“¿Qué vas a hacer en Venezuela esta semana? Tú no vives allá. ¿Qué vas a buscar? Quédate”.

Karina tuvo que lidiar con estos comentarios desde el mismo momento en que decidió adelantar su viaje a Venezuela una semana, para ser parte de los millones de manifestantes que el 19 de abril salieron a las calles a protestar en contra del gobierno de Nicolás Maduro. Los más preocupados: sus hijos y su esposo.

“Fue muy angustioso y sé que no tenía necesidad alguna de llegar antes porque mis presentaciones en el país estaban programadas para esta semana. Pero uno no puede andar con doble discurso. Yo siempre he sido coherente con mis principios, mis valores, mis convicciones. Este es el momento de hacer por mi país, una manera de devolverle tanto a Venezuela”, cuenta por teléfono la cantante.

Lo primero que metió en su maleta, dice, fue una máscara antigás. “Porque sí, hay que tomar previsiones”. Ahora cuenta con indignación lo que vio y vivió ese día. “El comportamiento de estos maulas –se refiere a los funcionarios de la GNB y la PNB que reprimieron a los manifestantes– fue despreciable. Éramos millones de personas y el ataque fue feroz, con saña, con malicia, con mucho odio, ese que el mismo gobierno dice que combate con amor. Pero es completamente lo contrario. Tenemos que salir de este régimen de malvados y degenerados. Están completamente disociados, viven en una realidad paralela”.

Recuerda Karina a su otro pueblo, el judío, perseguido, marcado, atacado. Y dice: “Los venezolanos no podemos quedarnos quietos. No podemos hacer caso omiso de lo que estamos viviendo. Yo sé lo que se siente, qué significa ser perseguido, ser botado de tu patria, saberse errante. Y parte de mi filosofía es no quedarme callada ni inactiva”.

—Pero hay quienes prefieren el silencio.

—Quedarte callado te hace parte del problema, de la atrocidad de no hacerte eco. Pero no es el momento de juzgar. Es el momento de perdonar, de aportar. Y que la historia y la justicia divina se encarguen de esta gente.

—¿Le es fácil perdonar?

—Es lo más difícil. Hay que tener un nivel espiritual que muy pocos alcanzamos. Perdonar y dejar ir es dificilísimo y a mí, judía, latina y escorpio, me cuesta mucho. Uno deja pasar, pero no olvida. Todo lo que estamos pasando nos ha llevado, como seres humanos, a niveles inimaginables. Ha sacado lo peor de nosotros. Todos estamos a la defensiva, es una suerte de sobrevivencia. Y hemos llegado a este desastre.

Para describir lo que están viviendo los venezolanos utiliza una palabra que, acota, no suele ser parte de su vocabulario: maldita. “Estamos en una situación maldita. Es la palabra que mejor encaja: gente muriéndose de hambre, por falta de medicinas, ancianos desesperados en una cola, pueblo contra pueblo. Es una maldición. Y no me explico cómo llegamos a esto”.

—Hay jóvenes en el país que no tienen memoria de días felices.

—Exacto. Y yo sí tengo recuerdos de un país feliz, de un país próspero, de Caracas como una de las grandes capitales de Latinoamérica, con una vida cultural envidiable. Yo tenía primos que vivían en Perú en los años ochenta y venían acá y se sentían como en Nueva York. Ahora yo viajo a cualquier país de Centroamérica y, en comparación con Venezuela, me siento en el primer mundo. Y pienso: qué nos pasó, por qué este retroceso en todos los ámbitos. Cuesta creerlo. La degeneración es absoluta. Y eso que antes hubo corrupción, hubo gente deshonesta, egoísta. Pero podíamos ser felices.

—¿Cree que se puede recuperar aquel país?

—Siempre se puede. Nunca va a ser igual y no debe ser igual para que no pase lo que vivimos ahora. La que viene tiene que ser una generación diferente, con una conciencia distinta, que haya aprendido mucho. Tienen que venir nuevos políticos. De esto tiene que salir una flor muy diferente, algo que no hemos visto ni vivido.

La ciudadana comprometida deja hablar entonces a la artista, también comprometida. Karina vino al país para presentarse esta semana en Caracas, Valencia y Barquisimeto como parte de la promoción de su más reciente disco, Tequila y rosas. Había agotado casi todos los boletos, pero el viernes decidió reprogramar los conciertos por la crisis que hay en el país. “Sé que las entradas son costosas y agradezco tanto el cariño de la gente”. Cariño alimentado durante 30 años, desde que en 1985 salió a la venta su primer álbum, Amor a millón, del que aún sus fanáticos cantan “Sé como duele”, “Sálvame” y “Amor a millón”.

—Entre De pie y Tequila y rosas pasaron 7 años. ¿Por qué ese silencio tan prolongado?

—Fueron 7 años kármicos en mi vida personal. Mi papá se enfermó de alzhéimer a los 59 años de edad, lo que trajo cosas terribles en el ámbito familiar; un correligionario me estafó; Televisa me vetó; luego vino la enfermedad y muerte de mi hermana Yvette; el proceso que tuve que vivir para aceptar y ayudar a mi hija menor y su deseo de ser varón. Pero nunca paré de trabajar, de hacer conciertos. El disco debió haber salido hace dos años, pero he tenido una etapa muy oscura, dura. Y la vida me pasó por encima.

—¿El disco es entonces una suerte de renacimiento?

