La trayectoria de Rolando Peña lo sitúa como precursor de muchas de las manifestaciones del arte contemporáneo en Latinoamérica. Habiendo iniciado su periplo creativo en el teatro y la danza, sus incursiones tempranas en las artes visuales fueron a través del happening, el performance y el arte de acción. De hecho, Peña fue uno de los primeros artistas en hacer espectáculos multimedia –en los que integraba danza, teatro, proyecciones de imágenes, cine y textos– en el continente. Estos abrieron las puertas del conceptualismo en un territorio que se debatía aún entre la búsqueda de su identidad cultural y la indagación en los nuevos lenguajes.

Su carrera artística ha estado marcada por la internacionalización y la experimentación. La primera lo llevó a vivir y a crear en Nueva York, París, Caracas y otras ciudades de Europa y América, en las que formó parte de los movimientos culturales de vanguardia. Su vocación experimental lo ha hecho explorar en los más diversos medios haciendo de su obra un amplio abanico donde confluyen, además de las acciones antes mencionadas, el video, el grabado, las instalaciones, las propuestas multimedias y los medios digitales. Además, la obra de Rolando Peña se ha nutrido, desde los años sesenta, del conocimiento derivado de las artes, la tecnología y la ciencia.

Peña es, en este sentido, un artista multifacético, libérrimo y arriesgado, pero también un estudioso de las tecnologías vigentes y del modo de transvasar en ellas la compleja visualidad del tiempo que nos ha tocado vivir.

El tema del petróleo –y el barril, como su concreción simbólica– aparece en su obra en los años ochenta. En el variado panorama de su producción, el barril pasa a ser un signo inconfundible de su lenguaje. Pero será a principios de la década siguiente, con la exposición Mene digital presentada en Caracas en 1993, cuando Peña ejecuta la hibridación simbólica-tecnológica de su propuesta y anticipa las inimaginables posibilidades que brindaría la informática a la creación artística. Instalaciones multimedias interactivas como El modelo estándar de la materia: tributo al siglo XX (1999) o El barril de Dios (2003), entre otras obras, darán cuenta de este proceso.

En la obra de Rolando Peña el barril de petróleo alude a la omnipresencia de este combustible en el mundo contemporáneo. Para el artista este es “una fuerza maravillosa y mágica” cuya cara negativa comporta “una gran decepción: el vasto camuflaje de la historia contemporánea”. Peña entiende toda energía como una fuerza que acompaña el delicado equilibrio del universo, pero que también puede llegar a destruirlo. De allí que en su propuesta actualice un enunciado hondamente político, que abarca desde lo ecológico a lo cósmico, y que concibe la energía como una manifestación primordial de la infinitud espacio-temporal. La contundencia de sus propuestas en este sentido le valió el otorgamiento de una beca por parte de la Fundación Guggenheim por su proyecto Make Oil Green en 2009.

Las instalaciones Negro sobre negro y Dorado sobre dorado, entre otras, abren la serie de obras donde el barril se despliega y se desarticula en espacios de visos siderales. Big Bang forma parte de esta serie, y fue antecedida por piezas como Barril fracturado oro (2014) y Black Gold (2015). Está formada por un video y diecisiete impresiones digitales que siguen la secuencia de la “gran explosión” astral, y en las que el barril toma el lugar de la zona de espacio-tiempo conocida en física como la “singularidad”, cuya expansión permitió la formación del universo. El recorrido de esa explosión es también el de la desintegración / creación del barril, cuyos fragmentos parecen ser lanzados al espectador.

Big Bang da cuenta también de una transformación expansiva en la obra reciente de Rolando Peña. Ha surgido en ella un sentido macrocósmico, casi espiritual, que conecta lo energético con las grandes interrogantes sobre la existencia del hombre y del cosmos. Al fin, el artista parece dirigir nuestra mirada hacia la toma de conciencia de esta energía que lo es todo: nos supera, nos traspasa y nos conecta con lo que nos ha sido dado conocer desde el principio del universo.


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