Si alguien sabía bien del parecido entre los mellizos fascista y comunista, era Milos Forman, quien casualmente fue padre de mellizos, Matej y Petr. El periodo entre las dos guerras mundiales, además de ver florecer la democracia en Checoslovaquia, vio nacer a Jan Tomas Forman (Čáslav, 1932), ese señor afable e inteligente que dedicaría su vida al cine para nuestra alegría y aprendizaje. Poco duró esta democracia parlamentaria excepcional, pues la Alemania nazi se hizo con el territorio checoslovaco muy temprano, en 1939, y dejó al pequeño Milos huérfano, en 1942, habiendo asesinado a su padre en Buchenwald y su madre en Auschwitz. Tras haberse ido a vivir con un tío a Praga, el joven Milos, se lee Mílosh, el “cercano a la gloria”, estudió Filosofía y luego Cine, en la misma escuela donde se graduaría el rojo Emir Kusturica, alcahuete desvergonzado que danzó en los miasmas chavistas de la plaza Los Caobos hace diez años, prueba de que, como el talento, la idiotez criminal puede venir de cualquier sitio.

“¡Es fantástico! Y pensé: ¡con que esto es el cine! Entras, y cantas”, comentó el cineasta sobre su acercamiento al arte. Para la década del sesenta Milos ya estrenaba sus primeras películas, convirtiéndose en uno de los más importantes representantes de la llamada Nueva Ola Checoslovaca y su gran sentido del humor, únicamente permitido gracias a la relajación de la censura de Kruschev, y su coincidencia con la conocida Primavera de Praga. Veintitrés años ha del final de la guerra y Checoslovaquia se encontraba ahora a través del espejo, bajo la oscuridad de la Unión Soviética.

Con el éxito de Los amores de una rubia (1965), una cinta divertidísima sobre el comportamiento de la juventud tras el Muro, Forman dirige la magnífica e hilarante Al fuego, bomberos (1967), una sátira que se salva de ser abandonada a medias gracias al bueno de François Truffaut y compañía, quienes rápidamente vaciaron las billeteras necesarias para cubrir el retiro del capital de il produttore Carlo Ponti, asustado por los comentarios de los censores del Partido en tierras checoslovacas. Ci vediamo doppo, Carlo. Tal vez haya sido la escasez de vodka la que produjo que la relajación de los censores no fuese la suficiente, puesto que acabaron prohibiendo la cinta “para siempre” y, con ánimo envidiable, Forman declaró que para los comunistas “para siempre quiere decir veinte años”. En 1989 se levantaría la censura. En una alegoría política inintencionada, Forman cuenta esa historia de los bomberos de pueblo que organizan una fiesta de retiro para uno de sus miembros, y que cuando surge una emergencia se quedan a mitad de camino entre la nieve, atascados con el camión porque van todos ebrios.

Cuando los tanques rusos entraban en Checoslovaquia para acabar con la Primavera en el verano de 1968, Milos estaba en París, y se dijo que no volvería. Dejando atrás a su familia, se convirtió en un refugiado de The UN Refugee Agency en los Estados Unidos, donde el desierto hollywoodense terminó por darle casa. Hombre en la duna.

Alguien voló sobre el nido del cuco (1975) le valió un Oscar, y la admiración del gremio y el público norteamericano. Randle McMurphy, ese fracaso (a Forman le interesaban los inqueribles: Larry Flynt, Andy Kaufman, Antonio Salieri), termina siendo al menos inspiración para que su compañero indio hable, y por ende sea libre. “Para mí no era solo literatura sino la vida real, la vida que tuve en Checoslovaquia desde que nací hasta 1968. El Partido Comunista era mi enfermera Ratched, diciéndome lo que podía o no hacer, lo que podía o no decir, adónde tenía permitido o no ir, incluso quién era y quién no”. La censura, la policía, el entramado de espionaje comunista como enfermera de un psiquiátrico. Y hubo quienes decían que la novela de Ken Kesey sería inadaptable por un extranjero. Ese nido Milos se lo conocía, por desgracia, muy bien.

El checo filmó siempre sobre la libertad: la censura totalitaria, el encierro físico, sociedades que truncan las vidas de los personajes. En Amadeus (1984), Salieri se ve liberado al aceptarse como incapaz para superar a la criatura preferida de Dios, Mozart. Y lo que hay tras esa escena al final en la que el pobre, enfermo Salieri cruza el sanatorio absolviendo la mediocridad de los que lo rodean es quizás lo más devastador que sanciona el cineasta hasta la llegada de The People vs. Larry Flynt (1996) u Hombre en la luna (1999). Aquellos que han preferido el totalitarismo, dijo una vez, y luego salen de él, “no están listos para pagar por la libertad; creen que la libertad debe ser gratis, incluso algo dado, y nunca lo es, nunca lo es”. Tanto cuidó de la libertad norteamericana que dedicó muchos años a dar clases en la Universidad de Columbia, la cual tiene en línea su masterclass (http://ci.columbia.edu/0261/) disponible para todo público, donde con su aún marcado acento checo explica en inglés sus influencias, métodos y anécdotas. A Milos no hay necesidad de que lo absuelva nadie.

En el cuento “La dorada manzana del eterno deseo”, en El libro de los amores ridículos del también checo Milan Kundera, Martin, uno de los principales, se presenta ante una campesina ingenua a quien pretende como “Milos Forman”. Kundera, ese otro gran checo que resistió y le ganó a la censura, no es el único nombre que acompaña a Forman: el expresidente Václav Havel es otro de ellos, junto al animador Jirí Trnka y el novelista Bohumil Hrabal, entre otros tantos. “¿Cuál es el país más neutral del mundo?”, dice el famoso chiste checo, “Checoslovaquia, porque no interfiere ni en sus asuntos internos”. Hasta que lo hizo.

La tenaza infernal totalitaria no pudo con el ingenioso Milos, siempre cercano, siempre libre, quien con su puro en la boca al mejor estilo de los grandes de la comedia, Chaplin, Wilder, Groucho, tuvo siempre las ideas claras, “porque si vivió, como yo, varios años bajo el totalitarismo nazi, y luego veinte años bajo el totalitarismo comunista, se daría cuenta de lo preciada que es la libertad, y lo fácil que es perderla”.

Aplaudimos felices de haber sido sus espectadores. En su honor, un agradecimiento para siempre, uno que esta vez no sea veinte años. Entra y canta, Milos.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!