Una medida perfecta de la estupidez sería no saber exactamente con quién nos gusta bailar.

José Balza

Estamos acostumbrados al hambre intelectual y creativa en José Balza; un hambre que se da desde la vivencia de la soledad como hecho central de la experiencia. Es desde esta soledad, desde el reconocimiento de la misma, que nos podemos acercar realmente a su obra, con detenimiento y admiración.

Presentar a Balza requiere aliento y humildad: su obra es larga, profunda y diversa. Desde el epicentro de su narrativa renovadora, sus estudios literarios de Navarrete y Meneses, entre otros, sus exploraciones alrededor de la plástica y la música, la multiplicidad de sus intereses es abrumadora. Podemos decir que Balza es el último de los intelectuales venezolanos con esta amplitud visual, sonora y profunda, para quien nada humano le es ajeno (recordamos otras hambres: los viajes, el erotismo) y, por otro lado, que es también un pionero en la honestidad intelectual sin fisuras a la hora de abordar la crítica y el ejercicio narrativo, uno en donde es fiel a sus filiaciones intelectuales y espirituales.

Play B es un tomo engañoso. Es varios libros: una selección de temas amplios, pero mucho más que una antología o compilación. Un recorrido vital por la obra de Balza, por sus pasiones y acercamientos. Pero es, ante todo, un cuaderno de vida. Cuando hablamos de cuaderno, hablamos de ese hermano del diario literario y de viajes o del libro de apuntes (recordemos a Canetti). Un cuaderno es algo serio y mayor. Acepta todo, y todo lo reconoce. Contempla vínculos hondos para el autor (uno guarda los textos que quiere, no solo los que publica) y recorre diversidad de piezas que han poblado las páginas de periódicos, revistas y libretas del autor a lo largo de los años.

La industria editorial, cuando un autor es reconocido, empieza a indagar siempre en qué más tiene el escritor en su baúl: cosas secretas, cartas, textos ocultos o pudorosos. Antiguamente, esto se hacía cuando el autor fallecía, en eso participaban los herederos del mismo. Balza va más allá: los prepara en vida y decide publicarlos. Poder tener a la mano este cuaderno de labores, este testimonio del trabajo, es un privilegio que debemos agradecer los que conozcamos la obra de Balza desde hace algún tiempo (o mucho tiempo) y los que aún no la conocen del todo. Permite reconocer otros lados de la obra del maestro, pero también sirve de abreboca para quien no conoce su obra (pensemos en las nuevas generaciones por venir).

Hablamos de un libro construido en mucho, desde la perspectiva de la Experiencia, según Martin Amis. Recordemos su libro de memorias, esa selección pausada de algunos recuerdos (no todos) que el autor decide explorar a profundidad. Algo semejante podemos vislumbrar en estos textos de Balza: una edición de hechuras valiosas que merecen circular entre los dedos y miradas de los lectores. Textos que, al ser publicados en libro, se reactualizan inmediatamente. Y vuelven a brillar.

Play B es un libro con una virtud central: el agradecimiento. Cada lectura de la obra de otro, narrativa, poética, musical, plástica, está hecha desde la generosidad. Podemos recordar, en esto, a la legendaria generosidad de Pound, por ejemplo. Balza le hace honor. Chavela Vargas, el cine francés, Perú, lo colonial, Cali, Nelson Garrido, el bolero, Soto, entre otros, aparecen en estas páginas. La primera parte se titula “…With mixed feelings”, y recorre diferentes ensayos, reseñas, comentarios aparecidos en publicaciones nacionales e internacionales a lo largo de los años. Hay piezas llenas de erudición, como “El discurso aforístico”, que destaca sobremanera. Pero lo más resaltante de estos textos es la saliva en la boca de Balza escribiéndolos. Hay un gusto, un disfrutar lo que se cuenta, celebra y describe, que uno agradece. Hay generosidad y gozo (pensemos en piezas como “Bailar”).

