En el carácter no progresivo del tiempo contenido en la frase: “Aun cuando la cronología vaya hacia tras y hacia adelante según el tópico específico, he tratado en lo posible de evitar repeticiones innecesarias”, de Roldán Esteva-Grillet, ensayista e historiador y crítico de arte se podría encontrar no solo la forma temporal de una teoría de la historia, sino también la forma dialéctica de relacionar “benjaminianamente” imágenes del arte venezolano desde la colonia hasta el presente del populismo militarista y chavista, que soportan la estructura no solo formal sino la verdad de contenido de País en vilo. Arte, democracia e insurrección en Venezuela (Caracas: Universidad Católica Andrés Bello / ABediciones / Konrad Adenauer Stiftung, 2017). Esteva-Grillet recurre a un procedimiento paratextual para producir un orden de lectura (Gerard Genette. Umbrales, Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2001) política “desde tres campos distintos, a veces entrecruzados, otras independientes. Está en primer lugar, el tema político en las imágenes que produce el artista, sea de manera directa o sugerente; luego la trayectoria misma del artista, en caso de participar como ciudadano en la lucha política, expresando sus ideas, ejerciendo cargos públicos de trascendencia o militando en partidos políticos. Un tercer campo sería el de la política dirigida a las artes, vale decir, las doctrinas o iniciativas que afectan el desenvolvimiento de los artistas, tanto del coleccionismo o la exhibición de sus obras como a quién se premia o a quién se censura, así mismo del patrimonio que se preserva”. Es en el índice, como dice Genette, que “no es, tampoco él, en principio, otra cosa que un instrumento de recuerdo del aparato de titulación –o de anuncio cuando se encuentra al inicio”, donde Esteva- Grillet produce “un régimen de lectura de tipo intelectual” al insertar el subcapítulo “País en vilo” al final del capítulo dos “Las vanguardias insurrectas”, entre los seis capítulos del volumen.

“País en vilo” despliega críticamente nueve imágenes del arte venezolano: “Con motivo de las elecciones presidenciales de 2012, cuando se cumplen casi tres lustros de un gobierno autocrático, militarista, populista, derrochador, corrupto, demagogo e ineficiente, que ha exacerbado las diferencias de clase y de raza para fundamentar una polarización ideológica irreconciliable y antinacional, la galería Faría-Fábregas realizó una pequeña exposición que puede servir para una relectura política de las varias y contradictorias maneras en que algunos artistas han querido dar su visión de lo vivido”. Esteva-Grillet ve en “los nueve artistas seleccionados”, de generaciones sucesivas, “la posibilidad de reflexionar a través de variados lenguajes y soportes sobre cómo el arte venezolano ha asumido el drama del país, su imaginario, sus desacuerdos, sus temores, estereotipos y esperanzas. Textos, videos, instalaciones, objetos resignificados pero también pinturas al óleo”. Lo que eran imágenes, figuras en las cuales “el tiempo, que tomó parte en su origen, se ha detenido”, y que habían conseguido una cierta cristalización sintagmática, cobran al ser relacionadas, al ser introducidas, “en el flujo del tiempo –que todo lo modifica– o en el quehacer humano” sin que, a la vez, las imágenes se disuelvan en tanto que imágenes, sino que adquieren una nueva “configuración dentro del proceso histórico” al desplegarse en el tiempo, mediante “un modo de conocer” en el que el tiempo suspendido, negado, se transforma “en impulso dialéctico de un movimiento intensivo, la integración de la vida en la percepción de la actualidad política”, las denominadas, y abiertas a un campo problemático, por Walter Benjamin, imágenes dialécticas (Ansgar Hillach. “Imagen dialéctica”, en Conceptos de Walter Benjamin, Michael Opitz y Ermund Wizisla, editores. Buenos Aires: Editorial Las Cuarenta, 2014).

A partir de Las tres razas, 1946, de Pedro Centeno Valenilla y El orden, 1967, de Luis Guevara Moreno; Barril encontrado, 1975, de Rolando Peña y Hecho en Venezuela, 1974, de Carlos Castillo; y Que se me quemen las manos, …, 1999, de Juan José Olavarría, De la serie Arte en el tapete, 2006, de Pepe López, Presidente-candidato, 2001-2002, de Alessander Balteo-Yazbeck, Contemplación. Anotaciones sobre la pintura, 2008, de Nayarí Castillo y Manual de urbanidad y buenas costumbres de Manuel Antonio Carreño (Primera edición 1857), 2001, de Luis Molina-Pantín, Esteva-Grillet conforma una constelación de carácter crítico e histórico que le permitiría construir una historia crítica del arte venezolano en la que “la historia es el objeto de una construcción cuyo lugar no lo configura el tiempo homogéneo y vacío, sino el cargado por el tiempo ahora” (Walter Benjamin, “sobre el concepto de historia”, en Obras. Libro I / vol. 2. (Madrid: Abada Editores, 2008). Al constelar estas imágenes que “abarcan sesenta y seis años por la datación de sus respectivas obras: desde 1946 hasta 2013”, Esteva Grillet salta hasta el pasado, dialécticamente, para “dar fe de cuán presente ha estado en nuestro arte el desasosiego que plantea el rumbo del país en distintos tiempos. Al espectador queda la tarea de confrontar estas preocupaciones, algunas que rozan la política, pero todas sin duda vinculadas a la ética. Asimilar o no la lección, no porque los artistas pretendan darlas sino porque cada propuesta artística aspira proporcionar tanto goce sensual como ideas. Como enseñaba Susan Sontag, no basta con ver las imágenes, debemos examinarlas críticamente”. En las preguntas finales que se plantean en el final de “País en vilo”: “Qué pensar, cómo actuar, qué decisión tomar. Encontrarse en víspera de un cambio o seguir impávidos e indiferente, cuando el país está en vilo”, Roldán Esteva-Grillet, quizás, sin darse cuenta, y por lo tanto, sin “advertir al lector (…) como una explicación del índice, del orden adoptado por el libro”, como tampoco “indicar la lector apurado cuáles capítulos eventualmente pude despreciar”, lo que Genette denomina “la forma más brutal de la retórica del cómo: ‘Lea este libro como está escrito’”, ha escrito un ensayo que, probablemente, podrá inscribirse en el curso de la cultura del país, como un salto dialéctico en la historia y crítica del arte venezolano.


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