La memoria histórica es importante para no repetir errores del pasado, indica la profesora, escritora e investigadora Violeta Rojo, quien ha dedicado su vida al estudio de la literatura venezolana y latinoamericana.

Rojo ha sido un referente en el estudio del género de la minificción. Ha publicado Mínima expresión, Una muestra de la minificción en Venezuela, Breve manual para reconocer minicuentos y La minificción en Venezuela; pero esta vez se embarcó en una nueva aventura: el ensayo Las heridas de la literatura venezolana, para el que investigó la presencia de la historia en la literatura venezolana y su relación con nuestra memoria histórica.

¿Por qué llamar el ensayo Las heridas de la literatura venezolana?

—Se llama así porque empecé a analizar la literatura venezolana de los últimos años, lo que es interesantísimo porque, si bien la literatura refleja la sociedad de un país, la nuestra ha querido mostrarla de una manera obsesiva. Y esta última década ha sido muy dolorosa para todos. Antes el país nos dolía, pero ahora es una herida profunda que cargamos siempre encima. Las heridas a las que me refiero empiezan en 1989 con el Caracazo, luego los dos intentos de golpe de Estado de 1992, el golpe de Estado del 11 de abril de 2002, el deslave de Vargas de 1999 y  los cambios políticos que nos han cambiado como sociedad.

—¿Qué le inspiro a escribir este ensayo?

—Creo que fue el dolor. Sentimos heridas, el país no es lo que era ni lo que pensamos que iba a ser. Las familias se han ido, las universidades han cambiado. Es como si viviéramos en una guerra. Fue definitivamente el dolor.

—¿Cree que existe una relación entre la literatura y la historia?

—Ambas reflejan de alguna manera lo que es el país. Daniel Bertaux decía que “las novelas dan más información sobre las sociedades que cualquier libro especializado en sociología”. La literatura muestra a la sociedad de manera más fidedigna que muchos estudios. A mí me gusta mucho leer las novelas policiales. No por el crimen, sino por la sociedad que reflejan y la visión desde esa perspectiva. Considero que los historiadores deberían leer más novelas.

—¿Cuál es la importancia de la memoria histórica para los ciudadanos?

—Eso se resume en la frase que dice: un país que no conoce su historia está condenada a repetirla. Es importante insistir por la democracia, pues los mesías terminan crucificando a los demás y los fanatismos son lo peor que puede pasar en la historia. Muchos preguntan: ¿hasta cuándo hablaremos sobre los cuentos de los campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial? y la respuesta es por siempre, eso nunca se nos puede olvidar.

—¿La idealización de personajes históricos puede afectar la reconstrucción de la historia venezolana?

—Siempre las idealizaciones son espantosas. Una de las cosas que yo más amo de Inglaterra es que los ingleses no tienen héroes. A mí me llamaba la atención que en la BBC pasaban documentales mostrando aspectos negativos de Florence Nightingale, quien fue considerada precursora de la enfermería moderna. Es una sociedad a la que no le pueden caer a cuentos. En cuanto a Simón Bolívar, se dice que un historiador tomó el epistolario de él y destrozó todas las cartas que no forman parte de la imagen que se tiene creada del personaje. Yo no sé si eso será verdad, pero es interesante. Las idealizaciones son solo ideales y por eso nos alejan de lo sensato y racional.

—¿Cuál considera que es la diferencia entre memorias y autobiografías?

—Existe un debate teórico importante con este tema. En general, se cree que las memorias están más relacionadas al ámbito social y las autobiografías son más intimas, pero eso es un asunto académico porque al final la gente escribe lo que quiere y lo cataloga a su manera. Y después llegamos los analistas y decimos en qué categoría queda mejor. Pero, realmente, la literatura va por su lado, lo que me parece maravilloso porque los escritores deben escribir lo que quieran. Lo peor que pueden hacer es revisar teoría para saber cómo escribir.

—Entre los géneros autobiografía y autoficción, ¿cuál cree que es el más utilizado en la literatura venezolana?

—Es importante aclarar que dentro de la literatura autorreferencial está la autobiografía (que habla de yo), memorias (habla de la sociedad) y autoficción (una novela en la que el narrador, autor y personajes son lo mismo). Ahora bien, los géneros dependen de la época histórica. En los años del gomecismo hubo muchas memorias, como fue una época difícil era importante registrar el ámbito social que se vivía a través de las experiencias del individuo. Cuando el país se desmorona, hay que hablar de ello. Mientras que en años en los que el momento histórico no es tan álgido se da más la reflexión interna, es decir, la autobiografía. Por la crisis que estamos viviendo, supongo que la literatura autorreferencial en este momento debe ser más memorialista.

—¿En qué punto se encuentra la literatura venezolana actualmente?

—Eso es complicado porque el panorama editorial presenta muchas dificultades en cuanto  a la obtención de papel. Sin embargo, la literatura venezolana está contando lo que sucede en el país. Por ejemplo, Eduardo Sánchez Rugeles toca el tema de la diáspora, Rodrigo Blanco Calderón escribe sobre la locura cotidiana, y así sucesivamente.

—¿Qué libros recomienda para entender lo que ha pasado en Venezuela en las últimas dos décadas?

—Tienen que ser muchísimos. Pero recomendaría La renta y el reclamo de Diego Bautista Urbaneja, un estudio sobre el rentismo petrolero. Es un libro extraordinario que elimina una cantidad de mitos relacionados con el petróleo. Siempre hemos creído que ha habido una entrega total de petróleo, pero la realidad es que antes se cobraban impuestos.  Leer libros en general sobre el gomecismo y el perezjimenismo son muy provechosos también.

—¿Cuáles son sus próximos proyectos?

—Estoy escribiendo un libro que tuvo una génesis particular porque resulta que cuando Miguel Ángel Campos, quien fue el escritor del prólogo de Las heridas de la literatura, leyó el ensayo, me dijo que veía dos libros en uno. El primero tenía que ver con la memoria y el país, y el segundo con otro tema. Y me di cuenta de que tenía razón. Cuando quité esa mitad de libro, las mujeres quedaron por fuera. Ahora estoy escribiendo un libro que tiene que ver sobre las mujeres venezolanas en el siglo XIX. 

Más allá de las letras 

Violeta Rojo estudió Letras en la Universidad Central de Venezuela, para ella la mejor del país. “Toda mi familia ha pasado por este recinto educativo y eso es maravilloso”, contó. “Cuando visitas universidades en el exterior te das cuenta de que la UCV tiene unas obras de arte tan impresionantes”.

Luego, realizó una maestría de Literatura Latinoamericana y un doctorado en Letras en la Universidad Simón Bolívar. Ejerció la docencia durante 25 años y se jubiló hace 5 años.  “El tema de ser profesor es que siempre volvemos a la aulas, así que luego pasé un año en Kingston University en Inglaterra, y también en Argentina”. 


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