Medio siglo después de Un hombre y una mujer, película con la que el francés Claude Lelouch obtuvo el gran premio de Cannes en 1966, el director retoma la historia de la pareja protagonista con un nuevo filme en el que dice tener la impresión de cerrar un ciclo.

Les plus belles années d’une vie, proyectada este sábado fuera de competición en la 72 edición del Festival de Cannes, es una oda a la nostalgia donde vuelven a ponerse delante de la cámara Jean-Louis Trintignant, Anouk Aimée y sus dos hijos cinematográficos, Antoine Sire y Souad Amidou. Al reparto se suma la italiana Monica Bellucci, que encarna a la segunda hija del antiguo piloto de carreras, un vividor cuyas infidelidades acabaron con la pareja.

«Empezamos en Cannes y volvemos. Espero que no sea el fin, porque a mi edad tengo todavía más ganas de rodar que antes, tengo bulimia cinematográfica», apuntó el director a los periodistas.

Lelouch tenía 29 años cuando filmó la primera parte y ya ha cumplido 81. Un hombre y una mujer, destaca, les cambió la vida a todos, y la cinta destila verdad al mostrar sin artificios el paso del tiempo. Entre medias hubo una segunda parte, Un homme et une femme: 20 ans déjà, que también llegó al certamen francés pero fracasó: «Fue demasiado pronto, debería haber esperado 50 años. Cometí un error porque no habían cambiado, eran como una pareja que se reencuentra demasiado rápido, y aquí la fuerza de esta película es el tiempo».

Aunque la cinta original le hizo ganar también el Oscar al Mejor Filme Extranjero y mejor guión original, Lelouch siempre se ha mostrado receloso con la crítica. «Quédense con su nombre, porque no volveran a oír hablar de él», dijo de él la biblia francesa del cine Cahiers du cinéma cuando estrenó en 1960 su ópera prima, Le propre de l’homme. Era la venganza de esa revista a la guerra abierta del director contra la Nouvelle Vague. «La Nouvelle Vague la inventaron los italianos. Nosotros la recuperamos. En Francia, solo Jean-Luc Godard fue Nouvelle Vague. El resto siguió haciendo cine tradicional. Y yo nunca quise que me asimilaran, por eso tuve problemas», añadió.

Lelouch habla con la confianza de quien no tiene nada que demostrar: «Tenía más miedo a los 20 años que ahora. El tiempo nos quita el miedo. Ni siquiera tengo miedo a la muerte, porque te acostumbras, y cuando no tienes miedo, saboreas la vida de una forma extraordinaria, porque vuelves a ser un niño».

Esta última película la rodó en diez días de nuevo en la ciudad balneario de Deauville. En ella, Jean-Louis está ingresado en un geriátrico. Los recuerdos que todavía le permite su memoria le llevan una y otra vez a Anne, y su hijo, para complacerle, se encarga de buscar a su antiguo amor.

«Ser un romántico no es un defecto. Lo más bonito del mundo es cuando eres capaz de amar a alguien más que a ti. El día en que te enamoras amas a alguien más, y en ese momento la vida empieza a ser interesante. Siempre he creído en el amor. Creo que es la principal preocupación de la humanidad».

Trintignant, de 88 años y enfermo de cáncer, había anunciado en junio de 2018 que abandonaba el cine, pero se dejó convencer por Lelouch. Un director que presume de tener a actores que confían en él y se adapta a lo que cada uno puede ofrecerle: «Veo a los actores como atletas, no le voy a pedir a un corredor de cien metros hacer un maratón». Les plus belles années d’une vie, cuya melodía recupera el pegadizo «dabadabada» compuesto por Francis Lai, es para Lelouch «una película luminosa sobre dos personas que se acercan a la línea de llegada». La misma línea que él asegura también que ya empieza a ver.


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