El pasado 22 de febrero, se cumplieron 110 años del nacimiento de Rómulo Betancourt (1908-1981), figura central de la democracia venezolana. En febrero del año 2005, Papel Literario invitó al historiador Elías Pino Iturrieta (1944), y al periodista, poeta y ensayista, Jesús Sanoja Hernández (1930-2007), a conversar sobre Rómulo Betancourt. A continuación, volvemos a publicar el resultado de ese encuentro, publicado el 5 de marzo del 2005.

Nelson Rivera: La figura de Rómulo Betancourt luce atrapada por dos grandes percepciones: una, la que nos dice que él es el padre de la Democracia; la otra, que lo asume como una encarnación de cierto autoritarismo. Esta tensión merece ser examinada.

Jesús Sanoja Hernández: Más que creador de la Democracia lo ubicaría como el intérprete de la modernización del país. La Democracia es una obra colectiva de la cual él forma parte, a través de una de las ramas que empezaron a hacer política a partir de 1936. Todo lo nuevo que aparece en el 36 es una obra de conjunto y tan es así que el PDN reunía todas las bifurcaciones partidistas de izquierda, y él en ese momento no es ni siquiera el secretario general, es el secretario de organización, que es uno de los puntos que siempre ha destacado Manuel Caballero como decisivo en la vida política de Betancourt y de un partido como Acción Democrática, es decir, el sentido de la organización. Betancourt fue realmente el gran organizador, primero dentro del PDN, luego en 1941 cuando funda Acción Democrática.

Elías Pino Iturrieta: Estoy completamente de acuerdo. Pondría esa historia como una obra colectiva cuyo origen se remonta a 1928. No solo Betancourt sino un conjunto de personalidades que, luego de la muerte de Gómez, le van a hacer un gran servicio a Venezuela. No únicamente con lo que tiene que ver con la renovación política sino con la renovación de la vida en general: la medicina, la arquitectura, la literatura, van a encontrar en los jóvenes del 28 un aliento para una metamorfosis muy importante que va a tener Venezuela a partir de entonces. Dentro de ese proceso colectivo despunta la figura de Betancourt, no solo por los términos de organizador, sino por intérprete de una realidad. Betancourt entiende que el fenómeno caudillista debe reemplazarse por una trama ideológica y él trabaja en eso, a lo cual se le agrega su interés por el pasado venezolano. Era un lector voraz de cuanto papel histórico le llegase. Esos elementos van a madurar en Betancourt, al punto de que en 1936 ya destaca por sobre los demás, por la capacidad de trabajo de un animal político que vivía únicamente para organizar y crear un partido a su imagen y semejanza, que es Acción Democrática. Si uno se pone a ver lo tanto que escribió y las conexiones que hizo en Venezuela y en el extranjero, se pudiera decir que difícilmente hay en el siglo XX un hombre tan dedicado a la faena política hasta los tiempos de Chávez. Ese era un hombre sin horarios para trabajar.

J.S.H: El punto de partida es el año 28, porque es el primer grupo generacional que surge cuando el gomecismo está cumpliendo 20 años en el poder. Por otro lado, habían llegado a Venezuela, por diferentes vías, las noticias de los movimientos políticos, incluso de la Revolución Rusa. Estaba de moda el vanguardismo y hubo esa confluencia extraordinaria: prácticamente todos los que estudiaban en la universidad participaron en el movimiento del 28.

N.R.: Además, el 28 tiene un carácter ilustrado que Betancourt parece encarnar muy bien. Al leerlo uno siente la presencia de un hombre que ha leído mucho por la manera de expresar su pensamiento, de citar a otros autores, por el uso que hacía del humor.

E.P.I.: En el libro de Manuel Caballero se insiste mucho en que la vida de Betancourt, antes que la política, era la literatura. Manuel trata de no mirar el estilo ordinario de Betancourt, quien quería escribir, aunque con ninguna fortuna. Él tenía ese interés, esa afición a las letras que lo llevó a ser, no solamente un gran lector, sino a buscar el camino de la erudición. Y eso, quizás, lo diferencia de los demás.

