Por JOSÉ ANTONIO PARRA

La poesía de Víctor Fuenmayor (Maracaibo, 1940) ha tenido varios períodos desde el punto de vista de la estilística. La reciente compilación de este autor que ha publicado Oscar Todtmann editores y que ha sido titulada Beber de la sombra / Poesía reunida 1986-2017, deja ello en evidencia. Este libro está conformado por los siguientes textos: Vivo acallándome el grito (2017), Beber de la sombra (2007), Donde la luz me encarna (Ediciones Dharma, Colecciones Clandestinas, Maracaibo, 1991) y Libro mi cuerpo (Ediluz, colección Los Premiados, No. 1, Maracaibo, 1991). Hay que tomar en cuenta que los dos primeros libros mencionados son de carácter inédito y el último recibió el Premio de la Bienal José Antonio Ramos Sucre en la mención Poesía de 1986.

Hay varios aspectos a considerar en la estilística de la lírica de Fuenmayor. Sin embargo, quizá lo que me resultó más llamativo fue la forma como evolucionó dicha poesía desde sus primeros libros hasta los más novedosos. Así, en Donde la luz me encarna y Libro mi cuerpo se observa un trabajo que si se quiere posee cierto tono minimal y donde hay una gran economía de elementos desde el punto de vista de la estética. No obstante, en ellos las imágenes son muy potentes y plenas de ricas texturas que incluso en algunos casos apelan a la sinestesia. Estos primeros trabajos fueron evolucionando hacia una poesía aún más exuberante y que dejó de lado la economía de elementos para aproximarse a la prosa poética; una prosa poética llena de belleza y que recuerda algunos matices del surrealismo y del simbolismo.

De sus primeros trabajos vemos, por ejemplo, el poema, “Desgarrón”, perteneciente a Libro mi cuerpo:

“El amor es puma sediento

en la cresta de la ola

escribiendo con sus garras

los golpes de resaca

que te acercan

a la propia rabia

de no ser timonel

y creerse ya el capitán”.

Entonces vemos cómo ese matiz minimal se contrapone, como he mencionado antes, con un fragmento de su poema “La espera”, perteneciente a un poemario de corte más reciente, Vivo acallándome el grito:

“Me veo avanzar hacia él flotando en el aire del camellón sombreado. Miro a mi padre levantarse en cámara lenta, asombrándose al ver mi aparición. Me asombro yo mismo del reflejo de mi imagen dentro de sus ojos. Crezco con un cuerpo flaco en la sombra de la cama estrecha y él se me disminuye sentado en el banco del jardín de la espera.

Me mantengo a distancia y me toma las manos, asaltándome con preguntas de qué quiero. No quiero nada que él pueda darme: ya tengo la libertad de salida al jardín para respirar afuera y poseo la mirada resplandeciente del encierro que atraviesa con sus rayos la pantalla de hojas entre la copa de los árboles donde poso mi nido”.

De modo que con la obra de Víctor Fuenmayor estamos en presencia de una palabra que se manifiesta con facetas estéticas contrapuestas. En este caso una palabra viva, una voz que deviene de forma muy orgánica en el tiempo. Su profunda aproximación al fenómeno estético da cuenta de un artista de gran densidad. Hay que decir que él, aparte de escritor es coreógrafo, investigador de arte, docente, tallerista y conferenciante internacional sobre arte, expresión y creatividad. Su experiencia académica le llevó a cursar estudios en el plano internacional con importantísimas figuras, tales como Roland Barthes, Lucien Goldman, Pierre Francastel y Jacques Lacan. De tales experiencias obtuvo el título de doctor en Semiología bajo la dirección de Julia Kristeva en la Universidad París VII. Luego, desde 1967 ha estado en la docencia en la Universidad del Zulia en las escuelas de Letras, Comunicación Social y de Artes Escénicas; así como en la Maestría en Filosofía y en el Doctorado de Arquitectura y Diseño. Adicionalmente, el autor es Caballero de la Orden de las Artes y de las Letras de la República Francesa y aparte de otros importantes reconocimientos académicos perteneció al grupo literario 40 grados a la sombra. Con este fue que publicó sus primeros poemas en la antología 7 de 40 (1964).

Además, en su obra lírica, el poeta deja de manifiesto una profunda inquietud ontológica y mística. Ello supone el logro concreto de uno de los aspectos primordiales de la creación poética: hacer decible lo indecible. Este trabajo es incluso de carácter visionario y posee una dimensión plástica muy vívida.

Hay que decir asimismo que Víctor Fuenmayor no solo ha sido autor de poesía, sino también de narrativa y ensayo. Escribió las novelas Zonambularia (1978) y ¿Qué tengo yo contigo? (1988); además de los libros de ensayo El inmenso llamado: las voces en la escritura de Teresa de la Parra (1974); Materia, cripta y lectura de Horacio Quiroga (1998); El cuerpo de la obra (1999); y, en coautoría con Fanny Luckert, Ser cuerpo, ser música: didáctica del ser creativo (2008).

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Beber de la sombra / Poesía reunida 1986-2017

Víctor Fuenmayor

Oscar Todtmann Editores

Caracas, 2017


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