Un homenaje a Los coloritmos de Alejandro Otero es el guiño. La portada del disco Encuentros de Pablo Gil se inspira en el artista plástico como muestra de un impulso de dar cabida a otros creadores en una obra de coincidencias y chispazos.

El año pasado el saxofonista publicó este álbum para el que invitó a cantantes e instrumentistas de diversos géneros, con inquietudes que pudieran parecer ajenas al músico, pero que en realidad están bastante vinculadas a una trayectoria de décadas, en la que no solo se han desenvuelto en el jazz, sino también en ritmos afrocaribeños como hizo durante su época con Cimarrón.

Invitó a cantantes como Betsayda Machado, Laura Guevara, Hana Kobayashi, Guillermo Carrasco, Biella Da Costa, Gian Faraone o Marcial Istúriz, a quienes pidió una lista de temas de su preferencia para cantar en este proyecto. Gil evaluó y eligió las piezas, en las que también participaron el contrabajista Freddy Adrián, el guitarrista Carlos Peña Hernández y el baterista José “Tipo” Núñez, entre otros músicos invitados para una que otra canción.

De ese proceso, por ejemplo, surgió una versión de “Corral de ordeño” de Simón Díaz en la voz de Machado o un arreglo salsero de “Desesperanza”, que popularizó Alfredo Sadel.

El jazzista estuvo hasta las primeras semanas de enero en Caracas. “Reconectándome con el país, la familia y los amigos”, dice el músico que desde julio de 2016 vive en Estados Unidos.

“Quise recoger en este disco el instante en el que un artista que admiro y yo nos pusiéramos de acuerdo estéticamente para hallar un terreno común. Forma parte de la preocupación que he tenido como productor, que siempre me ha gustado mucho. Quise acercarlos a ellos al mundo del jazz mientras yo me acercaba a ellos”, dice Gil sobre un álbum cuya portada es de Alejandro Calzadilla.

—En este disco trabaja con músicos jóvenes, algunos de ellos con una formación diferente a los profesionales de la generación a la que usted pertenece.

—Si revisas la vida de Miles Davis, te das cuenta de que cuando él tenía 20 años de edad trabajaba con gente contemporánea, pero cuando tenía 40, se juntaba con los de 20. A esa edad, entre los 20 y los 30, hay muchas ganas y una conciencia de lo contemporáneo. En cambio, para los mayores, su referencia de lo contemporáneo se quedó en lo que conocieron durante su juventud. En Venezuela Gerry Weil es un buen ejemplo. Siempre procura estar atento a lo actual. No por estar a la moda, sino porque el mundo evoluciona.

—¿Qué tanto le debe el jazz actual en Venezuela al sistema de orquestas? Varios proyectos recientes del género son de músicos formados en esta institución. Algunos de ellos trabajaron en este disco.

—He pensado mucho en eso. Gabriel Chakarji formó parte del Simón Bolívar Big Band Jazz de Andrés Briceño. Linda Briceño fue también trompetista de esa agrupación. Freddy Adrián pasó por la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, un excelente contrabajista clásico y de jazz. No serían quienes son si no fuera por el sistema de orquestas. Difícilmente en otros países músicos de esa edad tendrían la experiencia de ellos a su edad. Varios de los muchachos de los metales del disco forman parte del Venezuela Big Band Jazz, que yo creé.

—¿Pero se puede vislumbrar el jazz como industria en un país en crisis afectado por la diáspora?

—Todo lo veo muy deprimido. Hay una gran pérdida de libertades de todo tipo, lo que repercutirá en la capacidad de producir arte, mercadearlo y hacerlo de forma independiente. Tiene que haber un cambio político sísmico para que la situación mejore. En otra época la gente se iba para buscar otros horizontes musicales, pero ahora están huyendo por las dificultades de todo tipo. Si te pones a ver, Encuentros es una instantánea irrepetible de un momento de la música. Muchos de los participantes están afuera, hasta yo me fui. Actualmente no se podría dar.

Gil cuenta que antes de tomar la decisión de establecerse en Miami tenía varios planes en el país. “No me quería ir de Venezuela, pero no fue hasta mediados de 2016, cuando ya tenía bastante adelantado el disco, que empecé a sentir la presión. Tengo una hija que quiero que crezca en un lugar con mayores libertades y perspectivas de futuro”, cuenta quien por segunda vez habita en esa ciudad.  

—¿Qué hace actualmente en Miami?

—El lugar ha cambiado mucho con la nueva inmigración venezolana. En ella hay una gran cantidad de músicos y todos muy buenos. Hay mucho trabajo. Quizá los espacios de expresión artística no son muy amplios, pero fundé Raíces Jazz Orchestra, en el que trabajó con Tony Succar, percusionista y productor muy brillante. Quisiera continuar con la idea de Encuentros, como una forma de generar contenido musical con músicos que admiro.

—¿Tocar en vivo este disco es una utopía?

—Sí, es muy costoso y difícil, además de reunir a toda la gente, pero confieso que nunca fue mi norte. El disco está un poco inspirado también en Possibilities de Herbie Hancock, que reúne a John Mayer, Christina Aguilera, Carlos Santana, Paul Simon, todos ellos muy disímiles en su estilo. Con cada quien estableció un chispazo, él se expresa como artista y permite que los otros lo hagan también.


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