La inestabilidad generada en el último mes con la excusa de una improbable independencia de Cataluña trajo consigo, aparte de la zozobra emocional de la mayoría de ciudadanos, una sensación de impunidad entre grupos ultras. De ese modo, los neonazis madrileños aprovecharon la ocasión para deambular en público agrediendo sin cortapisas y a su antojo. Uno de sus objetivos fue Álex Portero, pionera del transfeminismo en la literatura española.

La habitación de las ahogadas (Harpo Libros, 2017) tiene, por razones obvias, una lectura política inseparable de la vivencia de la transición de género por parte de su autora. Álex Portero le aporta toda una extensa formación académica en materias históricas y filológicas, su variada experiencia actoral y de dirección escénica, más el convencimiento en el poder aglutinante de la poesía.

Sus poemas, de cierta extensión, se suceden alternando la prosa poética y la versificación libre. Como recurso que los estructura, la repetición también los dota de un efecto de letanía u oración pagana, en ocasiones con un aire de improvisación verborreica cercano al trance de las hechiceras y profetisas. Son poemas que nacieron para ser escuchados, leídos en voz alta como ella lo hace en celebrados recitales.

Es importante señalar que sus referencias abarcan desde figuras de la Antigüedad babilónica y greco-romana a vírgenes y mártires del catolicismo. Mediante esta promiscuidad en la que conviven Medea, Lucrecia Borgia, Ofelia y Santa Águeda, consigue crear una nueva mitología, diseñando un árbol genealógico de raíces milenarias en el que por fin reconocerse, una alternativa identitaria a la cultura tradicional, protagonizada por hombres, e impuesta con violencia a toda la sociedad.

Hay un afán pedagógico en la poesía de Álex Portero, que ejerce generosamente. Nunca oculta sus fuentes y modelos, y lo hace muy explícitamente con Adrienne Rich, gran referente de la lucha contra el patriarcado fuera y dentro de la literatura, así como defensora del ámbito personal como espacio para el ejercicio político. También, en contrapartida, Virginia Woolf y Sylvia Plath, quienes a su vez sufrieron la represión de su espíritu creativo, como grandes solitarias.

Las ahogadas son todas esas mujeres que se debaten entre la necesidad de un cuarto propio y la reclusión en celdas, tan llenas de agua / como las tumbas abiertas de mis hermanas // abiertas por la mano del hombre // como las heridas que nos llevan al matadero. La imagen está prestada de Layla Martínez, autora del arrebatado prólogo que abre el libro, y a quien Álex Portero cita a lo largo de sus páginas, igual que a otras poetas españolas contemporáneas como María Sotomayor y María Sánchez.

Se trata, entonces, de reivindicar a las locas, las histéricas, las suicidadas de la Historia para crear una comunidad de hermanas visible en el espacio público. Poesía activista con la rabia, el desahogo y la rebelión como instrumentos transformadores.


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