Una nación dividida por la política. Familias quebradas por la emigración: un caudal de jóvenes diplomados buscándose la vida en países de cuatro estaciones. La angustia de perder la identidad de origen. Ver, desde lejos, a un país comerse a sus hijos como Saturno. Volver: enfrentarse a la acusación de haber traicionado su cultura. El limbo de no sentirse ni de allá, ni de acá…

Estos son los temas que desarrolla la nueva superestrella de la literatura norteamericana, Chimamanda Ngozi Adiche. Nacida en Nigeria, se impuso en las listas de novelas más vendidas con dos libros, Medio sol amarillo y Americanah. Consolidó su fama en una charla en las prestigiosas TEDx Talks, con una de las conferencias más vistas de todo el portal. “Todos deberíamos ser feministas” (https://www.youtube.com/watch?v=hg3umXU_qWc), el título de su intervención, terminó siendo un grito de guerra por la defensa de los derechos de las mujeres. Fue un evento social que impactó la cultura popular norteamericana: la diseñadora Maria Grazia Chiuri la imprimió en su primer trabajo para Dior (http://www.elle.com/fashion/news/a43431/dior-we-should-all-be-feminists-shirt-rihanna-charity/). La marca la puso en venta por la bicoca de 710$ la unidad, prometiendo revertir una cantidad de las ganancias a la fundación humanitaria de la cantante Rihanna. Así, Chimamanda se ha transformado en un ícono, la nueva moneda de cambio que todos quieren poseer.

Sin embargo, en una sociedad gobernada por frases mal escritas de 140 caracteres, la autora ha rechazado esta apropiación. En una entrevista con el periódico alemán De Volkskrant, Adiche manifiesta su frustración: “¿A ustedes no les interesan mis libros?”, dice, cuando le preguntan por enésima vez sobre el video de la cantante Beyoncé donde utilizan su charla. “Mi feminismo no es el de ella”, aclara ante la imagen de una Beyoncé jadeante meneándose con frenesí (http://www.thefader.com/2016/10/07/chimamanda-ngozi-adichie-beyoncs-feminism-comment).

Así, para alguien que leyó su obra con fascinación e interés, creo que reducir el trabajo de la nigeriana a su conferencia o a un video de Beyoncé es privarse de una pluma fundamental. Muchos han escrito sobre identidad y emigración, un tema tan antiguo como Ulises perdiéndose en barco tratando de regresar a casa. Lo que Chimamanda agrega es una increíble frescura y un ritmo magistral. La autora es capaz de abrir Medio sol amarillo con una divertida escena sobre los contrastes sociales en Nigeria. Ugwu, uno de los personajes principales, llega a su primer día de trabajo como ayudante de la mucama a una casa de clase media. Cuando se le dice que puede comer todo lo que quiera de la nevera, el chico de orígenes humildes debe adivinar qué es “una nevera”:

“Ugwu entró a la cocina con cautela, colocando un pie delante del otro. Cuando vio la cosa blanca, casi tan grande como él, supo que era el refrigerador. Su tía le había hablado al respecto. Es un granero frío, le dijo, que evita que la comida se dañe”.

Es Aureliano Buendía recordando el hielo, en claves africanas. Así, cuando Ugwu se arma de coraje y logra abrir el inmenso electrodoméstico blanco queda congelado, como frente a un pelotón de fusilamento. No puede creer la gran cantidad de víveres que tiene ante sus ojos, y decide embolsillarse un pollo entero antes de que la comida desaparezca. Cuando los dueños lo descubren por culpa del tufo a pollo que emana de su grasiento saco, el lector enfrenta, a través del humor de la autora, los grandes problemas de distribución de la riqueza que puede tener un país como Nigeria.

De esta manera somos atraídos poco a poco al relato, que resultará desgarrador. Nigeria es un país rico ya que posee petróleo. Sin embargo, la sociedad se encuentra fracturada. Hay quienes estiman que han perdido los “verdaderos valores” del país y que este debe refundarse. El gobierno los llama traidores. Deciden desconocer al gobierno central y fundan un gobierno paralelo. Bautizan al proyecto “Biafra”. Lo que sigue, todos lo conocemos: una guerra civil de proporciones espantosas y una de las hambrunas más serias de la segunda mitad del siglo XX.

Esta es la razón por la cual Medio sol amarillo destaca dentro de la literatura contemporánea. Es una brillante radiografía de una sociedad descompuesta, avanzando a ritmo vertiginoso hacia su propia catástrofe. Son países que se suicidan, países que votan por gobernantes que los empobrecerán, que destruirán el tejido colectivo y los llevarán a la guerra civil. Es el gran fracaso de la monoproducción: un Estado que administra los recursos, recompensando favores y castigando a sus enemigos. Esto crea una clase media nuevorrica, desinteresada por el arte o los estudios. Se aplaude la falta de cultura y la ignorancia más abyecta, con tal de que ello acerque a las personas al poder. Es esto lo que nos enseña Medio sol amarillo: el derrumbe sociopolítico de un país señala la mediocridad de sus clases altas y medias.

“La nueva clase alta nigeriana es una colección de analfabetos que no lee nada y come comida que no le gusta en restaurantes libaneses sobrepreciados, mientras conversa alrededor de un solo tema: ¿Cómo te va con el carro nuevo?”.

Sin embargo, el dueño de la casa donde trabaja Ugwu, un profesor universitario de ideas nacionalistas, jamás verá venir la guerra, ni siquiera luego del golpe de Estado:

“El amo estaba parado cerca de la radio. (…) Ha habido un golpe, dijo mi amo, señalando la radio. (…) La Constitución ha sido suspendida, así como los gobiernos regionales y las asambleas. Queridos compatriotas, nuestro objetivo es establecer una nación libre de la corrupción y de las luchas internas. Nuestros enemigos son los enchufados (“political profiteers”, traducción mía), los estafadores, la gente en cargos altos y bajos que piden comisiones del diez por ciento, los que quieren dividir al país para gobernar por siempre, las tribus, los nepotistas, (…) aquellos que han corrompido nuestra sociedad”.

El final del libro, una vez oficializada la división de Nigeria en dos y la guerra civil, destaca por su sobriedad. Alejándose del excesivo amarillismo que caracteriza los relatos históricos, Ngozi Adiche nos invita a seguir a los personajes hacia el final que todos intuimos.

“Le preocupaban otras cosas: cómo sus reglas eran cada vez menos frecuentes y ya no rojizas, sino de un marrón arcilla, cómo el pelo se le estaba cayendo al bebé, cómo el hambre le estaba robando el recuerdo de sus hijos”.

Las grandes novelas apelan a los relatos épicos fundadores de la cultura. La historia de Nigeria es Caín matando a Abel, la envidia y el odio apoderándose de los hermanos. Los países también caemos en el fratricidio. Las naciones se dejan dividir por la ideología, por la política, por la deshumanización del adversario. Sigue la guerra, un evento en el que jamás hay ganadores.

Ninguna nación está exenta del horror. Es trabajo de las instituciones y de los ciudadanos mediar los conflictos. Chimamanda Ngozi Adiche nos muestra lo que sucede cuando esto falla, cuando la sociedad se deja arrastrar hacia la barbarie.

Es por esto que, en estos momentos, no hay país que necesite leer Medio sol amarillo más que Venezuela.


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