El encuentro con Rafael Araujo se produce en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid donde ha sido invitado a exponer su obra. No es tan extraordinario que un artista exponga en el Museo de Ciencias Naturales, si tenemos en cuenta el esfuerzo que realiza la institución (que ya llegó a sus 240 años de fundada) para actualizar su gama de actividades buscando acostumbrar al público a ver las ciencias como un hecho cultural tan usual como ir al cine o al teatro y, al mismo tiempo, difundir la importancia de la ciencia en un país que arrastra un suspenso en lo que a desarrollo científico se refiere, si se compara con el resto de países punteros de la región. Lo que sí es singular es que un artista venezolano exponga entre sus muros. Es singular y resaltante, pero no casual, ya que la obra de Araujo nos remite a uno de los grandes problemas matemáticos más famosos y conocidos: la sucesión de Fibonacci según la cual “cada término es la suma de los dos anteriores” y es la relación recurrente la que los define.

En Europa está sucesión fue descrita por Leonardo Pisa, matemático italiano del siglo XII, conocido como Fibonacci. El número Phi, o la proporción áurea, ya era usada en la India en el siglo 300 a.C. y algunos matemáticos han visto en las medidas de la gran pirámide de Keops el resultado de la progresión. Lo que sí es cierto es que esta aparece en las configuraciones biológicas, como por ejemplo, en la disposición de las hojas en el tallo, en las flores de alcachofas y girasoles así como en la estructura espiral del caparazón de algunos moluscos como el nautilus, quizás una de las representaciones más bellas, meticulosas y asombrosas del trabajo de orfebre que realiza Araujo en torno al número sagrado.

Caraqueño (1958), Rafael Araujo comenzó su andadura como músico. Y formó parte de la Orquesta Nacional. Araujo tocaba la flauta dulce, y ya desde sus inicios musicales lo que más le llamaba la atención eran obras donde la búsqueda de la perfección y la belleza fueran trascendentales, y cita a dos grande compositores del barroco: Johan Sebastian Bach y a su contemporáneo George Phillip Telemann.

“Muy temprano también descubrí el dibujo y me di cuenta de que tenía facilidad para hacerlo. Me inscribo en la Facultad de Arquitectura, no tanto por el interés en las edificaciones, como por mi habilidad y capacidad para el dibujo y especialmente para el trazado de planos”. Es en el diseño de planos donde la destreza, paciencia y minuciosidad de Araujo resaltan como un don natural para el cálculo y la proyección geométrica.

De la arquitectura a la pintura

Inquirimos a Araujo sobre el proceso del arquitecto al artista plástico. Rafael advierte que, más que una vocación por la pintura o una indagación del hecho plástico en sí, a él lo que le interesa es la resolución de problemas que implican la proyección de las líneas en el espacio. Cuando descubre que las paralelas convergen en el horizonte creando la perspectiva ahí surge su “Eureka”. Sus inicios como artista “profesional” (su trabajo es apreciado y puede vivir del mismo) estuvo dedicado al paisaje venezolano, a eso que él dice “mal llamado” hiperrealismo. En sus paisajes, la perspectiva era eje fundamental de sus obras.

“Aunque siempre me gustó el cálculo, la geometría descriptiva, de hecho fui profesor de esa materia durante varios años, siempre pensé que no eran trabajos atractivos para el público; que ese esfuerzo de proyecciones matemáticas no tendrían ningún interés. Todo cambió al incorporar a mis diseños elementos de la naturaleza, como los caracoles, las mariposas… fue el color lo que hizo posible llegar a la pintura que hoy hago. Abandono definitivamente el paisajismo y me concentro en mi mente donde he encontrado una potente fuente de inspiración”.