En “Las amistades literarias”, la celebración es mayor. Silda Cordoliani, Francisco Javier Pérez, Alejandro Rossi, Juan Carlos Chirinos, Elena Garro, Juan Carlos Méndez Guédez, Sergio Pitol, Adolfo Castañón, Luis Barrera Linares, Salvador Garmendia, Roberto Bolaño, Juan Liscano, Roberto Martínez Bachrich, Carlos Sandoval, entre otros, pueblan estas páginas. Balza logra algo que debe destacarse: él no aparece en estos textos: aparecen los demás. Su labor como crítico, como lector con bagaje, nos muestra a los otros autores y sus obras. Como debe ser. En esta sección, vale la pena resaltar algunos textos que merecen mucho más que una lectura: “Platón novelista”, “Teoría y pasión del manuscrito”, “Todas estas mujeres”, “Cuento de Venezuela” (la conversación que sostuvo Balza con Ramón Piñango alrededor de Meneses).

“La ciudad imaginante” nos brinda textos narrativos de nuestro autor. Nos interesa destacar textos como “Rembrandt”, “Del día hacia la madrugada”, “La mujer porosa”, “Diálogo”, “Las dos” (un texto transgresor y hermoso del año 62), maravillas como “La ópera perfecta”, “Más”, o “Létoile de léchapée”.

Las “Versiones (traducciones)” presentan un inconveniente: la ausencia de los textos en lengua original para cotejar la traducción. Pero al ser “versiones” (recordemos las de poetas como Robert Lowell o Ian Hamilton), podemos leer los textos como escritos directamente en el español. Las versiones de Julian Palley destacan sobre las demás, sin desmerecer a las otras.

Para cerrar, es pertinente la entrevista de Silda Cordoliani a Balza, ocurrida después de la circulación de “Después Caracas”. Nos presenta a un Balza en toda su amplitud de intereses, y hablando de la manera apasionada y elegante que lo caracteriza: la importancia del cine y de los viajes, su punto de vista de la literatura y del lector de su obra, la frecuencia y cultivo de los diarios (que esperamos poder leer prontamente), la soledad.

Play B es una obra necesaria que debemos agradecer. Una obra escrita desde la Experiencia, en mayúsculas, y que nos ofrece el otro Balza: aquel que nos habla desde una sombra íntima, fuera de los focos. Algunos piensan que estas recopilaciones de textos no tienen sentido: que no perdurarán en la memoria futura de los lectores, que la gran obra de Balza, narrativa, se sostendrá en el tiempo por sobre lo demás.

Debo discrepar. Ahí tenemos la obra múltiple de un poeta como Paz, un narrador como Ricardo Piglia, un pensador como Canetti. El otro lado de un autor (el otro lado: los textos que no suelen estar a la luz del día pero que, por otro lado, no se queman ni se mojan) tiene lectores. No hablamos solamente de los críticos interesados en la obra de Balza desde una perspectiva profesional, o de los nuevos lectores que descubren la obra de nuestro autor. Hablamos de todo lector a quien le interesa la experiencia vital y llena de vastedad de la vida. Aquel que entienda la dimensión de la pasión crítica. Para ese lector es este cuaderno, este libro.

Para finalizar, quisiera leer algunas de las frases, sentencias, aforismos con que Balza inaugura el cuaderno. Los titula “Difidencias”:

“Dentro de lo instantáneo, observar constituye la eternidad. Porque al cumplirse resume nuestro presente”.

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“A mitad de la vida todo es aforístico”.

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“Hay estados superiores de la observación: cuando hemos olvidado”.

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“Ser famoso significa que los demás se sientan con el derecho de saber todo –equivocadamente–sobre ti y que, sin embargo, ignoren tu obra”.

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“En la comunicación rara del rayo observante de cada ser con el del otro, parpadea nítida nuestra verdad profunda”.

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“Mis mejores lectores: tanto aquellos que nunca han abierto un libro mío como quienes los releen”.

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Leamos y releamos, entonces.


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