—Totalmente. Este disco es una oportunidad más que me dio la vida de volver a comenzar. Creo que la hacedora de mi destino soy yo. Y sí, mientras más pasa el tiempo, más cuesta. Pero la gente me quiere. Me resisto a desaparecer. Eun excelente intento por volver, es un álbum muy bello, diferente a lo que he hecho antes. Siento que en mi vida ya lo peor ha pasado o espero que sea así. Es un momento de redención.

La mayoría de los temas –12 en total– fueron compuestos e interpretados en su momento por Rudy La Scala, el artífice de sus grandes éxitos. El álbum, dice Karina, tiene un lado A dedicado a la fusión ranchera y un lado B más pop. Incluye temas como “Por qué será”, “El cariño es como una flor” y “Mi vida eres tú”. Estará acompañado, además, de un DVD. “Vengo con una imagen totalmente nueva. Estoy disfrutando mucho lo que hago en este momento. Y todo me vale madre”, expresa y se ríe.

—¿Por qué interpretar a Rudy La Scala?

—Porque lo adoro, porque sus temas son maravillosos. Para mí él es un Juan Gabriel italiano. Quería interpretar temas que en México no fuesen tan famosos. Además, sus canciones son eternas. “Sé como duele” es un ejemplo, que 30 años después suena como el primer día. Hay 6 inéditos, muy vintage, como la imagen que llevo ahora.  

Porque es desde México y con el sello Universal que Karina vuelve a comenzar. “Para mí México es un mercado muy noble, aunque también duro. Pero a mí me encanta el reto. A mí me fue muy bien allí, me inspira mucho. Creo que es un país conveniente para todos los latinos. Me pareció un lugar perfecto para comenzar con un disco que tiene un sonsonete ranchero. Yo viví dos años allá y me marcó profundamente”.

Karina considera que todo lo que está viviendo en este momento es un éxito porque ya ella tuvo todo lo que la gente quiere de una buena carrera. No siente angustia, no piensa en los premios, aunque si vienen serán bienvenidos. Quiere celebrar. Y celebrarse. Porque para ella lo importante es estar.

Aunque tiene una carrera de 30 años, ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. La promoción, con idas y venidas de radios, televisión, medios impresos, le gusta. Unos días más que otros. Pero disfruta mucho la cercanía que ha logrado tener con sus seguidores a través de @karinalavoz en Instagram y Twitter, así como su página en Facebook. “Hay avenidas nuevas que estoy comenzando a transitar y eso emociona. No sé si trabajo más o menos que antes, pero estoy refrescando toda mi trayectoria, mi vida y eso es excitante”.

—Pero siempre tiene que volver al pasado, a los clásicos, a esos temas de hace 30 años.

—Claro, porque si no los cantas la gente no te perdona. Y está bien. Me gusta que la gente reviva esos temas. Y yo revivo muchas cosas cantándolos. A todo eso, ahora, le estoy encontrando la gracia.

—¿Qué le queda por hacer? 

—Actuar en cine. En Caracas, en la presentación Íntimos Cinex, me veré por primera vez en una pantalla grande cuando se proyecte el video “Por qué será”, que dirigió Marcel Rasquin. Yo me muero por hacer cine, interpretando a una loca, y con el director que me quiera. En Casi normal, el musical en el participé en 2015, interpretaba a una bipolar. Eso me marcó. Y a la vez me salvó la vida. Fue terapéutico en ese momento. Regresar al país, compartir con personas tan talentosas, ver que la gente lo intenta siempre a pesar de todo. Empiezas a apreciar otras cosas. De eso también se trata vivir. 

“Lo hice mal, pero no tan mal”

“Un año ha pasado desde que mi hija Hannah comenzó su proceso de convertirse en Xander, el hombre que siempre quiso ser. Tenemos un año adaptándonos, más nosotros como familia que él. Es un niño feliz, con grandes amigos en el colegio, talentoso y muy buen estudiante. Ha sido duro para mí, sí, porque pensé que era una barajita que no me iba a tocar. 

“Hoy cambiaría la forma en la que hablé de este proceso, porque reconozco que fue torpe exponerlo así. Pero el día que lo anuncié le aplicaban su primera inyección para frenar su desarrollo como niña. No imaginaba la jauría y la euforia que se iba a desatar porque yo soy muy desconectada de las redes, lo hago cuando tengo algo importante que decir. Pensé que estaba escribiendo una carta de amor pública, demostrando todo el apoyo que como familia le estábamos dando a mi hija. Quería que todo el mundo supiera que, a pesar de lo difícil, estábamos todos en el proceso, apoyándonos, queriéndonos.  Pero se desató una cosa horrorosa que de haberlo sabido no lo habría hecho de esa manera. Me encontré con mucho morbo, nunca me imaginé que el interés iba a ser tal. 

“Pero también recibí muchísimo apoyo, demostraciones de afecto, cariño. Fueron tres meses de silencio desde que lo anuncié hasta que volví a hablar públicamente, tiempo en el que leía todo tipo de comentarios. Y comenzó a acercarse mucha gente. Chicas y chicos en el mismo proceso. Y sí, tocamos vidas. A partir de entonces hay asociaciones a las que acompaño. Ha sido un proceso maravilloso, bonito. Yo también estoy en transición, estoy aprendiendo. Porque nadie está preparado para esto.

“Sí, lo hice mal, pero me doy cuenta que no tan mal”.


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