La obsesión, por llamarlo de alguna forma, de entender la fórmula matemática Phi o el número áureo surge ya a los quince años. Observa, con asombro y admiración, cómo ciertos patrones se repiten en la naturaleza. Estos patrones hacen que sus proporciones sean perfectas, allí nace un interés no relacionado con el simbolismo místico que rodea al número, sino en la búsqueda de la belleza del orden, de esa proporción perfecta de ese equilibrio lógico y matemático.

“Por supuesto, con el tiempo y el estudio me intereso ya por la aplicación de patrones geométricos de crecimiento gobernados por la proporción áurea, que son los que uso dentro de mis fórmulas. Voy desplegando el secreto de ese diseño, cuidadosamente detallado en las espirales naturales en sus secuencias y proporciones. Entonces voy rastreando el número Phi a lo largo de nuestro entorno en las dobles espirales, en el trazo del vuelo de las mariposas o en el diseño de ese nautilus…”.

De la plástica al diseño geométrico

“Tal vez la relación entre ambos mundos, el geométrico, que exige horas de estudio, de concienzudo diseño (una sola composición me puede llevar hasta 100 horas de trabajo), y la naturaleza en su expresión más simple, perfecta, es lo que yo busco e intento perseguir y demostrar en la doble vuelta de hélice del vuelo de las mariposas o en la concha de los gasterópodos”.

Su referente en el arte lo encontramos en Escher, con quien Araujo comparte similitudes: facilidad manifiesta desde niño para el dibujo, estudios de arquitectura, que en el caso de Escher abandona para concentrarse en el estudio del diseño gráfico. Ambos comienzan su andadura como artistas plásticos en el paisaje que abandonan para explorar un mundo propio, creando un universo matemáticamente perfecto, e inquietante. Ambos, además, inmersos en desarrollar su talento explorando aquello que encuentran interesante o placentero más que en la búsqueda de cambiar los cánones artísticos de la época. Araujo reconoce que aunque no llega a la misantropía que abiertamente declaró Escher, su trabajo le exige tal dedicación; el laborioso proceso de planificación y posteriormente la siempre rigurosa ejecución del diseño completamente a mano; que necesita una disciplina casi franciscana, por lo que es muy poco el tiempo que dispone fuera de sus propias creaciones.

La experiencia de un libro para colorear

Le preguntamos a Rafael en torno a la publicación de The Golden Ratio, un libro para colorear. Araujo nos comenta que como “al parecer” –recalca tímidamente el artista– su obra gusta mucho, recibe a través de su página web desde preguntas hasta las propuestas mas inverosímiles de cualquier parte del mundo. Estando en Madrid le llegó una solicitud de unos jóvenes australianos para hacer un libro de colorear usando su trabajo como motivo. Desconociendo completamente que este tipo de libro estaba de moda, le pareció que era una de las propuestas más extravagantes que le habían solicitado hasta la fecha. Educadamente les dio su consentimiento, les envió fotos de su trabajo aclarándoles que se los cedía gratis para que ellos hicieran su libro. La respuesta fue que no podía ser así, porque era un proyecto preciso y serio. La idea era lanzar una campaña de crowdfunding, acompañada de un muy elaborado programa de mercadeo. Efectivamente, resultó que se trataba de personas altamente organizadas. El libro ha sido no solo exitoso, sino hiper exitoso. En diez horas recabaron el dinero que esperaban recaudar en treinta días. En total consiguieron veinte veces lo que estipulaban como monto original. Y a raíz de eso no solo se vendieron miles de libros, sino que le llegaron solicitudes de entrevistas en distintas y muy prestigiosas editoriales internacionales.

Un venezolano en el exterior

“Exponer en el Museo de Ciencias de Madrid es un honor y a la vez una gran oportunidad. No solo para mí, como artista. También como venezolano. Venezuela no es solo un país en crisis, también es gente que crea. Que hace música, escribe, pinta, construye más allá de la política desastrosa de nuestros gobernantes. Y eso es importante que se sepa y que se vea: Venezuela, el venezolano, es mucho más que quien nos gobierna”.


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