Carlos Oteyza llenó el tanque de gasolina de su carro con el equivalente a 10 centavos de dólar. Ese simple hecho, para él, es un insulto a los más pobres. “Yo, que tengo las posibilidades de pagar más, considero que eso está mal cuando sabes que en otros países te puede llegar a costar hasta 40 dólares. No puede existir un subsidio tan grande, económicamente es un exabrupto. Eso se tiene que discutir, no se puede omitir”.

El director del documental CAP 2 intentos (2016) considera que es momento de pensar menos en lo que el Estado puede hacer por uno y preocuparse más por lo que las personas pueden hacer para que este logre sus objetivos.

“Hablo de un cambio de mentalidad, no solo de las personas, sino también de los sectores. Nos toca hablarlo, y no callar como ocurrió en los años noventa. En esa época la opinión pública mantenía un constante reclamo hacia el Estado. Era una continua pelea por tener una parte de la renta petrolera. Hoy hay que buscar soluciones entre todos. Por supuesto, una de ellas es que el Estado tenga menos poder y que la empresa privada se expanda”.

—¿Cuál sería su punto de partida en la investigación para un documental sobre estos tiempos?

—Comenzaría por entender el proceso en el que se acabó el liderazgo y pasamos al tiempo de la represión. Hemos vivido estos años un populismo autoritario, basado en el carisma del líder y el Estado petrolero. El guía carismático se fue y lo segundo ha disminuido. Lo que queda es la fuerza, pues ya no hay convicción, ni pasión. Entramos en la etapa represiva del populismo autoritario. La autocracia militarista se está imponiendo.

—Pareciera que son pocos, entre ellos usted, los que advierten que serán tiempos duros los que vendrán cuando haya un cambio en la conducción del país.

—Sí. A los que tenemos la posibilidad de historiar nos toca decir lo que sentimos. Al no ser políticos con pretensiones de poder tenemos más facilidad. Es una obligación moral. En las reuniones familiares, entre amigos y en el exterior se habla de eso. Entiendo que en estos momentos los líderes políticos no lo pongan en primer plano, pero tendrán que hacerlo pronto. De lo contrario, no se entenderán las medidas que se deben tomar. No lo digo solo por quienes militan en la oposición, sino también por buena parte de quienes están en el gobierno. Algunos de ellos saben que viene un cambio drástico, especialmente en eso de vivir subsidiado. Claro, los subsidios se tendrán que mantener en los sectores menos favorecidos. Mientras más lo hablemos, haremos sentir a la sociedad que es necesario, siempre que sea de forma consensuada.

—El sector cinematográfico ha estado muy vinculado al Estado a través de varios organismos. En ese futuro que plantea, ¿cómo tendría que ser esta relación?

—Que los cineastas no solo le exigieran al Estado la posibilidad de hacer cine. Sabemos que es el sector cultural más caro, pero nos hemos acostumbrado a vivir también del petróleo y a exigir que el Estado nos financie. Por eso, hay que mirar también a las empresas privadas. A este gobierno le dio por creer que se podían hacer películas sin entender que no se puede financiar a pérdida. Si los cineastas quieren hacer filmes sin ganancias, que sus recursos provengan de otro lado. Hay que decir que actualmente el fondo del CNAC para proyectos, que se nutre también de entes privados, se quedó corto porque el bolívar no vale nada. Vivimos la etapa de la euforia del populismo autoritario como si fuera a permanecer toda la vida. Se crearon festivales como el de Margarita y nunca se vio que todo era circunstancial. Todo se vino abajo porque no se establecieron políticas de un país pequeño como el que somos. Quedará entonces hacer cine de guerrilla, por ahora. En la euforia populista muchos cineastas venezolanos callaron. Si bien hubo diversidad temática, que es importante, no molestaron al régimen.

—¿Y no hubo excepciones?

