Arte sin artificios, sin poses ni disfraz. Desnudar el concepto hasta que quede totalmente expuesto, hasta que la obra misma pueda permanecer como tal y muestre su valor y su condición plástica, sin necesidad de emplear técnicas que la naturaleza no puede entregar.

La exposición Obra Primera XVI. Paraíso perdido del merideño Franco Contreras reúne una selección de trabajos correspondientes al lapso 2000-2018. En ella, el artista logra acoplar elementos sencillos para crear conceptos complejos, en los que su propia historia juega un papel cuando crea piezas compuestas por madera de café anudada con cabuya y láminas recortadas en finos hilos.

“No recurro a tecnologías, pero no por prejuicio, sino porque creo que esto me basta. Quisiera encontrar la esencia del arte en esas cosas tan sencillas como el palito de café y una cabuya”, asegura. El artista ha presentado muestras individuales en el Celarg en 2006 y en el Museo de Arte Contemporáneo en 2012.

Aunque plasma su concepción, no pretende imponerla. Por el contrario, para él es sumamente importante que la interpretación del observador tome protagonismo y que este descubra nuevos conceptos en la relación entre líneas, luces, sombras y movimiento en las piezas expuestas hasta el 27 de mayo, en la sala TAC del Trasnocho Cultural.

“Yo vengo del campo, todo lo encontré frente a mis ojos. Estaba la madera, no tuve que ir a ningún lado, y estaba la cabuya, que proporciona un recurso que me gusta muchísimo, el nudo, una maravilla: es primitivo, elemental, frágil, antiguo y moderno”, comenta el artista.

La casa del merideño es su taller. Allí nacen sus animales ensamblados cuidadosamente a partir de hilos de lámina y de sus montañas de madera de café. Los alrededores de su hogar son una fuente inagotable de materiales para la creación de piezas en las que trabaja, sin fatiga, paralelamente a lo que tiene entre manos. No espera a concluir una obra para iniciar un nuevo concepto, una nueva historia. La inspiración lo aborda con recuerdos que no puede desaprovechar.

“Siempre estoy haciendo algo, yo no creo para exposiciones, muestro después. Hago porque tengo que hacer, entonces siempre tengo muchas obras en la casa, siempre estoy trabajando. Y a veces me pongo a hacer juguetes, un poco para divertirme, para matar el tiempo. Y así voy armando simultáneamente todas estas cosas”, indica.

Considera que en su obra no solo está su voz, sino la de sus familiares y vecinos, especialmente la de su madre. “Aquí están todos. Ellos no lo vieron nunca, mamá no vio esto, murió antes. Pero si ella viviera, las reconocería”, dice rodeado de las piezas que representan criaturas, gente, su esencia.

“También antes estaban el cuento, la montaña, los animales. Estaba el diablo, porque mi mamá me contaba sobre él. Lo que no había allí era la búsqueda del arte, algo que encontré en la universidad. Decidí hacer con este material algo diferente a lo que se acostumbraba, cachas o cercas”, afirma Contreras, y agrega que decidió unir sus materiales espirituales con los físicos que lo rodeaban para iniciar su obra.

A Contreras le parece una maravilla haber encontrado una forma de crear arte contemporáneo a partir de recursos sencillos. Para él, el arte es invaluable: “Yo hasta ahora no había vendido casi nada. Era solo una necesidad de expresarme. Sin embargo, con el sueldo de profesor en la Universidad de los Andes, no se puede subsistir. Tengo que hacerlo, pero para mí la obra no tiene precio”.


Obra Primera XVI. Paraíso perdido

Sala TAC,

Trasnocho Cultural

Horarios: Miércoles a sábado, de 10:00 am a 9:00 pm

Domingo, martes y feriados, de 1:00 pm a 9:00 pm

Entrada libre


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