el León de Oro, máximo galardón que otorga el Festival de Cine de Venecia. Ocurrió en septiembre de 2015. Pero, en medio de tanta sorpresa y satisfacción, lo que vino después fue uno de los procesos más difíciles de asimilar para el hijo del artista plástico Oswaldo Vigas.

Una extenuante gira mundial para presentar Desde allá, la película ganadora, en las más remotas ciudades sumió al director en una depresión, entre otras cosas, porque no pudo acompañar a su esposa durante el embarazo de su primer hijo. “Prácticamente me perdí su nacimiento”, reconoce Vigas, quien asegura que lo que le apasiona, en realidad, es hacer películas. “Me di cuenta de que no importa tanto promocionar la película, como hacerla. El cine tiene algo muy superficial que lo rodea. Hubo un momento en el que me sentí una persona desgraciada”.

Y la ansiedad y la depresión solo desaparecieron cuando volvió a enfrentarse a una nueva película, La caja, cuyo rodaje acaba de terminar en México. Michel Franco (Después de Lucía) es el productor de la cinta que cuenta la historia de un adolescente de 13 años que creció con su abuela en Ciudad de México, porque su madre murió y su padre lo abandonó cuando era muy pequeño. Un día recibe una llamada en la que le dicen que encontraron los restos de su progenitor en una fosa común en Chihuahua y el joven va en busca de los restos. “No está triste, porque es muy poca la memoria que tiene de su padre, aunque sí tiene recuerdos. Le entregan una caja con sus huesos. Luego, en el pueblo, por casualidad, se encuentra con un hombre muy parecido a su padre, cree que es él. Y la película es la relación entre estos dos personajes”, afirma Vigas.

Desde que finalizó la filmación, señala, todo ha sido celebración porque fueron 12 semanas muy demandantes rodando en el desierto de México, en Chihuahua y Ciudad Juárez. “Cuando terminamos sentimos que habíamos culminado una hazaña”.

Con La caja cree Vigas haber cerrado su obsesiva serie sobre la paternidad, que comenzó hace 15 años con el cortometraje Los elefantes nunca olvidan, a la que siguió Desde allá y luego El ladrón de orquídeas. “Nunca he buscado una respuesta cuando me enfrento con estas historias. En México, como en toda Latinoamérica, la ausencia de la figura paterna es un tema común. Son las madres las que crían a sus hijos. Y la idea surgió cuando vi una noticia sobre las personas que iban a buscar los restos de sus seres queridos en una fosa común luego de la guerra civil española. Y la ubiqué en el contexto mexicano”.

Tan seguro está Lorenzo Vigas, quien desde 2001 fijó residencia en México, de que La caja será el cierre de su obsesión con la paternidad que ya trabaja en la escaleta de su próxima película: una producción ambientada en un campus universitario de Estados Unidos que une el éxito con la violencia extrema.

—¿De qué le sirvió llevar al formato cinematográfico su obsesión con la paternidad?

—Me ayudó a entender quién soy. Vengo de una relación maravillosa con mi padre, todo lo contrario a lo que he plasmado en mis películas. Mi padre fue cercano. Tuvimos una relación afectivamente buena e intensa. Quizá tener una figura paterna tan fuerte me hizo conectar con ese padre latinoamericano tan distinto. Y por eso se convirtió en mi obsesión.

—¿Después de Desde allá supone un reto muy grande presentarse ahora con una película como La caja?

—Sí, siento una presión muy grande que no tenía cuando hice Desde allá. Hay gente que se paraliza después de un triunfo muy grande. Aparte de la presión de la opinión pública, soy muy crítico de todo lo que hago y no tiene que ver tanto con que sea después de Desde allá, sino con mi condición de inconformista. Dicen que la segunda película es la más difícil de hacer.

—¿Con cuál rodaje se sintió más cómodo?

—Fueron rodajes muy distintos. En La caja me sentí muy bien y muy mal. Hubo momentos buenos y otros muy malos. Desde allá fue un rodaje muy controlado. La caja fue una producción más abierta que filmé en 35 mm porque quise regresar al celuloide para una película con tantos exteriores. Pero eso supuso una presión adicional, porque trabajar en 35 mm es muy caro y no puedes filmar tanto como en video. La caja fue un reto emocional, con momentos duros de crisis. Y no controlar todos los elementos lo hizo muy complejo. Al final creo que todo salió bien. Éramos como 90 personas en el set. Un equipo muy sólido. Profesionalmente es lo más difícil que me ha tocado vivir. Y física y emocionalmente fue muy, muy duro.

—¿Cuál es la meta con La caja?

—La misma que con Desde allá. No me gusta darle categoría al cine, me parece poco atinado, pero esto no es gran cine comercial, aunque sí tiene más aspiraciones comerciales que Desde allá. No es una película tan oscura y eso le da amplitud. Quiero estrenar, nuevamente, en un festival importante, sea Cannes, Berlín o Venecia. Y dejar que la película siga su camino. Esa es la primera meta.