J.S.H.: El interés de ellos por la literatura está muy ligado al vanguardismo, y a la reacción literaria que se produce a partir del 25, unos tres años antes. La figura de Ramos Sucre era conocida por ellos. Me contaba Jóvito Villalba que cuando Ramos Sucre trabajaba en Cancillería ellos iban a la Plaza Bolívar para oírle todo lo que decía.

Política, ejercicio fundacional

N.R.: ¿Qué permite que Betancourt, siendo parte de una generación integrada por tantas personas tan bien formadas, alcance el liderazgo frente a tal grupo de notables?

J.S.H.: Ese fenómeno empieza en 1936. El azar histórico. Betancourt escogió el momento preciso para una división de aguas y una afirmación de su personalidad política, porque cuando viene el decreto que lo expulsa del país, él se esconde. Cayó un montón de gente de los cuarenta y siete que estaban en la lista; otros se escondieron. Él pasó a la vida clandestina, pero en qué sentido: haciendo una columna llamada “Economía y finanzas”, donde empezó un nuevo tipo de análisis que no se había hecho en Venezuela, aparte del que había elaborado Alberto Adriani cuando fundaron el partido en el 36.

E.P.I.: Ciertamente la permanencia de Rómulo Betancourt en el país es fundamental para convertirse en el líder esencial de cualquier grupo emergente que estuviera por ahí. Además de las interpretaciones que comienza a hacer de la economía, hay algo que es muy importante: Betancourt va a ser el primer político de su generación que de veras confía en el pueblo venezolano. Él llega a determinar cómo era fundamental acabar con la pedagogía de la democracia que se venía manejando desde los tiempos de Bolívar. Llega a decir, basta de la democracia tutelar y va a encontrar un rival extraordinario en el régimen de Medina Angarita, aquellos notables que todavía miran al pueblo como inepto, como incompetente para el ejercicio de la democracia. Betancourt le da todo el crédito al pueblo venezolano, entonces va a convertirse en la contraparte de los notables, pero fundamentalmente de Uslar Pietri, quien es el gran pedagogo que le dice a los pequeñitos venezolanos: ustedes deben esperar, no están preparados. Betancourt dice no, estamos suficientemente preparados, tenemos unas claves para el entendimiento del desarrollo del país, pero también para el desarrollo de la vida democrática. Ahí se establece no solamente la alternativa que atrae a los dirigentes, sino también al pueblo. A Rómulo Betancourt no se le ve como un tipo con mucho carisma, no se lo ve como un tipo atractivo de veras, pero entonces se produce esa conexión, porque Betancourt confía en la pardocracia, y le abre el camino a la pardocracia que nadie se lo había querido abrir desde el siglo XIX. Bolívar le teme a la pardocracia, prefiere moral y luces. Fermín Toro dice que hay que tener muchísimo cuidado. Manuel Felipe Tovar y los teóricos del gomecismo dicen que Venezuela es un pueblo inepto que necesita al gendarme necesario. Después del golpe de estado contra Medina Angarita, Betancourt construye el puente que le va a permitir a la pardocracia formar parte de la política. No solo construye ese edificio tan importante que fue AD, sino que se acercó a los venezolanos como ningún político lo había hecho hasta entonces, y quizás como después, si hacemos la salvedad de Hugo Chávez.

El poder y sus formas

N.R.: Manuel Caballero destaca el énfasis que Betancourt le otorgó a la estructura y a la organización de Acción Democrática.

J.S.H.: Caballero dice que la formación de Betancourt es leniniana, aunque lo es por el sentido organizativo y la primacía que le da a la organización en todo debate. Sin embargo, la estructura en que se formó AD es asambleísta y no celular. No había esa verticalidad que había en el Partido Comunista. En un comienzo el sentido de asamblea te daba la posibilidad de algo más abierto, donde la gente opinaba. Pero el problema fundamental en Betancourt es que trata, desde un comienzo, de ligar lo organizativo a la parte divulgativa, educativa y pedagógica en la política. Y entonces se preocupó por ser concejal: es el único dirigente grande de partido que ejerció, y dos veces, la concejalía de San Agustín que era una parroquia popular.

