Más que contento, Leonardo Padrón está sorprendido. Amar a muerte, la telenovela que escribió para Televisa y que se estrenó hace dos semanas, le ha reportado los mejores números de audiencia tanto a Univision, que la transmite para el mercado hispano de Estados Unidos, como al canal Las Estrellas de México.

Y en Venezuela, posiblemente se verá a mediados del año próximo: Venevisión está en conversaciones para adquirir los derechos y emitirla en horario estelar.

“Mi expectativa era lograr, al menos, mejorar el nivel de audiencia del horario con respecto al producto anterior. Ese reventón en el rating ha sido una fiesta para nosotros. El horario de las 10:00 pm en Estados Unidos ha estado dominado en los últimos años por Telemundo. Y me tocaba competir con una franquicia ganadora como Señora acero. Así que recuperar el horario para Univision nos tiene muy contentos. Y en la televisión mexicana ha sido el segundo mejor estreno en los últimos cinco años”, cuenta aún asombrado desde Ciudad de México Padrón, a quien la crisis del país, la censura en la televisión y la escasa oferta de trabajo lo obligaron a establecer residencia en Miami.

La telenovela protagonizada por la mexicana Angelique Boyer (Teresa, Rebelde) y el argentino Michel Brown (Pasión de gavilanes, Falco), en la que Henry Zakka hace una gran caracterización como el doctor Camilo Guerra, habla de la muerte y la reencarnación, temas nuevos en el historial dramático de Padrón, autor de clásicos de la telenovela venezolana como Amores de fin de siglo, El país de las mujeres, Cosita rica, Ciudad bendita y La mujer perfecta.

Amar a muerte es una historia contada en 87 capítulos de no más de 50 minutos cada uno, escrita, producida, dirigida y actuada con los códigos de un seriado, destaca Padrón. “No hay una sola escena hecha en un estudio de televisión. El discurso audiovisual apela a los valores estéticos de una serie. Para nosotros es una teleserie”.

—La historia dista mucho de lo que escribió antes.

—Efectivamente, nunca había escrito algo donde lo esotérico tuviera prevalencia. Es una historia que gira alrededor de una pregunta clave: ¿hay vida después de la muerte? ¿Adónde se va el alma a la hora de la muerte? Me tocó ahondar, investigar mucho sobre la ya sabida relación que tiene el pueblo mexicano con la muerte. Cómo ha sido ese vínculo en términos culturales. Y cómo incorporarlo de forma orgánica a una historia de amor y redención.

—¿Fue sencillo abordar la historia?

—Bueno, esa es una de las tareas del escritor. Ensamblar todos esos elementos y generar un discurso narrativo en el que la tensión no descanse. Yo lo he disfrutado mucho.

Reconoce Padrón, a los 59 años de edad recién cumplidos, que no ha sido fácil comenzar de nuevo en otro lugar, con otra cultura, con otro público. Pero está claro en que Amar a muerte representa su reinvención como escritor luego de su exilio forzado. “No sabes cómo se me encoge el alma al leer en las redes tantos comentarios del público venezolano celebrando este éxito con una gran dosis de nostalgia porque no está ocurriendo en el país”.

—¿Cómo ha sido este comienzo?

—Cada comienzo entraña su lista de dificultades. Es otro mercado, otro entorno laboral, otros interlocutores, y es también otro tiempo de la industria. Todo ha sido distinto: ejecutivos, actores, directores. Y sobre todo, otro público.

—¿Cómo es ese público?

—El público mexicano tiene un sedimento cultural distinto al venezolano. Tiene otros referentes, otros héroes, otras devociones. Incluso su relación con el melodrama es distinta. Es un país tradicionalista por excelencia.

—¿Sintió temor? ¿Hubo incertidumbre?

—Más que temor, incertidumbre. Tenía que acoplar muy bien el lápiz de mi intuición con los años de experiencia para que mi escritura diera en el blanco. El exilio es incertidumbre por todas partes.

—¿Cómo ocurrió el acercamiento a Televisa?

