Llegado el 8 de marzo, fecha proclamada como el “Día Internacional de la Mujer”, las consignas se propagan para conmemorarlo, celebrarlo o burlarlo. Algunas se enfocan en las luchas sociales pendientes o exaltan la figura femenina cual ser etéreo. Cada quien, desde su cantera, se hace eco de sus ideas. Buscando romper con estos tópicos, se reunió a diez fotógrafos venezolanos que la retrataron simplemente como es: un individuo que integra la sociedad, sin adjetivos que la victimice, descalifique o realce, dejando que solo las imágenes hablen. El trabajo de Luis Cabrera, Gema Durán, Jonathan Rojas, Héctor Freile, Lissette Figueredo, Ivannel Romero, León Giménez, Natalia Alayon “Coco Lunar”, Beatriz Fernanda González y Samoel González, fue parte de este universo que connota revoltillo.

Pero… “si somos iguales, ¿por qué dedicarle precisamente una exposición?”, cuestionó uno de los asistentes durante el conversatorio que inauguró la muestra. Las 25 fotografías, colgadas a lo largo de una pared blanca, provocaron reacciones encontradas entre los que acudieron a la cita de aquel viernes. Algunos motivados por su gusto hacia el arte o por ser amigos de los expositores; otros movidos únicamente por las ganas de compartir un café durante una tarde lluviosa, se toparon con este evento que no los dejó indiferentes. Mientras degustaron un chocolate caliente o un trozo de torta de zanahoria, empezaron a surgir las opiniones.

Los primeros en contestar fueron los fotógrafos participantes. Luis Cabrera, a fin de contextualizar el papel que “ella” ha jugado en la historia, narró las hazañas de las heroínas de Mucuchíes; de las costureras de Guanare que confeccionaban el uniforme de los soldados y se encargaron de la logística para la batalla; y de las que limpiaban los cañones con el agua del Cabriales, rescatando a los heridos para curarlos. En ese sentido, comentó que siempre ha estado enfocado en observarla tal como es, sin creerla inferior o “más buena” que el hombre.

Luego, un entusiasta Jonathan Rojas, se paseó por parajes más mitológicos. “Cada quien tiene su dios y lo venera a su manera. Para mí es una diosa y yo la venero fotografiándola”. Algunas risas de complicidad se escucharon; por otro lado, unas miradas parecían incrédulas, otros asintieron. “¿Entonces, de qué modo se victimiza a la mujer en alguna de estas imágenes?”, inquirió otro de los presentes, a propósito de lo contradictorio que resultaba para unos la exposición. Allí donde una costurera aparece frente a su máquina de coser, una joven carga sobre sus piernas a su bebé, una señora sostiene con desenfado su cigarro o el close up de unas uñas pellizcando un pezón no existe intención lastimera, sino de reinvención y reinterpretación, a través de la fotografía, de la realidad.

¿Igualdad o victimización? 

Continuando con el debate, una madre que se encontraba en el público, aseguró, desde su posición, que actualmente no se goza de condiciones de igualdad, pues es difícil conseguir un empleo que se adecúe a su situación de criar un hijo mientras se trabaja, por lo que se topa siempre con contradicciones y ante ello no se puede ser indiferente. “Rescato el hecho artístico”, dijo refiriéndose a la exposición. “¿Cómo me va a ofender una foto de un pellizco de un pezón si me recuerda a mi hijo haciéndolo”.

La fotógrafa Natalia Alayon, autora de una de esos desnudos, expresó que su trabajo no lo realiza para defender su género. “Hablo desde el mío porque es el que tengo para expresarme. Lo que busco es escudriñar en la mente, en los sentimientos, en los procesos internos y provocar sensaciones. Soy fotógrafa… pienso en imágenes, hay que dejarnos de las etiquetas, tanto los hombres como las mujeres”. Por su parte, Gema Durán relató la historia de una de sus fotos. Una escena protagonizada por una señora que, aparentemente, escapó de un centro de salud, y se encontraba sentada en la acera, inadvertida por los transeúntes. A ella la cautivó su estado de indefensión ante los que por allí caminaban, más que “la debilidad por ser mujer”. Está claro que la victimización estanca.

Esa noche la actividad cerró con la presentación de la banda valenciana Berza –nombre inspirado en un personaje femenino de la literatura venezolana–. Los músicos presentaron al público su primer EP, El mundo de lo imaginario, compuesto por cuatro canciones. Además, la versión del tema “Yo soy la muerte”, del grupo salsero El Gran Combo, su primer trabajo audiovisual que fue lanzado en enero de este año, caracterizado por sonidos inexplicables:

La voz y las notas del teclado dieron vida a otra versión que finalizó la inauguración de Miscelánea, se trata de “Cerebros destruidos”, una canción de la banda española Eskorbuto. Luego los fotógrafos tomaron el micrófono para despedirse, “a seguir pendiente de próximos eventos”, dijo uno de ellos mientras los integrantes de la ecléctica banda desconectaban los equipos y cables; todo volvía a su sitio en el local donde la muestra permaneció abierta al público hasta el 26 de mayo.

Después de…

Miscelánea no se quedó únicamente en los espacios de Le Jeune Café. Estas fotografías impulsaron a analizar el piropo. Considerado como una manifestación cultural de la sociedad venezolana, se pasea entre el halago, la adulación y el acoso. A través del programa La ensalada 89.9 FM, se transmitió un debate en el que participó la psicóloga clínica Valeria Razzi Menco, quien ofreció su opinión en relación con esta forma de “exaltación de la belleza de la mujer”.

Una muchacha transita por una avenida. Divisa a lo lejos a cuatro hombres reunidos, conversando. Ella decide cruzar la acera antes que toparse con ellos, pues teme que alguno le lance una de esas frases que se han vuelto típicas para ella: “Hoy en el cielo seguro están tristes, pues un angelito se les escapó a la tierra”. Aunque piropos de ese estilo suelen hacerla reír; peores son aquellos que  son tan directos como: “¡Qué gran culote tienes!”.

¿Qué piropos prefieren? ¿Realmente los disfrutan o les producen temor y asco? ¿Es una forma del hombre de afianzar su masculinidad? Todas estas preguntas fueron debatidas junto a los conductores del programa, Adrián Bolívar y Karel Nava, propiciando la participación de la audiencia vía mensajes de texto. La psicóloga partió con la siguiente afirmación: el piropo es la primera forma que conoce el hombre para acercarse a la mujer y romper con su timidez. El problema empieza cuando esta frase, en vez de adular, amenaza su espacio. Un factor que dependerá de la seguridad y autoestima de quien lo recibe, pues podría verse afectada emocionalmente si un desconocido en la calle le lanza cualquiera de este tipo de expresiones. El límite, aseveró, se cruza si el piropo va acompañando de tocamientos o palabras obscenas. En Venezuela, aunque hay personas e instituciones que trabajan actualmente para otorgar legalidad a estas situaciones, todavía queda un largo camino por transitar.

Ese día insigne, conmemorativo, reivindicador, entre otras afirmaciones alejadas de la hilaridad, ya pasó. También aquel programa de radio dedicado a determinar si un piropo es un halago o agresión. La muestra fotográfica, matriz de la discusión, ha sido clausurada. Lo que sí perdura es el aporte de la mujer. Su cultura forma parte del universo social, no puede ser olvidada ni ignorada, de lo contrario se está intentando eliminar una parcela de realidad, sin cada una no hay sociedad.


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