Que Jesucristo no fue crucificado en el Gólgota sino que murió en Japón; que en la parroquia San José, en la Caracas de 1909, una mujer escuchó el resoplido de la fantasmal mula Maneá, o casos vinculados con extraños hechos científicos son el tipo de historias que se narran en Nuestro insólito universo, el micro radial que hace más de 40 años creó el guionista Rafael Sylva, quien falleció ayer en la madrugada.

Todos los venezolanos tienen recuerdos de su niñez o juventud asociados con el programa. Bien sea en el carro o en la casa, la voz de Porfirio Torres –el encargado de leer los textos de Sylva–  retumba en la mente de muchos desde los albores de la vida hasta las horas más recientes, pues el micro radial todavía se transmite a través del circuito Unión Radio.

El creador del programa comenzó su actividad pública como pintor. En 1956 presentó su primera exposición individual y vendió todas las obras; las artes plásticas le depararon diversos reconocimientos. En 1953 obtuvo el tercer lugar en el Salón Planchart.

Su incursión en la radio vino después de haber dejado a un lado la pintura para dedicarse a la publicidad. El autor, que firmaba sus cuadros como Rafael Sylva, era un amante de lo inaudito y sorprendente, esto le dio impulso para escribir el piloto de un micro radial que grabaría a finales de los sesenta el joven Porfirio Torres. El espacio llegó a los oídos del público por primera vez el 4 de agosto 1969 a través de Radio Nacional de Venezuela.

La originalidad de sus programas radiales le mereció en 1989 a Sylva el Primer Premio del Concurso de Guiones para Radio de la Cadena Deutsche Welle.

Nuestro insólito universo se mantuvo tanto tiempo en el aire debido a la pasión que sus autores ponían en la realización de cada una de las emisiones. “Lo cierto es que hago lo que me gusta, ese es el secreto. Creo que estoy vivo y activo gracias al programa”, dijo en 2014 Sylva a El Nacional al responder una pregunta sobre el asombro que causaba en la gente el hecho de tener 87 años de edad con excelente memoria y salud física.

Sin embargo, las últimas transmisiones eran repeticiones, pues desde hace casi cuatro años no hubo más grabaciones luego de la partida de Sylva a Estados Unidos.

Sylva era un lector voraz. Algunas historias provenían de los mismos oyentes, que lo contactaban; pero la mayoría procedía de lecturas de libros, revistas y periódicos regalos de amigos o relatos que conseguía en sus viajes. La tecnología, dijo una vez, le había facilitado las tareas para recorrer el mundo desde su computadora.

En 1987 afirmó que todo tenía una explicación científica y que con los avances se habían acabado los cuentos de aparecidos para dar paso a grandes fenómenos tecnológicos como los poltergeist. “Hay casos que no tienen explicación y uno debe hacer que la mente sea un poquito flexible”, indicó Sylva, quien llegó a afirmar que creía en Dios porque de lo contrario, “¿cómo se explicaría que las galaxias no choquen entre sí?”.

Gonzalo Jiménez, experto en cultura pop, considera que el guionista es, sin duda, el creador del programa más importante de la radio venezolana de los últimos 50 años.

Para él no hay dudas de que trascendió los límites y se convirtió, desde temprano, en un fenómeno que conservó la popularidad en toda Venezuela: “Se volvió transgeneracional. Hay varias generaciones de oyentes que han crecido escuchándolo”, indicó.

Nuestro insólito universo es uno de los casos más interesantes de la radio venezolana, porque es uno de los vestigios de lo narrativo en el medio, conserva aspectos que fueron muy populares en los años cuarenta y cincuenta”, afirma Jiménez sobre el creador de uno de los primeros programas en escenificar verdaderas leyendas urbanas.

Sylva no se restringía a casos inexplicables como el Triángulo de las Bermudas o los ovnis. “Él reseñaba historias curiosas como la de los héroes de Telemark, los insurgentes noruegos que destruyeron un laboratorio nazi”. El guionista lamentaba que muchos pensaran, erróneamente, que el programa trataba solo sobre temas paranormales o de ciencia ficción: “Eso no es cierto. 89% del trabajo es divulgativo y científico”.

Hasta ayer en la tarde, Porfirio Torres, de 78 años de edad, el locutor de las historias escritas por Sylva, no sabía nada de lo ocurrido. Sus familiares evaluaban si debían darle a conocer la noticia. “Lo destrozará”, dijo Carolina Méndez, su esposa, por teléfono.


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