—Seguramente las hubo, pero la moraleja está en que la mayoría creyó que la industria del cine había arrancado. Hay creadores, pero no hay nada más difícil que consolidar una industria. Se ha logrado en muchas partes, con ayuda del Estado, es verdad, pero con la participación de otros sectores. Era difícil que alguien preguntara por qué hay tantos festivales, por mencionar algo, y no hay una buena escuela de cine o son inexistentes apoyos a los técnicos para que puedan vivir tranquilos luego de su retiro. Había que mirar más a lo permanente y no a la fiesta de los altos precios petroleros y el endeudamiento. El gremio cayó en la trampa.

—¿Cobra más vigencia su documental CAP 2 intentos como advertencia de medidas que deben tomarse ante una eventual transición?

—No. La película sigue tan vigente como antes. El problema económico está subyugado por el político, pero se mantiene. Seguimos siendo un país muy débil porque vivimos del petróleo, altamente subsidiado, en el que los servicios son casi gratuitos. La gasolina es escandalosamente baja, como la electricidad y el teléfono. Son precios artificiales permitidos por el Estado petrolero. También hay otro elemento: el endeudamiento. El gobierno que venga tendrá que comunicar bien las dificultades que atravesaremos.

—Hay una frase de Tiempos de dictadura que resuena entre quienes la vieron. “Es más fácil militarizar a un civil que civilizar a un militar”. ¿Estas protestas pueden interpretarse como un rechazo a la militarización de la sociedad?

—En la calle hay una rebelión al pensamiento único. Había una reserva moral en los venezolanos que se está demostrando. No podemos sino alegrarnos por eso. ¿Quién hubiera pensado hace tres meses, después de lo ocurrido con el diálogo, que comenzaría una etapa como esta, aún por escribirse? Nadie habló de 60 días de protestas porque la gente no quiere vivir en un país militarista, un populismo comunista, en un régimen que no es fácil denominar. Buena parte del sector oficialista no sabe cómo salirse de la política gubernamental. Es verdad, hicieron negocios, los militares vivían bien, pero no era represivo como se ha demostrado desde 2014. Para los que creyeron por alguna razón en esto, salirse debe ser complejo al darse cuenta de que lo que se había montado tendía hacia la dictadura. Cuando el enemigo es la parte que no está de acuerdo contigo, ese 80% de la población, no le puedes ganar en elecciones sino con la fuerza. Creo que no toda la gente del gobierno quiere apoyar este régimen represivo. Se enredaron y no saben cómo salirse. Esto aún no se decide y no soy yo quién dirá cómo terminará. Para quedarse en minoría, no hay otra alternativa que la violencia. Lamento la cantidad de muertos que hay, se pudo evitar, pero el gobierno cayó en la trampa de no aceptar al otro.

Centenares de grabaciones. El documentalista Carlos Oteyza sonríe cuando se le pregunta qué proyecto desarrolla en estos momentos. “Siempre estoy trabajando. Permíteme seguir y cuando termine, te aviso. Me gusta que los cineastas estén registrando. Probablemente ese material me sirva, porque nos conocemos todos. Pero sí te digo que será muy difícil hacer una película histórica en el futuro cuando hay miles de cámaras todos los días grabando. Antiguamente no había material, ahora habrá en exceso. Mucha gente ha entendido la fuerza del documental y las posibilidades de la multiplicación de las cámaras en las calles. Si supieras la cantidad de muchachos con cámaras en los cascos, no hay mejor lugar de tiro de cámara que el de los actores mismos”, indica el realizador de Tiempos de dictadura, estrenado en 2012.

—¿Qué medio utiliza para ver estas grabaciones?

—No tengo Twitter. Me lo envían por Whatsapp o Youtube. Es importante no enfocarnos solo en la calle. Por eso hay que grabar lo que pasa diariamente en la casa, en la familia, la gente que adelgaza, el carro parado. El país tiene una visual muy diferente a la de los años sesenta, setenta y ochenta, que vemos en CAP 2 intentos. No solo eran tiempos de democracia con crisis, sino también una época con una calidad de vida superior. Hoy colocas una cámara en la calle y encuentras pobreza, un deterioro físico enorme. Estamos viviendo los peores tiempos de la República venezolana. La incertidumbre es el norte de cada uno cuando se levanta. Eso es trágico. Es muy duro para la mayoría de los venezolanos.

Tráiler de CAP 2 intentos


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