Un largo hilo de humo trasluce los laterales de la tarima. El hombre, vestido de traje azul y zapatos negros, fuma sentado en la zona VIP de la terraza del Centro Comercial Ciudad Tamanaco. Acompañado de una mujer de cabello amarillo, que lleva en la mano un vaso de cerveza, escucha, con rostro de tranquilidad, a la Orquesta Latino Caribeña Simón Bolívar, también perteneciente al  Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela.

Son las 7:30 pm y todavía se ven espacios vacíos.

Uno que otro baila con pasos cortos, apenas soltando el cuerpo, como si solo estuviesen calentando. Aguardan para ver en vivo una de las fusiones más particulares de la música venezolana en los últimos años: el sonido peculiar de Guaco con el academicismo riguroso de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar. De esa unión surgió el disco Bidimensional, que el año pasado fue premiado con el Latin Grammy como Álbum Tropical Contemporáneo.

La gente entra y sale de la zona del concierto. Buscan los choripanes que venden fuera, cervezas, ron o whisky. El personal de seguridad, distribuido en cada uno de los accesos, intenta mantener al público en los sectores que les corresponden. También hay, en los alrededores del perímetro, funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana. Mientras tanto, los periodistas, en un sector en el que deben estar parados, tratan de conseguir un lugar para fotografiar o mirar el concierto.

Una sarta de aplausos rompe con el silencio incómodo del público cuando aparece la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, dirigida por Jesús Uzcátegui. La banda interpretó clásicos como «El alma llanera», del venezolano Pedro Elías Gutiérrez, o el «Mambo nº 8», del cubano Dámaso Pérez Prado. En ambas el público se levantó para bailar. Pero, luego de una hora, seguía la tensa espera.

De repente, en la pantalla central del escenario aparecieron colores que solo se identificarían con el maestro Carlos Cruz-Diez, que produjo el diseño del álbum Bidimensional. Luego acudieron a la pantalla los rostros de los miembros de Guaco, mientras en el escenario se ubicaban los vocalistas Luis Fernando Borjas, Diego Rojas y Mark Meléndez. Ahora sí, todas las sillas se ocuparon y la gente se levantó entre ovaciones y aplausos.

Después de cantar «Aguas de cristal», la primera canción de Bidimensional, Borjas expresó: «Es un sueño hecho realidad cantarles el repertorio de este disco. Estábamos locos por hacerlo. Esta noche va dedicada a Gustavo Aguado, que está cumpliendo 69 años hoy (ayer)».

Siguieron con “Estoy de vuelta», una de las favoritas de la gente, y luego «Si usted la viera»: desde el inicio y hasta el final con sobresalientes arreglos para trompetas, violines, arpa y percusión. A mitad de esa canción, un hombre se acercó a la tarima y le pidió matrimonio a su novia. «¿Le dijiste que sí?», preguntó Rojas riéndose. Y ella, que lucía en enrojecida en la pantalla lateral, asintió con la cabeza.

Le siguieron las baladas «Regálame tu amor en primavera» y «Si mis paredes hablaran». Fue en «Lágrimas no más» cuando hubo más emoción y mucha gente bailó.

El repertorio incluyó «Las caraqueñas», «Se nos fue el amor», «Llenarte de amores», y otros clásicos como «Pastelero», «Lo eres todo», «Todo quedó quedó» y «Pa’ti». Así como temas más recientes como «Baja» o «Pídeme».

Una de las sorpresas de la noche fue Gio, uno de los miembros de La Melodía perfecta, con quien cantaron «Te lo tengo que decir».

El concierto, que parecía haber finalizado a las 10:30 pm, siguió hasta las 11:00 pm entre clásicos y temas más recientes de Guaco, siempre acompañados por la Orquesta Simón Bolívar.

Para cerrar, músicos y público le cantaron el «Cumpleaños feliz» a Gustavo Aguado, el maestro fundador de la agrupación que ayer cumplió 69 años de edad.


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