¡Por eso, genio mío, entra / desnudo en la vida y no te inquietes!

Hölderlin

La alteridad se enmohece sin ruptura. En esa relación del yo con los otros que plantea Lévinas urge un relámpago que ofusque los vínculos que sostenemos con los demás. De ese modo entra a una nueva esfera social Felisa, protagonista en Las poseídas de la argentina Betina González. Una novela que lejos de la simple indagación en los conflictos adolescentes de una época posdictatorial resuelve la interrogante sobre la supervivencia en los ecosistemas del mal que definen las normas de lo que Benjamin llamó: el demonio jurídico.

Si el desdoblamiento es uno de los modos de la supervivencia, lo es, genuinamente, a partir del carácter destructivo. Lo que en un colegio de monjas Felisa Wilmer y la narradora, María de la Cruz López, van a destruir para sí mismas es la idea cristiana de destino, cuya moralidad lapidaria impregna el contexto social hasta su propia formación:

“No podía, no quería pensar. Solamente quería que esa rabia esa inmensa alegría animal no se acabara nunca. Y aunque debería haber pensado más, y sobre todo, aunque debería haber visto y oído y hablado más, no quise. Por un tiempo, solo fuimos Felisa y yo y la fuerza de nuestros brazos. Y en lo único que yo podía pensar era en cuántas cosas más seríamos capaces de destrozar ese día” (p. 99).

Pero, ¿cómo trasladar la destrucción física del espacio a la destrucción del destino cristiano marcado por el nombre que otorga el demonio jurídico? A través del carácter que brota de un odio no moral hacia ese inquebrantable ordenamiento. Un carácter destructor que se traduce en genio que irrumpe en el pensamiento y se materializa en el lenguaje. Felisa y López reciben el relámpago, la interrupción del genio en la experiencia de una vida poética que les pertenece, en primer lugar, porque son jóvenes. El carácter destructor del genio es la vitalidad que se resiste al continuum de la existencia: “Hay algo perverso en la réplica que crece empujándonos fuera de nosotras mismas. Algo que nada tiene que ver con lo natural. Lo natural es resistirse. Lo natural es empecinarse en el instante” (p. 130). Un instante relámpago que enciende un carácter destructor y cultiva una visión de mundo alterna que se exhibe ante las uniformes configuraciones jurídicas y de identidad en las que cada uno cree encajar.

“Tenía que haber algo más en él, una racionalidad o un deseo, una voluntad de trastornar el mundo. ¿Cómo podía ser que Marisol no lo percibiera? Busqué algo para herirla. Pero en cambio dije: ―El pecado se transforma en verdadero placer solo cuando hay alguna posibilidad de que te descubran. Mark Twain nunca debe de haber aparecido en labios menos apropiados. Pero ya no había razón para esconder mi inteligencia, para no usarla con coquetería. Marisol me miró como si yo hubiera dicho un disparate” (p. 116).

El genio es una manifestación relampagueante que sacude tanto al receptor como al testigo. Entre la maravilla y el espanto el otro percibirá el carácter destructor que interrumpe el lenguaje y el cuerpo. Si Felisa en lugar de lanzarse desnuda desde una ventana con toda su sensibilidad artística y su odio no moral por lo instituido prefiere paralizar el entorno con carcajadas es porque, como el Benjamin paradójico, reconoce que: “El carácter destructivo no vive del sentimiento de que la vida es valiosa, sino del sentimiento de que el suicidio no merece la pena”.

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Betina González

Las poseídas

Tusquets

Barcelona, 2013


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