Pablo Antillano se destacó como un férreo paladín de la cultura. Dedicó su vida a protegerla y difundirla desde joven en espacios como el diario El Nacional, donde fue jefe de información del cuerpo C, o las revistas Buen vivir y Escena. No importaba el lugar: su marca era hacer un periodismo distinto, lejos de la ortodoxia tradicional.

El periodista, escritor, cronista, politólogo y productor de radio y televisión falleció ayer en Caracas a los 71 años de edad afectado por un cáncer de páncreas. El año pasado, sus familiares solicitaron ayuda por medio de un GoFundMe para reunir fondos y costear el tratamiento.

Antillano nació en la capital el 16 de junio de 1947. A finales de 1969 y comienzos de 1970 aparece la revista vanguardista Reventón, donde se utilizaba un lenguaje vinculado a la literatura y se publicaban artículos duros. En un momento le cayó un juicio militar luego de difundir un documento de las fuerzas guerrilleras, entonces decidió irse a Chile.

En 1973, tras el golpe de Estado contra Salvador Allende, el periodista fue detenido y enviado al Estadio Nacional de Chile, donde presenció fusilamientos, torturas y vejámenes.

Al regresar creó otra revista, Escena, en la que trabajó con periodistas como Argenis Martínez, Cecilia Marotta o Juan Carlos Palenzuela. “Ahí estuvimos bastante tiempo, con subsidio del Conac. Esa revista era diseñada por Soledad Mendoza, la mejor diseñadora de la época. Después se creó Buen día, donde estábamos con Pablo, Óscar Hernández y Miro Popic”, recuerda Martínez, vicepresidente editor de El Nacional y amigo de Antillano.

En 1979 se inicia como jefe de la página de Arte de El Nacional. Allí –señala Martínez– destacó por romper los moldes de la época.

Antillano fundó y dirigió la revista Libros al día con Carlos Ramírez Faría, editor de Buen vivir, y fue jefe de información del diario 2001. “En este diario aprendí mucho, fue una experiencia interesante”, dijo en una entrevista en 1984.

Pablo Antillano junto con Livio Quiroz, Jacobo Penzo y Octavio Neri en 1982

Ese mismo año lo designan como secretario general de Fundarte. Entre las actividades que llevó a cabo en esta gestión se encuentra el I Festival de Televisión y Video. Tenía una proyección visionaria al respecto: “El Festival de Televisión y Video de Caracas llamará la atención del mundo entero sobre nuestra producción audiovisual y al mismo tiempo creará un escenario para que nuestra producción anual pueda ser vista de una manera organizada y clasificada. Esos son sus objetivos principales en 1986, pues a partir del año siguiente organizaremos un mercado del video venezolano, al que invitaremos a compradores de todo el mundo”. 

Además, era muy crítico de la administración cultural: “Uno de sus problemas fundamentales es la apariencia de artificialidad que poseen todas sus actividades. Esto se debe a la desvinculación que existe entre la actividad cultural y el público. Y es que la cultura sin mercado es un azote. En Venezuela, la cultura ha despreciado las posibilidades de confrontación. Y el Estado ha asumido el mantenimiento (subsidio) de actividades que lucen fatuas y pomposas”.

El arquitecto y columnista Raúl Fuentes, uno de sus más cercanos amigos, indicó que Antillano fue un periodista auténtico. “En Reventón trabajamos una nueva manera de periodismo. Y muchas de las iniciativas en materia cultural fueron lo mismo. Era un formidable comunicador”, señaló. Agregó que era una persona solidaria y gran amigo. “Así lo voy a recordar”, expresó.

Martínez añadió: “Para mí fue uno de los periodistas más importantes de nuestra generación. Y el que más nos cambió a todos y que más nos llevó a pensar un periodismo diferente”.

Pablo Antillano junto con Luis Herrera Campíns en 1980


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