La mujer perfecta (2011) fue mi última novela al aire en Venezuela. Yo escribí dos trabajos más que nunca fueron producidos. La crisis del país y la censura tuvieron entre sus primeras víctimas a la televisión. Entendí que tocaba abrirse a otros mercados. Confieso que mi proceso fue más rápido y afortunado de lo que esperaba. Tuve una reunión con W Studios, una productora independiente radicada en Estados Unidos que genera contenido para Televisa. Allí me dijeron que Televisa necesitaba un proyecto de ciertas características para remozar su oferta dramática en el horario estelar. Querían algo que fuera un punto de inflexión en el esquema de la historia de amor. Querían probar con un tono esotérico. W Studios puso sobre la mesa una historia de Julio Jiménez que había funcionado muy bien muchos años atrás en Colombia y Estados Unidos (En cuerpo ajeno). Yo propuse una sinopsis partiendo de esa premisa argumental. Me la aceptaron. Y casi sin darme cuenta ya estaba escribiendo los primeros libretos.

—No fue tan complicado entonces entrar en el mercado mexicano, tan inmenso y cerrado, como dicen.

—Más afortunado, imposible. Sí, Televisa es un monstruo. Un gigante de la industria. Es el mayor generador de contenido en idioma español de televisión en el mundo. No es nada fácil entrar. Pero aquí estamos.

—¿Hubo intentos fallidos, cosas que no se concretaron, puertas que no se abrieron antes de Amar a muerte?

—Había tenido algunas conversaciones previas con Telemundo. Tanteos esporádicos. Yo aún andaba sin apremio. Pero lo de W Studios y Televisa fluyó con una velocidad pasmosa.

Foto: Cortesía

—¿Qué tanta injerencia tuvo en la selección del casting?

—Esa ha sido una de las grandes diferencias con respecto a mi costumbre. En Venezuela tenía la posibilidad de proponer el casting entero. Aquí las decisiones recayeron principalmente en productores y ejecutivos. Por supuesto, tuve la oportunidad de asistir al casting de los roles principales, hablar con los protagonistas, intercambiar criterios.

—La mayoría de las veces sabía para qué actor o actriz escribía sus personajes. ¿Sucedió así esta vez?

—Ese fue otro punto de diferencia. Apenas conozco a los actores mexicanos. En estos casos, toca confiar en los directores y en los propios actores. Pero, desde el primer día, estuvimos de acuerdo con la producción en que los actores debían ser de alto nivel. Este no ha dejado de ser un proceso inédito para mí en muchas de sus instancias. Y, te confieso, estoy feliz con el elenco. Los que conocen a fondo su trayectoria, dicen que es el mejor trabajo de Angelique Boyer. Michel Brown está sensacional. Son una gran pareja protagónica. Arturo Barba, que posee uno de los roles protagónicos es un actorazo. Alejandro Nones y Henry Zakka, venezolanos, y en roles muy importantes, están también estupendos.

—¿Por qué el cambio de nombre de Contracara a Amar a muerte?

—Hubo un problema de derechos de autor con el título inicial, no estaba libre. Televisa optó por proponer uno que reflejara directamente los dos grandes polos de la historia: el amor y la muerte.

—Como espectador, ¿qué le engancha de la telenovela?

—Creo que la premisa dramática es muy poderosa. Un magnate muere y su alma transmigra al cuerpo de un sicario, y hereda los enemigos de ese criminal. Ya ese arranque es estupendo. Y el alma del criminal aparece en el cuerpo de un antropólogo. Todo lo que se genera a partir de ahí es muy atractivo. Los protagonistas viven en desconcierto absoluto. A su vez, el ritmo de la historia, las actuaciones y los valores de producción hacen el empaque ideal.

—¿Qué le ha enseñado el exilio?

—Todo exilio tiene su dosis de muerte y resurrección. Toca reinventarse en todos los órdenes. Quizás lo que crea más desasosiego es esa sensación de quedarte sin ciudadanía. La principal herramienta de tu propia reconstrucción es la humildad.

El país desde la distancia. Con inmenso dolor. Así mira Leonardo Padrón el país. “Venezuela es una gran herida en proceso. Los síntomas de la crisis solo prometen agravarse. No deja de asombrarme el nivel de envilecimiento de los criminales que gobiernan el país y los desatinos prolongados de la dirigencia opositora”, dice.

Pero añora Caracas, esta ciudad, su ciudad en la que están sus hijos, su casa, su biblioteca, su ventana y, confiesa, “el Ávila, la montaña que me define como caraqueño irreversible. El humor, los amigos, el clima. Todo. El apocalipsis que hoy define a Venezuela hace que todos extrañemos al país, incluso los que aún viven en él”.

—¿Al poeta qué lo inspira por estos días?

—La poesía anda silenciosa, circulando por las alcantarillas de este exilio forzoso. Está buscando su momento para salir a flote. Nunca hay que exigirle prisa a la poesía.


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