Por JOSÉ ANTONIO PARRA

La obra literaria de Miguel Marcotrigiano (Caracas, 1963) tiene, en líneas generales, una clara definición en cuanto a los tópicos sobre los cuales se centra. En el caso de este trabajo fijaremos el ojo del detalle en dos libros de este autor; Poesía y suicidio en Venezuela, Siglo XX (Editorial Académica Española, 2012) y Fosa común (Negro Sobre Blanco, 2016). En ambos casos el literato apunta su mirada a autores que han tenido vidas trágicas, y en cuanto a la primera pieza aludida, a autores que han apelado al suicidio. En relación a la segunda, el poeta se aproxima a voces de escritores desde el género lírico bajo la impronta del enmascaramiento. De este modo, hay una pulsión en la obra de Marcotrigiano a aproximarse a creadores cuya experiencia personal ha sido desagarrada.

Uno de los puntos esenciales que plantea el trabajo crítico de este autor se basa en los vasos comunicantes entre la vida y las circunstancias de los creadores con su correspondiente obra literaria. Justo aquí, y dado que la anécdota ofrece pistas para recrear ese universo circunstancial de Marcotrigiano, quiero referirme a uno de los primeros recuerdos que tengo de él cuando lo conocí en los años noventa en la Universidad Católica, donde fue mi profesor. La anécdota en cuestión tomó lugar en uno de los pasillos de esa universidad cuando el poeta cerró un diálogo que teníamos con la enigmática expresión: “somos seres de máscaras”. Aquí obviamente quedaba evidenciada una de las líneas de trabajo de este literato. En efecto, su libro Fosa común, es un texto bajo la impronta de lo conceptual, de modo que a partir de una idea el autor comienza una experimentación estilística alrededor de los cuerpos imaginarios de una serie de escritores que están en el ámbito de sus intereses, de sus obsesiones, de lo trágico. La obra, en este caso, asume una dimensión experimental en el sentido de que el aedo procura, mediante el giro estético, la recreación de la estilística del otro, de sus giros idiomáticos, de su anécdota vital y de la forma de vincularse con el fenómeno de la existencia; de la vida, de la muerte y de la literatura. A manera de artificio, Marcotrigiano lo expresa en su poema “Charles”: “Hoy que es nunca / los convoco / Todo es nada / excepto la muerte”. Y más adelante, el poeta lo manifiesta de modo explícito en su poema “René”, no dejando lugar a dudas de lo que trata este corpus lírico: “El mío siempre fue fingir / Ser otro y el mismo”. Incluso, juega a una suerte de estereoscopía en el poema, “Walter”, cuando escribe: “Soy el condenado / El multiplicado / La voz diversa / La fosa común”.

Poesía y suicidio en Venezuela, Siglo XX también está en la constelación de este acercamiento tanático a lo trágico. No obstante, ello aquí asume una aproximación más definida y literalmente definitiva; a lo que apunta el autor es a los artistas y literatos que han optado por el suicidio. Este libro posee una arquitectura, si se quiere fractal, en el sentido en que desde la crítica el autor se va acercando en aproximaciones sucesivas a lo que es el sujeto (tanto personal, como literario) de su análisis en mayor detalle y extensión: Martha Kornblith.

En la primera parte del trabajo, el crítico se centra en la vinculación entre suicidio y poesía, pero desde un ámbito general; incluso se refiere a artistas de otras áreas que optaron por ello. El andamiaje crítico gira en torno a la pregunta de si esta determinación de cometer suicidio responde a una decisión puntual o es algo que va gestándose paulatinamente en la mente del autor. Aquí aparece la gran problemática que aborda este trabajo en relación a si los signos presentes en la obra de un escritor dan cuenta de la persona real o de su ideación suicida.

La labor de Miguel Marcotrigiano es virtualmente detectivesca y va indagando sucesivamente en el devenir del texto en torno a otros casos de poetas suicidas venezolanos. La (re)creación de las facetas vitales de los poetas que forman parte de esta obra es encomiable. Finalmente, la pieza llega a su momento clímax donde el caso de Martha Kornblith ocupa un lugar central; el análisis no se da solo en torno a la vida de la poeta, sino que es una detalladísima mirada crítica a los libros de esta autora: Oraciones para un dios ausente (1995), El perdedor se lo lleva todo (1997a) y Sesión de endodoncia (1997b).

Finalmente el autor llega a una importante conclusión, momento magistral de este trabajo, en relación a si la obra da cuenta de lo personal o de la intencionalidad suicida en Kornblith. Oportuno entonces citar este lúcido fragmento de Miguel Marcotrigiano para cerrar esta nota:

“La voz se fragmenta y se ofrece en un discurso mezcla de poesía y referencias verificables en lo acaecido en la vida de la autora (…). Los asuntos vinculados con la idea de la ‘verdad’ o la ‘mentira’ rondarían –entonces– nuestra embarcación. La página se muestra así como portadora de una ‘virtualidad’ que resolvería este conflicto. La imagen que se proyecta es tan real, en tanto imagen, porque la vemos. La voz que habla se constituye en una suerte de ‘doble’ de la autora y se define por lo que dice”.


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