La muerte es un fenómeno natural. La gente que sobrevive sufre por la ausencia, la llamada que no contestó o el abrazo que no volverá a sentir.

Translúcido es la historia de Rubén (Roberto Manrique), a quien le diagnostican cáncer pancreático y decide aprovechar sus últimos meses de relativa salud para hacer las cosas que siempre quiso. Descarta la opción de un tratamiento y, en lugar de eso, escoge la eutanasia. Marisa Román interpreta a Federica, su mejor amiga en el filme, una coproducción entre Ecuador y Estados Unidos, dirigida por el venezolano Leonard Zelig.

La actriz caraqueña está radicada en Buenos Aires desde hace más de dos años. Allí ha explorado diferentes áreas de la creación artística. Asegura que el país ha sido muy amoroso con ella pero considera que ninguna nación está preparada para recibir una diáspora masiva, como la que ha llegado a Argentina procedente de Venezuela, aunque sus habitantes son receptivos con los que deciden quedarse.

¿Cómo fue su experiencia con Translúcido?

—Fue una gran experiencia filmar con amigos en una ciudad que amo y tener la posibilidad de actuar en otro idioma. A diferencia de todas las demás películas en las que he participado, Translúcido tiene la particularidad de que todos los diálogos son improvisados. Esto es algo que al principio me dio vértigo, pero al final lo terminamos disfrutando. Leonard Zelig, el director, depositó una confianza infinita en nosotros y terminó por contagiarnos; nos permitió volar libres en la construcción de estos personajes y sus relaciones.

¿Cómo ha sentido la recepción del público y de la crítica?

—Es muy hermoso lo que nos da la audiencia, la gente conecta profunda y honestamente con la película porque eso es lo que es Translúcido: una cinta honesta y honda, sin pretensiones. Es una pequeña gran película, hecha desde la necesidad de contar una historia, que nos sigue regalando sorpresas y alegrías.

¿Qué significó para usted tratar el tema de la eutanasia?

—En ningún momento me planteé el viaje emocional de Federica desde la polémica de la eutanasia como tema. Sí desde el dolor que causa perder a un ser querido, el miedo a la muerte, la libertad de elegir, el amor incondicional y la celebración de la vida. Esos son los motores de esta mujer para enfrentar la realidad de la que es testigo y partícipe. Fue desde esa sencilla y a la vez abismal realidad emocional que me conecté con ella. Luego, lo divertido vino con el empaque, cómo esta mujer que se muestra fuerte y estoica transita toda la situación y esconde su propia fragilidad para proteger a su amigo desde el amor absoluto.

Más que la muerte, en Translúcido el protagonista toma la decisión de disfrutar la vida. ¿Cómo la tocó esa trama?

—Honestamente solo al ver la película terminada fue que tomé total conciencia de eso. Por no tener un guion tradicional sino solo una escaleta, durante la filmación estaba conectada con el hecho de que Rubén, el protagonista de esta historia, había tomado la decisión de acabar con su vida y Federica, mi personaje, lo acompañaría en ese tránsito. Fue una hermosa sorpresa verla proyectada y entender la magnitud del viaje de Rubén.

¿Qué diferencias ha notado entre la industria del arte argentina y la venezolana?

—Argentina tiene alrededor de 12 millones de habitantes más que Venezuela. Es lógico que produzca más arte, sin embargo, la diferencia entre ambas industrias es enorme. Partiendo de una base: la educación. En Buenos Aires, por ejemplo, hay bachilleratos públicos específicos para artistas. Los argentinos apoyan y consumen arte hecho en casa. Todos los años, al menos una película nacional está entre las 10 cintas más vistas. Solo en la capital del país hay alrededor de 150 obras de teatro en cartelera todas las semanas y al menos 10 museos de arte activos.

Buenos Aires es una de las grandes capitales de la cultura latinoamericana. ¿Qué ha visto que la haya conmovido?

—Hace poco fui a ver Las piedras, una de las obras de teatro más sublimes y exquisitas que he visto en mi vida: un canto a la vida desde lo esencial y sin artificios. Es una pieza escrita y dirigida por Agustina Muñoz, una joven artista argentina.

Usted participó en el Proyecto Legado. Casi un año después, ¿qué tanto la marcó ese trabajo y cómo mira la situación actual del país?

—El Proyecto Legado fue el camino que encontramos para transformar en arte la impotencia y la frustración que sentimos ante la barbarie que ensombrece a nuestro país. Resultó muy sanador hacerlo. Adoro ese trabajo y desearía darle continuidad. Más allá de la distancia, sigo de cerca lo que pasa en Venezuela y estoy comprometida en continuar creando luz en medio de la oscuridad.

Con Translúcido regresa a las pantallas del país. ¿Cuándo  fue la última vez que presentó algo en Venezuela?

—A comienzos de 2014 cuando se emitió por Venevisión la telenovela De todas maneras Rosa de Carlos Pérez. Todos estos años en que he estado lejos han retransmitido otras en las que participé, así que de alguna manera he estado presente en la pantalla chica nacional. Pero tenía cuatro años que no lo estaba a través de un trabajo nuevo.

¿Qué tiene entre manos actualmente?

—Estoy creando varios proyectos en colaboración con otros artistas, pero todos están en las primeras etapas. Lo que sí es seguro es que deseo volver a mi país y compartirlos con mi gente. Mientras eso sucede, agradezco la posibilidad que esta película me brinda para reconectar con el público venezolano. Translúcido es mi abrazo para todos en medio de la dificultad.


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