Elvis Chaveinte cree con vehemencia en la verdad en escena. Prefiere enfocarse en el futuro, por lo que no lleva la cuenta de cuántos personajes ha escenificado en una carrera de casi dos décadas sobre las tablas venezolanas. Al día de hoy, se mantiene en el proscenio de la creación nacional protagonizando, dirigiendo y escribiendo piezas teatrales. De hecho, el actor encarna al personaje principal en una versión teatral de 1984 que se presenta en el Trasnocho Cultural, una obra desde la que busca plantearle preguntas a los espectadores con un trabajo riguroso.

Para actuar en la pieza basada en el libro más conocido de George Orwell no tuvo que buscar referentes atípicos. “Primero leí la novela y luego me tocó entrarle a la versión escrita por Aníbal Cova, pero no fue difícil conseguir las imágenes, dejando la versión literaria a un lado. Aquí solo hay que salir a la calle, tomar el Metro y caminar por Caracas para que lleguen solas las imágenes de ese mundo donde ‘El gran hermano’ lo domina todo”, asegura Chaveinte, quien prefiere crear a partir de lo que ha vivido.

“El cuerpo es memoria”, indica Chaveinte. “A mí me gusta crear a partir de lo corpóreo, es decir, desde las acciones que he marcado en mi mente. Pero eso va acompañado con la construcción de una verdad con los compañeros actores y con el público. Y es que actuar es buscar por siempre esa verdad en escena”, agrega.

Chaveinte es un caraqueño nato. Nació hace 41 años en el hospital Universitario y se crió en la parroquia El Recreo. Al graduarse de bachiller decidió que quería ser mecánico y se formó como técnico superior universitario en Tecnología Automotriz. Al teatro llegó por un hecho fortuito. “Rossana (Hernández) y yo éramos novios, aún no nos habíamos casado. Ella estudió Derecho y después actuación y estaba montando un monólogo con unos títeres donde cada uno tenía que mantener acentos diferentes. Empecé a ayudarla con los textos y me salieron varias voces diferentes, entonces pensé que tal vez podía actuar. Ahora no paro”, admite entre risas.

A pesar de haberse subido a la mayoría de los escenarios profesionales de Caracas, Chaveinte admite que ser actor de teatro no fue su primera meta. “Yo hice todo al revés. Hice modelaje, comencé a ir a castings y he hecho televisión, pero llegó un momento en que me di cuenta de que la actuación había que verla con respeto, no es algo que se puede hacer a la ligera, y decidí inscribirme en el Taller Nacional de Teatro de la Fundación Rajatabla”, dice el actor que paralelamente se formó con el director Orlando Arocha en la compañía Teatro de Contrajuego.

La primera vez que se montó en un escenario de manera profesional fue en un Festival de Internacional de Teatro con Otelo, dirigida por Arocha. “El actor oficial no podía ir a la función y me llamaron. Tenía que hacer el papel de Horacio y fue complicadísimo, porque me tuve que aprender todo en nueve días. Yo lloraba porque no me salía, pero fue una hermosa tragedia. Ahí surgió en mí algo maravilloso que se mantiene hasta el presente: no hago nada por hacerlo, todo tiene un toque de rigurosidad”.

Una vez egresado de los talleres del Rajatabla, Chaveinte decidió formar un grupo de teatro junto con Rossana Hernández y Gabriel Agüero, que denominaron Deus Ex Machina, una agrupación que desde 2013 ha realizado montajes como Saverio, el cruel, que fue galardonado en los premios municipales de teatro en 2014; Trece Rosas, una obra escrita y dirigida por Chaveinte y, más recientemente, La cocinera, que ganó cinco premios municipales de teatro en 2015.

El actor admite que la situación económica nacional no alimenta el quehacer artístico, sin embargo, encuentra la forma de crear desde el caos. “El teatro es como el universo, como el mar. Es muy complejo dedicarse a esta profesión, pero mientras más complicado sea montar algo, es mejor, porque precisamente la vida no es fácil y el teatro es un reflejo de lo que nos sucede. Si ponemos todo color rosa no sería real. Siempre hay que plantear preguntas y mostrar carne y vida en cada paso y en cada palabra que se dice sobre un escenario, aunque haya que sobrevivir y después hacer teatro”, puntualiza.

Fiesta teatral truncada

En abril pasado, nueve agrupaciones, entre las que se encontraba Deus Ex Machina, decidieron retirarse del Festival de Teatro de Caracas organizado por el Estado debido a la “represión indiscriminada que el gobierno” había ejercido, escribieron en una nota. “Nos pidieron una obra”, explica Chaveinte. “Les dijimos que teníamos La crema y nata; nos preguntaron si podía ser otra, pero dijimos que no”, agrega Chaveinte que era el escritor y director de la pieza que habla desde la comicidad y la ironía sobre la violencia y el poder dentro de las cárceles nacionales. “Decidimos participar, como lo habíamos hecho otros años, a pesar de que nuestras obras son muy críticas. Pero desde que comenzaron a publicitar el festival como una fiesta, decidimos que no íbamos a asistir a un festín cuando había gente muriéndose por protestar en la calle. No tiene ningún sentido hacer teatro de esa forma: diciendo que todo está chévere cuando todo se caía a pedazos. Sin embargo, no podemos dejar de hacer teatro porque es el reflejo de la vida. La idea no es callar la realidad sino pensarla”.


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