En La ciudad en el imaginario venezolano IV: del viernes negro a la Caracas roja, de Arturo Almandoz, el lector se encontrará con una ciudad en extremo distinta a lo que es hoy. El cuarto volumen de la serie, que se inició en 2002 con Del tiempo de Maricastaña a la masificación de los techos rojos, da cuenta de una capital en un constante fracasado intento por alcanzar la modernidad, un problema que –considera el autor– afecta a todo el tercer mundo.

“De cierta forma no doy la obra como cerrada, porque todavía hay más que hacer allí. Lo que he aspirado es a dejar un registro de la intelectualidad venezolana representada a través de novelistas y ensayistas de cara a la urbanización y al cambio social urbano en Venezuela. Creo que ha sido un arco temporal ambicioso, que incluso se entronca con el siglo XIX”, señala el urbanista, ensayista, cronista y profesor universitario.

En este IV volumen, publicado, al igual que los tres anteriores, por la Fundación para la Cultura Urbana, Almandoz cita a escritores esenciales de la literatura venezolana del siglo XX –entre ellos Eduardo Liendo, Ana Teresa Torres, Victoria De Stefano, Boris Izaguirre, Juan Liscano, José Balza, María Antonieta Madrid o Susana Rotker– para documentar la urbanidad caraqueña.

A su vez, aunque aclara que no es un libro de historia, se pasea a modo de cronista por momentos que marcaron la historia actual del país, como el Viernes Negro o el intento de golpe de Estado de 1992. “Es interesante el tema de los géneros de la escritura. Yo definiría el libro como un ensayo académico. Tiendo a que mi escritura sea ensayística, que no sea una monografía. En este volumen hay más incidencia de la crónica. No solo porque está presente en el material primario, sino porque, como la he trabajado en estos últimos años, yo mismo hago guiños allí. Así que se mueve entre el ensayo y la crónica”, indicó.

Para Almandoz, es relevante explorar el urbanismo con el uso de las fuentes literarias, más allá de la especializada, porque permite comprender el proceso urbano de largo aliento. “Los imaginarios creativos son importantes para mí en ese sentido. Yo me planteé el trabajo, en principio, para la primera mitad del siglo XX. Pero en cierta forma había material que excedía el período. Cuando escribía el tercero, me di cuenta de que había cosas que superaban la década de los ochenta. Es decir, había material adelantado”, recuerda Almandoz sobre esta cuarta parte, que le tomó nueve años de trabajo.

En el libro, el autor suele hacer referencias sobre la urbe de otras ciudades latinoamericanas para contextualizar. De ese modo ha demostrado, también, que no ha sido un problema en Venezuela, sino que concierne a la región. “Creo que hemos sido miopes e injustos con la situación de Venezuela al satanizarla, cuando buena parte de los países del tercer mundo también adolecieron de los mismos problemas”.

La propensión tanto en Venezuela como en el mundo de satanizar la ciudad es una de las conclusiones a las que ha llegado Almandoz con su investigación. Y esto ocurre –agrega– muchas veces descontextualizando a la urbe. “Yo soy muy de la ciudad. Apuesto mucho por ella, a pesar de que lo que tenemos hoy casi te hace asumir una posición contraria. Hay una visión, como dice Juan Liscano, de que la ciudad del gomecismo es el ayer de los cosmopolitas pero es el hoy de los provincianos. Y por otro lado está la visión muy crítica de quien la va a ver en una perspectiva más internacional y más modernizadora. Es un tema recurrente, diría yo, a lo largo del siglo”.


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