Lo repite a diario como un mantra porque lo cree fervientemente: aún en tiempos turbios, la bondad abunda. La inquietud solidaria que empezó a formalizarse con una fundación propia llamadas Alas –tanto para recaudar materiales médicos y juguetes como para canalizar ayudas empresariales hacia hospitales e instituciones necesitadas– dio paso a otras urgencias crecientes. Ver a niños manifestando y personas comiendo de la basura durante las protestas la dejó con una mezcla espesa de angustias e ilusiones. Con esa, una de sus frases favoritas al despedirse de sus radioescuchas, Caterina Valentino inició un movimiento para ayudar a alimentar a venezolanos de muy bajos recursos. Todos los fines de semana, en Caracas o en el interior, ella y otras ocho personas fijas se organizan para preparar y repartir comidas a los menos favorecidos.

“Desde antes ya contribuía con este tipo de iniciativas, pero no lo divulgaba. La fundación Mano a mano me invitó a salir con ellos a repartir y fue una locura”, explica. De un tiempo para acá empezó a hacerlo por cuenta propia de forma continua, bajo la figura de un movimiento que se está replicando en otros países para asistir a venezolanos que también atraviesan situaciones precarias lejos del terruño. Para colaborar, los interesados deben llenar el formulario de contacto de su sitio web –caterinavalentino.com– y ofrecer por esa vía los alimentos, ropa en buen estado, útiles escolares o cualquier otra ayuda que quieran compartir. Los donativos se reparten en zonas altamente necesitadas: algunos han llegado a su Catia natal, otros a la frontera con Colombia para asistir a compatriotas desplazados, y otros tantos a calles, escuelas, refugios y comunidades olvidadas por las autoridades.

¿Qué la ha conmovido en esa cruzada? “La nobleza del venezolano. Hemos conseguido muchos aliados y entre recolecciones de Miami y Panamá llegamos a llenar un contenedor de productos donados por gente que quiere ayudar. También me emociona ver que se conserve la inocencia entre tanta maldad y que alguien en condiciones muy precarias te reciba siempre con una sonrisa”.

Su sueño de país es uno de libertad y progreso, donde las familias no hurgan en la basura y la educación y el trabajo vuelven a ser los valores más importantes. “A pesar de todo, creo que hemos aprendido a querernos más, a darnos cuenta de lo mucho que vale el otro cuando se va, a no repetir errores, a descubrir que vivíamos en democracia aun con sus defectos y que no existe nada más grande que la libertad”, reflexiona. “Nos hace falta creer que realmente somos un gran país y a veces también necesitamos gente que nos motive, pero si estás esperando que alguien venga a rescatarte, lo primero que tienes que hacer es verte en un espejo”. ¿Qué la anima a continuar?  “Cuando un niño te sonríe, sientes que todo el esfuerzo vale la pena. No creo solamente que los buenos somos más. Creo que los buenos podemos ser todos”.

En Instagram: @caterinavalentino


“Tenemos que levantar la mirada y entender que no vamos a salir de esta situación si cada uno no hace su parte para comenzar a cambiar”



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