Una muerte plácida. Sin dolor. Sin tragedia. Así relata Annaé Torrealba, nieta del arpista y compositor Juan Vicente Torrealba, la desaparición física, el jueves a los 102 años de edad, del hombre que hizo que Caracas conociera el sonido del llano.

Este sábado, a partir de las 11:00 am, comienzan los actos velatorios en el Cementerio del Este. Allí, como dejó sentado en su testamento, será cremado. Sus cenizas serán esparcidas en el estero de Camaguán, estado Guárico, donde pasó gran parte de la niñez y la adolescencia.

Siempre mantuvo la lucidez. En el último mes su ritmo de vida cambió. Poco a poco comenzó a ponerse más lento. Cada vez más reposado y con menos movilidad. No dejó de pintar ni tomar fotografías, refugios del artista en años recientes. Y el jueves en la tarde se quedó dormido en su casa, rodeado de sus hijos, sus nietos y algunos bisnietos.

Para Annaé es abuelo, pero también es “el Maestro”. “Siempre le llamé abuelo, pero el trato de Maestro es por el respeto y la admiración que siempre le tuve”, expresó.

Una de sus nietas más cercanas, destaca que su mayor obra es la pasión por hacer las cosas bien y mostrar una faceta diferente de la música venezolana. “Exaltó lo que somos como país a través de la creación y evolución de nuestra cultura sonora”, manifestó.

En ese punto también coincide el músico venezolano Miguel Delgado Estévez, miembro de la agrupación El Cuarteto. “Despertó en las ciudades un gusto por la música del llano, pues ese género no era consumido en las grandes ciudades, y Torrealba, a través de su estilo, generó ese interés en la urbe”, dijo. Y agrega: “Es más fácil la audición de las composiciones de Torrealba que un joropo de esos bien tramados en los que te preguntas ‘¿dónde le agarro el tiempo a eso?”.

En la memoria de Estévez rondan los cuentos de su mamá sobre las reuniones familiares en Calabozo, donde “las sillas dejaban sus lugares habituales para salir de la casa” e iniciar la tertulia musical junto con vecinos de la cuadra. Su abuelo Mariano Estévez tocaba el cuatro, su abuela Carmen Aponte de Estévez, la mandolina, su mamá cantaba y el Maestro Torrealba acompañaba con la guitarra en sus años mozos.

Un total de 130 álbumes y más de 300 canciones constituyen la obra de Torrealba, que nació en Caracas el 20 de febrero de 1917. Comenzó a interesarse por la música con el apoyo de la compositora María Luisa Escobar. Fue ella quien le dijo que grabara lo que tocaba “porque sonaba muy bonito”, y gracias a ella llegó al arpa. Su primer éxito fue “María Laya”, con letra de Hurtado Rondón.

Juan Vicente Torrealba creó su propio sello discográfico: Banco largo, nombre que hace alusión al hato, propiedad de su familia, en Camaguán

En 1947 fundó el grupo Los Torrealberos con su hermano Arturo y Santana Torrealba León, hijo de su primer matrimonio con Carmen Belén León Toledo. Sin embargo, fue su segundo matrimonio con Mirtha Teresa Pantoja el que lo llevó a realizar una de sus mejores composiciones “La potra zaina”, que dio lugar a una telenovela en Colombia que se transmitió en 1993.

El álbum Rapsodia llanera de 1971 marcó un hito en la carrera de Los Torrealberos. Su sonido fue acompañado por una orquesta sinfónica que se convirtió en una especie de orquesta de cámara.

En 1977 Torrealba fundó Ritmo Bailable Súper 80, formada por 10 músicos y un coro de 4 personas. Combinaba instrumentos de viento y percusión como timbales, baterías, trompetas y trombón y tumbadora. En ese momento consideraba que era una buena oportunidad para retirarse como intérprete y meterse de lleno a la dirección orquestal.

Torrealba no tenía dudas: su mejor obra fue Concierto en la llanura, una de las primeras que compuso y que alcanzó reconocimiento internacional. En Paraguay, por ejemplo, para ser licenciado en Arpa se debe interpretar esa pieza de casi cuatro minutos de duración.

Coqueteó con la actuación. Apareció en cuatro películas rodadas en México y Venezuela, entre ellas Alma llanera (1965).

Fue condecorado con la orden Andrés Bello por Carlos Andrés Pérez, distinción que se reserva el Estado para premiar a los hombres que han contribuido en beneficio de la cultura, la ciencia y la educación. Pérez también lo condecoró con la Orden del Libertador en grado de Comendador en 1992.

Fue galardonado en 2014 por el Consejo Directivo de la Academia Latina de la Grabación por su contribución en el campo de la grabación con el Premio Grammy Latino. Tenía 97 años de edad y no pudo viajar a Las Vegas a recibirlo.

En 1993 se retiró de la escena artística venezolana. Su última presentación internacional fue en 1995 en el III Festival Internacional Xalapa de la Canción, en México.

Descansará, entonces, en los esteros de Camaguán, luego del encuentro con su potra zaina y con la esperanza de que su música llegue, como siempre lo soñó, al Teatro de la Scala de Milán.


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