Roberto Mata tiene un propósito claro en la vida: ser útil al país. “Yo no sé hacer fotos de protestas, no soy fotógrafo de conflictos ni fotoperiodista”, dice el director y profesor de una escuela de fotografía que lleva su nombre y que el año próximo cumplirá 25 años. “A mí me gusta la gente y hacer retratos es un pasaporte para conocer a más personas”, agrega con una sonrisa en el rostro que delata su facilidad para crear empatía, un sentimiento que le ha sido útil en su experiencia profesional como retratista.

Durante las protestas de 2014 fue uno de los abanderados de los medios de comunicación no convencionales para divulgar los atropellos de los organismos del orden público. Escribió y publicó testimonios en los que les daba la voz a las víctimas y registraba la historia del país en retratos. “Pienso que en un momento como ese es un deber ciudadano servir como puente. Si sé hacer algo, pues tengo que hallar la forma de comunicarlo”, indica Mata.

¿Qué diferencias encontró entre las protestas de 2014 y las de 2017?

—En 2014 el cerco informativo nos agarró a todos fuera de base. Yo sentí que toda persona que tuviese una posibilidad de compartir información tenía que hacerlo. Busqué una víctima, le tomé su testimonio sin saber en realidad qué estaba haciendo. Escuche, escribí, hice un retrato y lo subí a Instagram. Me di cuenta de la responsabilidad de lo que hice: servir como un canal de comunicación. Desde entonces, asumí el rol de registrar testimonios y terminé haciendo 21 casos. En 2017, la relación con el cerco mediático fue distinta, ya todo el mundo sabe que primero hay que ir a Twitter o a Instagram porque en los medios tradicionales puede que ni aparezca la información.

¿Cuál es el valor de una imagen en el presente venezolano?

—Le da rostro a una víctima. Tú puedes oír el nombre de Mónica Carrillo, la mamá de Armando Cañizales, muchas veces, pero cuando la ves retratada, te sientes identificado. Te ubica de una manera como no lo podría hacer jamás un texto. En la medida en que tú humanizas a la víctima, el otro entiende que la tragedia le pudo pasar a él. Así se apela a la empatía para lograr un efecto en terceros. La fotografía es hacer memoria y esa es una responsabilidad ante el país.

—Con un teléfono inteligente, ¿cualquiera es fotógrafo?

—Ahora los celulares son como una adicción y hay gente que necesita rehabilitación. Las personas tienen que entender cuál es el valor de esas imágenes. La opinión que uno tenga no importa porque eso le quita valor a la foto. Tenemos que educar para que todo el mundo aprenda qué hacer con eso. O hacemos activismo político o registramos. Durante las protestas, tanto en 2014 como en 2017, hubo excesos, sobre todo entre los jóvenes que suelen ser más impulsivos. En 2014 lo importante era registrar el atropello y había que aprender el valor de las fotos.

¿Qué le está ofreciendo la nueva generación al quehacer fotográfico?

—En este momento, tener 20 años de edad significa tener más recorrido visual que un fotógrafo de 50 años de edad. Los jóvenes vienen con una carga diferente, por eso la forma de abordar los hechos es más creativa. Aparte, siempre tratan de buscar el hecho real, quieren saber cuál es la historia detrás de una fotografía y abordan los acontecimientos con estrategia, saben anticiparse a los movimientos en cualquier campo. Eso a veces hace que pierdan el miedo, que es fundamental para resguardarte y conocer los límites.

¿Qué se puede hacer desde la fotografía por el país?

—Poder sumar es un privilegio, mientras se pueda aportar deberíamos seguir haciéndolo. La diáspora es una tristeza, pero no la condeno. Yo solo me iré cuando deje de ser útil. Esto lo vamos a superar y lo lógico es buscar qué le podemos ofrecer nosotros al país. Los jóvenes tienen que plantarse frente a la realidad que les tocó vivir y asumir que esta es una oportunidad para ser creativos.

¿Cómo abatir la desesperanza?

—El mayor acto de resistencia que podemos hacer es llevar una vida normal. Parece que es el apocalipsis, pero realmente no, cada quien tiene un fin de mundo de un tamaño diferente. Debemos ser muy firmes con nortes y propósitos, muy a pesar de que todo esté en contra y eso requiere de una energía que no todo el mundo tiene. Aunque también pareciera que estuviésemos esperando que todo esto pase para ser mejores y debemos dar el paso es en este momento; no hay que esperar a que esto pase sino hacer las cosas ya, el país nos lo reclama todos los días.

Un fotógrafo nato

Roberto Mata tiene 50 años de edad, de los cuales 24 los ha dedicado a la enseñanza del quehacer fotográfico con una escuela que fundó en el año 1993. Nació en Valencia, estado Carabobo, en el seno de una familia de diez hermanos, donde él ocupa el octavo lugar. Aprendió a tomar fotos de manera autodidacta: cuando cursaba bachillerato, a través de su abuelo le llegó una cámara a las manos y desde entonces se interesó por el registro fotográfico. Como no podía costear los rollos, comenzó a trabajar en lo que mejor sabía y no ha parado hasta el presente. Dicta los cursos de Iluminación en Locación y Digital 3, y desde 2014 escribe testimonios que publica en el portal web Prodavinci.com.


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