Los nombres de Santiago Pol, Mateo Manaure, Carlos Cruz-Diez, Gerd Leufert, Álvaro Sotillo, Nedo Mion Ferrario y Miguel Vásquez superpuestos en coloridas composiciones reciben al espectador en la primera serie que integra Una mirada, 80 caracteres, una exposición que resume 2 décadas de estudios en diseño gráfico y revela una evolución en la enseñanza de la tipografía en diversas escuelas de artes gráficas de Caracas por parte de la docente, diseñadora y artista plástico Anastasia Carpio.

“Muchos alumnos conocían muy bien a los diseñadores europeos o americanos, pero no estaban familiarizados con los creadores que se desarrollaron en Venezuela. Así nació esta serie con la que comienza el recorrido por mis años en la docencia”, señala Carpio, quien expone reinterpretaciones de sus estudiantes de maestros del diseño y de movimientos artísticos mundiales como el Constructivismo ruso, la Escuela Suiza o la Bauhaus.

En la muestra que se inaugura el sábado, los verdaderos expositores son los estudiantes; sin embargo la disposición en sala, la escogencia de los trabajos y la línea para la creación de cada concepto recaen sobre los hombros de Carpio. “Para ser diseñador solo hace falta pasión. Todo ser humano tiene un talento y lo que se necesita es un mentor que sepa llevar ese potencial al máximo”, expresa la docente que recopiló creaciones de 180 alumnos en una exhibición que contiene más de 1.000 ejercicios de la cátedra de tipografía.

Estudió diseño gráfico, publicitario y de modas en el Fashion Institute of Technology de Nueva York, donde para la época en la que egresó, 1992, se comenzaba a ampliar la oferta curricular de moda hacia otras ramas de la creación visual. Y fue precisamente esa reconversión en el pénsum lo que la ayudó a fortalecer su conocimiento en el ámbito de la gráfica y que luego podría desarrollar junto con sus estudiantes en Caracas.

Apoyan en el montaje los alumnos Susana Abreu, Marianne Roche, Johann Samkov, Alejandra Rodríguez, Dayag Martínez y Leonardo Suchneck. Este último escribió identificaciones tipográficas al pie de cada una de las series que integran la muestra. “Yo quería romper con los rotulados clásicos de la museografía y otorgarle valor estético a la explicación de lo que es cada pieza”, afirma Carpio, quien supo brindar a la sala del museo un ambiente que asemeja una clase en gran formato.

Aunque ya no enseña, la artista conoce la realidad de los jóvenes creadores. “Las escuelas en Venezuela están muy sufridas porque no solo los estudios de diseño, sino todo se ha vuelto más complicado. Hasta comprar materiales es difícil; sin embargo, me enorgullece ver cómo muchos centros se mantienen en pie. La vida continúa y tener la oportunidad de adentrarse en el mundo del diseño es invaluable”, concluye.


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