E.P.I.: Esa familiaridad con la comunidad, el que la estrena de veras es Betancourt. Y eso le da muchísima clientela a un partido político.

N.R.: ¿Eso explica la reacción de los notables frente a Betancourt, una vez que su capital político comienza a crecer?

E.P.I.: El notable si no desprecia, subestima al pueblo. Ante la existencia de un líder tan cercano al pueblo están las prevenciones, pero no solo lo que tuviera que ver con las posibilidades que tenía Rómulo Betancourt de comunicarse con la gente común, sino también por una carga ideológica, en el sentido de que se supone que un ex comunista, que para algunos siguió siéndolo por mucho tiempo, todavía puede convertirse en el líder de un movimiento parecido al bolchevique en Venezuela.

J.S.H.: Cuando le plantearon a Medina Angarita si se hacían las elecciones directas, populares, y no a través del Congreso Nacional, Medina dijo que el pueblo no estaba preparado para eso, que debía esperar hasta el año 51. Un escritor y periodista, que no es precisamente un innovador, pero que fue un gran conocedor de la historia, Enrique Bernardo Núñez, escribió un artículo en El Nacional, en el que decía: esto es lo que necesitábamos y no que nos regalaran las elecciones para el 51.

N.R.: ¿Qué explica el tono tan fuerte que Betancourt empleaba con respecto a los comunistas? ¿Un cambio ideológico radical, las secuelas de su rompimiento con los comunistas o el hecho de que le pesaba mucho que ciertos sectores del país lo combatían por ese vínculo?

E.P.I.: Es una manera de quitarse el san Benito, pero también por el vínculo entre el comunismo y el medinismo. Betancourt no está luchando solo contra el general Medina, sino contra aquellos que están apoyando al general Medina, entre ellos el Partido Comunista.

N.R.: ¿Existía en Betancourt un sentido tan claro y tan profundo del poder antes de octubre de 1945?

E.P.I.: El discurso que da Betancourt en la víspera del golpe del 18 de octubre nos indica ya, no solo que está metido en el juego de la proximidad del poder, sino que tiene la idea perfecta de lo que va a hacer en adelante. Habla de cómo el petróleo se tiene que convertir en un factor de bienestar social y cómo eso no se había hecho hasta la fecha. Esto significa que Betancourt tiene perfectamente claro cómo va a utilizar el poder, por ejemplo, para ejecutar una política de vivienda.

J.S.H.: Él sabía que el golpe estaba ahí, por eso es que dice que no quiere una parte del poder sino todo el poder. Lo anuncia el día anterior al golpe.

N.R.: Hay algo que es notable en Betancourt: cómo, a pesar del largo exilio que finaliza en 1958, estando afuera logra mantener el control del partido.

J.S.H.: Betancourt se carteaba con Ruiz Pineda, tenía una corresponsalía permanente. AD estaba perseguida y todos los que mantenían la actividad en el partido conservaban una relación con Betancourt en el exilio. Eso funcionaba a la perfección.

E.P.I.: La Fundación Rómulo Betancourt acaba de publicar la correspondencia de Betancourt entre 1953 y 1958. Ahí está la respuesta sobre dónde estaba la coordinación de la resistencia que, desde el exilio, la ejecuta Betancourt, primero a través de dos figurones que eran Carnevalli y Ruiz Pineda, pero después a través de Valmore Rodríguez, Ricardo Montilla, Kico Sucre Figarella, Domingo Alberto Rangel, Simón Alberto Consalvi y otros. Con todas esas gentes tiene contacto pero, además, esto es seguramente lo que le da a Betancourt una trascendencia que no tienen los demás: él no solamente se ocupa de mover esos hilos con una red extraordinaria que se puede ver en ese libro, sino también con figuras en el extranjero que le pueden facilitar y garantizar su presencia internacional, la alternativa de venderse como una salida democrática para Venezuela. Siempre estuvo ocupadísimo en que el problema de Venezuela no fuese un problema doméstico, sino que la resistencia adeca se relacionara con las fuerzas democráticas que existían en América Latina y en otras partes.

