La promesa y la culpa podrían ser el par de categorías que funcionarían como los polos del campo de fuerza narrativo de Adiós Miss Venezuela (Caracas: Editorial Dahbar, Narrativa, 2016) del narrador y profesor universitario Francisco Suniaga. El enigma del suicidio de María Genoveva Herrera Becher, en “un camino antiguo y casi abandonado que lleva a la península de Macanao; una lengua blanca de arena y sal tendida a lo largo de la restinga que emergió de las aguas en tiempos remotos y convirtió en una sola lo que habían sido dos islas. La de barlovento, bendecida por la lluvia, y la de sotavento, castigada por la sequía, árida y menos habitada”, contiene, en un singular primer capítulo, de los treinta de la novela de Suniaga, que “completa la trilogía margariteña, que empezó con la celebrada La otra isla y siguió con Esa gente”, como se señala en la contratapa, no solo condensada las figuras de expectación de la narración en el acontecimiento del suicidio: como expresión truncada de la voluntad del bien de la promesa y como expresión del sentimiento de responsabilidad del daño causado de la culpa, sino que configuraría la poética narrativa de Adiós Miss Venezuela: la repetición y la parodia como procedimientos centrales de la historia de la investigación de la muerte de “María Genoveva, ‘Beba’, como la llamaba la familia, ex Miss Venezuela de finales de los setenta, caraqueña desde hacía siglos, rica de cuna, casada con un hombre más rico que ella y prima hermana de media Caracas”, como se devela en el segundo capítulo, encomendada por Alfonso Pérez Castillo, “dueño de Seguros Populares, entre otras cosas”, a José Alberto Benítez, con “licencia de abogado poeta”, el célebre investigador narrativo de la trilogía de novelas de referencias margariteñas de Suniaga.

La investigación de Benítez conforma una hetero/diégesis de carácter especular en que la historia de María Genoveva (Beba) Herrera Becher, como si se refractase en un juego de espejos, a través de los personajes testigos y sus testimonios, principalmente: Oscar Llabrés, “director de la Casa Miss Venezuela” y María Mercedes MagGregor Paúl, ex Miss Venezuela y primera novia juvenil de Alfonso Pérez Castillo. Lo que a priori y en la superficie pueden parecer los elementos constructivos de un texto convocado y condenado a la edificación, en su doble sentido arquitectónico y moral, de una historia sentimental asociada a la exageración y la grandilocuencia del amor y de la muerte, Suniaga los transformaría, mediante su inteligencia y estrategia narrativas, en un artificio especular, en el que la repetición de las posibles causas del suicidio de María Genoveva Herrera Bechar por medio de los distintos testigos y sus distintas perspectivas testimoniales que recoge José Alberto Benítez, conformarían un caleidoscopio polifónico centrado en la triangulación sentimental de las dos Miss Venezuela con Alfonso Pérez Castillo, una, la otrora novia, la otra, la posterior esposa, y el suicidio como vínculo des/encadenante de las relaciones respectivas: frustrado en el caso de María Mercedes MacGregor Paúl, y real en el de María Genoveva Herrera Becher, pero en ambas la promesa como configuración del don del bien y la acción y la de la culpa como consecuencia del daño causado por la irresponsabilidad en Alfonso Pérez Castillo. Esta dimensión moral literaria del contenido de verdad de Adiós Miss Venezuela devenido de la trama como producto del procedimiento de la repetición; y a su vez, con la misma disposición especular, del procedimiento paródico de la puesta en escena televisiva del concurso Miss Venezuela en la Isla de Margarita mediante la abrupta aparición en la misma de “la camarada Anacmer Nadezhda Mejías Gómez, lideresa del movimiento femenino de la Revolución” como una forma de agitación política de denuncia y negación del carácter burgués de la explotación del cuerpo y de exaltación de la belleza de la autóctona mujer venezolana en su riqueza y diversidad étnica y cultural, que alcanza no solo el poder desconstructor y recreador de la ironía del texto original parodiado, sino también el poder fronterizo caricaturizador de la burla y el rídiculo de la sátira. Repetición y parodia como los procedimientos narrativos, que a la manera de las dos islas, la de barlovento y la de sotavento, forman la geografía de la isla de Margarita, en Adiós Miss Venezuela, generan la estructura especular de la historia del suicidio de la Miss Venezuela María Genoveva Herrera Becher y su variada simetría con el intento de suicidio de la ex Mis Venezuela María Mercedes MagGregor Paúl en su duplicación relacional de promesas y culpas con Alfonso Pérez Castillo, por una parte, y de la historia de Anacmer Nadezhda Mejías Gómez y su desopilante simetría revolucionaria relacional con el concurso del Miss Venezuela.

Francisco Suniaga, narrador que inicialmente, sobre todo por la potencia del no agembeniana de La otra isla, en su poderío narrativo negador y transformador al mismo tiempo, parece “fuera de campo” en el sentido que Graciela Speranza teoriza las relaciones entre la literatura y otras prácticas artísticas, se ha convertido, desde los márgenes iniciales, en un singular narrador, que a través de su talento para los órdenes de lo íntimo y lo popular y su vinculación con los de lo público y el arte aúna especularmente en su novelas, con la inevitable variedad formal, la re/creación de un sentido nuevo de los mitos y prácticas de la cultura venezolana, al mismo tiempo que expande las fronteras del consumo lector. No poca cosa la de Benítez.


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