Lorenzo Vigas, quien ahora se encuentra en París para la edición de La caja, asegura que su intención es mostrar el largometraje en el país. “Creo que tendrá más posibilidades que Desde allá, que además se estrenó en un momento terrible porque fue durante la época del racionamiento eléctrico en los centros comerciales. Hoy pienso que debimos estrenar luego de Venecia, pero me dediqué a viajar con la película. Fue un desatino de nuestra parte”.

Dos años tenía Lorenzo Vigas sin venir a Venezuela. Y asegura que intentará no pasar tanto tiempo sin regresar al país. “La última vez que estuve fue muy deprimente toparse con una Caracas tan triste y decadente. Cosa que vuelve a pasar esta vez. Entonces, he decidido conectarme con los amigos, la familia, esos espacios culturales que nos quedan. He tratado de observar otra ciudad, de rescatar esos aspectos de la venezolanidad que han estado desde siempre. Y eso es muy triste porque uno se acostumbra a lo malo y solo tratas de ver lo bueno. Es una conducta conformista terrible y dolorosa. Siento que eso quita las ganas de luchar por el país. Y eso no lo debemos permitir. Hay un país que quiere la mayoría que no es este. El conformismo es un sentimiento muy peligroso, que lo reconozco en mí. Hay que seguir luchando por ese país que nos represente a todos, y no solo a un grupo cada vez más pequeño”.

—Desde allá pareciera que abrió un camino para otras películas venezolanas que triunfan en el exterior. Cintas que no se estrenan en el país o, si sucede, es un escaso público el que va a las salas.

—Pero ese es un fenómeno que pasa en Latinoamérica. En Argentina, por ejemplo, las películas de Lucrecia Martel, reconocidas en todo el mundo, los argentinos las ven poco. En México pasa lo mismo con las de Michel Franco. Creo que es porque la gente trata de de alejarse de lo que es, de ir a ver algo que la haga pensar. En un problema global. Está relacionado con el entretenimiento fácil. La gente que va al cine no quiere una película que la ponga a pensar. Es triste, pero es una realidad. El Amparo, Desde allá, La familia, Pelo malo son producciones que te confrontan. Y la gente lo que quiere es entretenerse fácil y rápidamente. Pero hay un público mundial para estos filmes también. Nos queda ese consuelo.

—¿Qué opina del cine que se está haciendo actualmente en el país?

—Siento que hay un movimiento de jóvenes cineastas muy importante que hace cinco años no existía. Allí están Gustavo Rondón y Rober Calzadilla, por ejemplo. Una nueva generación que hace cosas muy importantes que están llamándole la atención al mundo.

Lorenzo Vigas asegura que ve poco cine. Pero antes de filmar La caja volvió a los maestros. “Vi mucho de Tarkovski y tantos otros. Generalmente lo hago antes de filmar porque lamentablemente pareciera que el mejor cine ya se hizo. Lo que no quiere decir que no haya películas buenas hoy en día y que no haya directores que admiro como Michael Haneke o el turco Nuri Bilge Ceylan. Visitar a los maestros es una obligación, no para copiarlos, sino como inspiración. Es muy rico, te dispara tu propia imaginación para hacer un trabajo más personal.

—¿Siente que en los últimos años el cine ha estado en deuda con el país?

—Al contrario. Viendo las películas que han hecho recientemente unos jóvenes talentosísimos, siento más bien que el país está en deuda con el cine. La gente no está viendo lo que se está haciendo, cosas que llaman la atención en el mundo, pero no en nuestro país.

Oswaldo Vigas, los comienzos 

Además del cine, a Lorenzo Vigas lo ocupa la Fundación Oswaldo Vigas con la que se ha propuesto dar a conocer la obra de su padre.

Hace una semana se inauguró en el Grand Rapids Art Museum de Michigan la exposición Oswaldo Vigas: Transformaciones. Cuenta el hijo del artista plástico que a la institución le interesó mostrar la relación entre el dibujo y la pintura del creador fallecido en 2014. “Esta es la primera de muchas exposiciones que haremos en Estados Unidos después del recorrido por América Latina. La obra de mi padre se está cotizando muy bien y el mundo lo está conociendo mucho más. Es un gran maestro latinoamericano”.

Hace énfasis Lorenzo Vigas en que el reconocimiento ha sido ahora y no antes porque al artista no le interesaba la promoción, solo pintar, y la fundación se está ocupando de la internacionalización de su obra.

Para finales de año preparan en el país la exposición Vigas, los comienzos, obras que el pintor realizó en Guacara (Carabobo), cuando apenas tenía 14 años de edad, previo a la serie de las brujas. “Son obras que nadie conoce. La exposición vendrá acompañada de la proyección de mi documental dedicado a él, El vendedor de orquídeas. Y algún día vendrá una gran retrospectiva”.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!