Paternidad sobre los escombros

N.R.: Quisiera preguntarles por la construcción de Betancourt como figura paterna de la Democracia a partir de 1958. ¿Cuándo empieza a producirse eso, quién es el primero en afirmarlo?

J.S.H.: Lo ven como padre porque es el padre de la Revolución de octubre y después es el padre de la Democracia, porque es el primer Presidente de Punto Fijo, el que va a trazar la línea de Punto Fijo.

E.P.I.: Además, él maneja elementos para que se le adjudique la paternidad. Pienso que Betancourt desarrolla un estilo de comunicación entre rural y urbano, que lo convierte en el centro de la atención popular. Un líder del siglo XX utiliza de pronto un vocabulario rural y a la vez un vocabulario moderno que calza en el pueblo. En segundo lugar, fomenta las manifestaciones colectivas controladas por AD, en definitiva, controladas por él. Y, tercero, que creo puede ser muy importante y nos tiene todavía en un atolladero, Betancourt crea a Juan Bimba pero no crea la ciudadanía. Lleva a uniformar grandes masas vestidas de blanco, que lo convierten a él en un tótem, pero en ningún momento se alienta la posibilidad de autonomía de pensamiento. Eso no se desarrolla sino en Doña Bárbara, la novela de Rómulo Gallegos, pero no en la praxis de Rómulo Betancourt. Eso le da un control como para que la gente lo mire como al padre.

N.R.: Quisiera cerrar esta conversación hablando sobre la última etapa de Betancourt. Luchó, estuvo exilado, fue perseguido, escribió, construyó un gran partido de masas, fue factor decisivo en la alianza que derrotó a Pérez Jiménez, diseñó un modelo de gobernabilidad, pero esa obra no fue del todo continuada por su partido. ¿Cómo puede entenderse tal cosa?

J.S.H.: Betancourt empieza y termina destruyendo a AD. Esa es la paradoja. ¿Por qué? Cuando estaba en el gobierno, primero, por su excesivo odio a la izquierda radical, elimina al MIR, hace que emigre, incluso que se vaya a la lucha insurreccional, después, eliminó a la generación media con ARS, que estaba dentro de su gobierno. Sale del gobierno, se va, y empieza la pelea con su pupilo que es Carlos Andrés Pérez, quien se le sale del redil. Se realiza la conferencia de los partidos social demócratas en Venezuela, por ahí en el 74 o en el 75. Betancourt se negó siempre a declararse socialdemócrata. Él decía que era nacional revolucionario y su enlace era con los dirigentes de América Latina, sobre todo del Caribe, que no era la socialdemocracia europea.

E.P.I.: Así como es responsable de la fábrica es responsable de su destrucción. A la hora de ver la obra de Rómulo Betancourt se debe revisar la cuota que tuvo de gran irresponsabilidad en el derrumbe de AD. Un hombre pulcro y honrado hasta la enfermedad, le entrega el poder a unos pillos y se desocupa de aquello y no vuelve a saber más nada. AD se convierte en un club de sablistas frente a las narices de Betancourt. Y él lo permite o por lo menos se calla, o busca unos aliados bastante mediocres tipo Piñerúa. ¿Cómo es posible que el fundador de AD y un hombre tan austero haya permitido que AD tomara ese camino? Pienso que ese es el saldo negativo en el inventario de Betancourt: haber permitido que su partido se convirtiera en lo que se convirtió después. La gran pregunta que se debería hacer la sociedad, un historiador o un politólogo es: ¿por qué no hizo lo que podía hacer el padre de la criatura? ¿Por qué no vino a Venezuela y puso las cosas en su lugar? Esa es una cuestión que quizás nunca podamos responder.


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