Lev Landau, notable físico y matemático ruso, nació en Bakú en 1908, hijo de familia judía. Niño prodigio, pero también enfant terrible, asombró a todos por su brillante inteligencia, a la vez que por su carácter endemoniado que le permitió ascender muy rápidamente en el campo de los mejores científicos de su país. A la edad de 14 años ingresó en la Universidad de Bakú, y dos años más tarde estudió en la Universidad Estatal de Leningrado. Se gradúa en 1927 y continuó sus estudios en el Instituto de Física y Tecnología de Leningrado, el emporio de los físicos soviéticos.

Su primera oportunidad de viajar al extranjero llega en 1929, gracias a una beca de viaje del gobierno soviético, complementada con una beca Rockefeller. Durante los dos años siguientes trabaja en Alemania, Suiza, Holanda, el Reino Unido, Bélgica y Dinamarca. Sus estancias más fructíferas serán en las universidades de Gotinga y Leipzig y, sobre todo, la de Copenhague, donde trabajó dos años con Niels Bohr, quien pasó a ser su mentor. Pronto, aparece como figura clave de la física teórica, merced a sus contribuciones a la mecánica cuántica. Tienen mucha resonancia sus estudios sobre el estado mixto, la teoría del diamagnetismo, la superfluidez, la teoría fenomenológica sobre líquidos de Fermi, la teoría Ginzburg-Landau sobre la superconductividad, el efecto de amortiguamiento de Landau sobre la formación de turbulencias en fluidos, el polo de Landau en electrodinámica cuántica, o la teoría sobre los neutrinos. Escribe un Curso de Física Teórica, que consta de diez volúmenes.

Recibió el premio Nobel de Física en 1962 por su teoría de la materia condensada, en particular sobre la superfluidez del helio líquido.

En los años de su juventud creyó mucho en el comunismo, y consideraba su aporte a la ciencia como demostración de su fervor socialista. En 1935 publicó en el diario Izvestia un artículo, “La burguesía y la física contemporánea”, donde atacaba las simpatías de la burguesía por el dinero y las supersticiones religiosas, y celebraba las oportunidades sin precedentes para el desarrollo de la física que proporcionaba el Partido y el Gobierno. Sin embargo, pronto empezó a mostrar su descontento con la forma en que Stalin estaba dirigiendo el país. Llegaron los años de la Gran Purga.

En 1937 la KGB arrestó a varios físicos alemanes que trabajaban en Jarkov y a otros científicos. Antes de ser fusilados, Lev Shubnikov y Lev Rozenkevich, amigos de Landau, “confesaron” que Landau encabezaba una organización contrarrevolucionaria. El 28 de abril de 1938, Landau junto con Moiséi Koretz y Yuri B. Rumer, dos amigos suyos, fueron detenidos. En su poder fue encontrado el siguiente panfleto:

“La gran causa de la Revolución de Octubre está siendo vilmente traicionada. El país está inundado con torrentes de sangre y lodo. Millones de personas inocentes están siendo arrojadas a las cárceles y nadie puede decir cuándo le tocará su turno… ¿Acaso no veis, camaradas, que la camarilla de Stalin ha dado un giro fascista? El socialismo solo ha quedado en las páginas de los periódicos, que definitivamente se han acostumbrado a mentir. En su odio frenético y rabioso hacia el verdadero socialismo, Stalin se ha igualado a Hitler y Mussolini. Destruyendo para conservar el poder en el país, Stalin lo transforma en presa fácil del brutal fascismo alemán. El proletariado de nuestro país, que derrocó a los zares y a los capitalistas, será capaz de derrocar a un dictador fascista y a su camarilla. (…) ¡Viva el Día de Mayo, día de la lucha por el socialismo!”

Y firmaba el Partido de los Trabajadores Antifascistas.

Landau fue llevado a la prisión de Lubyanka. Después de dos meses de estar de pie durante siete horas al día y amenazado de traslado a la prisión de Lefortovo (que era mucho peor que la prisión de Lubyanka) escribió y firmó una confesión. Su confesión de seis páginas dice:

“A comienzos de 1937 llegamos a la conclusión de que el Partido había degenerado y que el Gobierno soviético hacía tiempo que no actuaba en favor de los intereses de los trabajadores sino a favor de un reducido grupo, por lo que el país demandaba era el derrocamiento del gobierno y la creación en la URSS de un estado que preservara los koljoses y la propiedad estatal de la industria, pero construido sobre los principios de los estados democrático-burgueses”.

Fue su amigo Peter Kapitza, valido de su enorme importancia en el trabajo científico, quien de manera terca intercedió ante Stalin para que lo soltaran, porque si no, dejaría toda su labor. El famoso Niels Bohr también escribió una carta a Stalin en que pedía la inmediata libertad de Landau. Así fue cómo salió en libertad en 1939 y reinstalado como un investigador en el Instituto de Problemas de Física. En esos días escribió: “Pasé un año en la cárcel y estaba claro que iba a ser incapaz de vivir, incluso para otro medio año”.

En cambio, Koretz pasó 20 años en el Gulag y retornó a Moscú en 1958. Murió de cáncer en 1984. Y Rumer pasó 10 años en una sharashka, un instituto de ciencias e ingeniería que era una especie de prisión.

Vuelto a su trabajo, Landau ingresó en el ambiente profundo y complicado de su ciencia. Sus opiniones políticas, sin embargo, las expresaba en conversaciones con sus íntimos amigos, según documentos que reposan en los archivos de la KGB. Él opinaba sobre Lenin de esta manera:

“Lenin empleaba el mismo género de represión… Nuestro régimen, tal como lo he aprendido desde 1937, es definitivamente, un régimen fascista, que nunca podrá cambiar. Y es ridículo pensar que pueda convertirse en algo decente. La cuestión acerca de la liquidación por medios pacíficos de nuestro régimen es una cosa ligada al futuro de la humanidad… Sin fascismo no habrá guerra. Es totalmente claro que Lenin fue el primer fascista”.

Así lo ha escrito Gennady Gorelik, físico e historiador, investigador del Centro de Filosofía e Historia de la Ciencia de la Universidad de Boston y autor de diversas biografías de físicos rusos, entre ellos Landau y Andrei Sajarov. Para Gorelik, fueron solo dos físicos, Landau y Mijaíl Leontovich, quienes tomaron distancia del proyecto de bomba atómica de Stalin. Y lo hacía Landau limitando su participación al mínimo y para protegerse de las autoridades. Después de muerto Stalin, comentó que ya no tenía temor de expresar que no quería trabajar en el proyecto de la bomba.

Landau murió en 1968 luego de sufrir, seis años antes, un accidente automovilístico que le provocó fracturas de varios huesos, incluso con daño cerebral. Cayó en coma varias veces y fue desahuciado también varias veces. Sufrió dolores muy horribles.

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Bibliografía consultada

Crimen sin castigo. Vitali Shentalinski. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2007, p. 406.

“The Top-Secret Life of Lev Landau”. En: Scientific American. Gennady Gorelik. Agosto 1997, volumen 277, N° 2, pp. 72-77.


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