I

Alma y poesía, así la alcanzó la muerte, en medio de la gran duda de vivir. Hanni Ossot, en efecto, acaba de llegar (porque siempre es temprana su partida) a su lugar de origen poético, donde las imágenes y una muy particular sintaxis la verán arribar con los ojos abiertos de azul y la sonrisa inesperada, la guardada para el silencio.

Traducida por su propia vocación rilkeana, Hanni Ossott versificó “el misterio de la muerte como la única verdad que no le ha sido revelada”, como escribió Esdras Parra acerca de la poesía de esta mujer cuyo mundo giró alrededor de la palabra.

Ensayista, profesora de la Escuela de Letras de la UCV, Ossott significó una lectura lenta y expresiva de toda una generación.

Entre sus obras podemos mencionar Formas en el sueño figuran infinitos (1976), Espacios para decir lo mismo (1974), Espacios en disolución (1976), El reino donde la noche se abre (1986), Cielo, tu arco grande (1989), Casa de agua y de sombras (1992) y El circo roto (1996).

II

Un día, para abrir su poemario Casa de agua y de sombras, dijo desde la lejanía del tiempo: “Un libro que rememora la infancia nunca puede ser ‘literario’. La infancia no es literaria. Si hay acaso en ella esplendores, estos se muestran en una riqueza directa, sin ambages ni artilugios. El libro de la infancia es más bien psíquico. Se trata de un libro de demoras”, y así lo hizo durante los días de su aliento, de la poesía que brotó rota, terrible desde la memoria, la soledad:

“Por ese tiempo se empieza a escuchar / desde lo solo”.

Juan David García Bacca, citado por María Fernanda Palacios, dejó para nosotros: “La verdad poética es una de las pocas formas que la vida ha conseguido dar a la verdad para que le resulte vivible”. Hanni Ossott hizo lo posible por vivir en medio de la duda, y vivió, y tanto fue que nos trasladó hasta el adentro de sus días quebrantables, dolidos. La verdad de la poesía navega en los labios silenciados de hoy de esta poeta:

“Me extravié en el infinito / pensarlo / traerlo a mi alcoba / era un exceso / que hacía temblar. // Era demasiado pequeña para contenerlo. / Y me llenaba / me expandía / era astros”.

Y el infinito la hizo infinito, la imagina en lo perdido de lo alto, con las palabras que siguen sonando en el pecho de quienes la leemos.

Con Schopenhauer supimos que “La muerte es el auténtico genio inspirador de la filosofía”, y para muchos poetas, también. Ossott nos acerca a esta idea, nos la coloca frente a los ojos de la infancia para resucitar desde el pasado, desde el acento apacible de los padres, desde la niñez atrapada en la voz de quienes la leemos en voz alta”.

III

En su poema “El círculo difuso”, del libro Hasta que llegue el día y huyan las sombras, añade a todo lo anterior: “Tú también te alzas / desde el fondo nocturno de un pantano antiguo / y te enlazas y adhieres al nervio de mis últimos ojos / afirmado a un presente que sabiamente / ignora lodos. // Así recuperamos las sombras, las figuras, / entre hilachas / figuras ya desgonzadas / sin hombros sin palabras / fuera de toda circulación…”.

Y llegó el día y las sombras huyeron porque la luz, la que se instala en el alma, “Cerca del peligro, plenamente disponible / (…) / Entre corrientes, avanzando ciega / Colocada entre lo infernal y la quietud”, regresó a la palabra inicial, la que siempre es duda y verdad, canto y silencio.

Hanni Ossott nos destina a ser su permanencia, su estado revelado, su canto interior en nuestra azarosa y recuperable preparación a seguir los pasos del ruidoso mundo.

En su libro de ensayos, tan confesional como íntimo, Cómo escribir la poesía, escribe:

“Una de las rocas sobre las que se asienta la poesía es el sentido de la muerte. La conciencia de la muerte fundamenta a la poesía. No solo la muerte física, sino la psíquica. Ese aprender a perder suave o bruscamente con el vivir. Por ello en la poesía rara vez se habla de éxitos y sí de precariedad, de pobreza”.

La duda de vivir configura también la duda de saber morir en tanto la poesía sea la encargada de sostener esa duda. Hanni Ossott, desde esa afirmación, sabe que la felicidad es un reflejo, una distancia, por lo que no cree “que ningún ser humano pueda celebrarse ni pensar que lo que él tenga lo tienen los demás”, al referirse a Walt Whitman.

Por eso, en descargo de su filiación, en la que la duda persiste, escribió:

“El poeta está cerca de la muerte. Ha aprendido de ella y le otorga su voz”.

(Maracay, febrero 2003)

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Ossott ha publicado los poemarios: Espacios para decir lo mismoFormas en el sueño figuran infinitosEspacios en disoluciónEspacios de ausencia y de luzHasta que llegue el día y huyan las sombrasEl reino donde la noche se abreCielo, tu arco grandePlegarias y penumbrasCasa de agua y de sombras y El circo roto. Además, cuenta con tres libros de ensayo: Memoria en ausencia de imagen. Memoria del cuerpoImágenes, voces y visiones. Ensayos sobre el habla poética y Cómo leer la poesía. Ensayos sobre literatura y arte. También dominaba siete idiomas y tradujo la poesía de D.H. Lawrence, Rainer María Rilke y Emily Dickinson.


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