Las editoriales independientes en Venezuela responden ante la crisis del país con apuestas cada vez más arriesgadas, sólidas y meritorias. Presentamos una serie de preguntas que les hicimos a los más destacados sellos nacionales de esta naturaleza, sobre el origen de su iniciativa, la labor que realizan, los autores que publican y sus próximos proyectos. Continuamos la serie con Barco de Piedra, editorial que se inició en el año 2014 y que está conformada por Virginia Riquelme, Isabella Saturno, Eddymir Briceño y Yonel Hernández.

―¿Qué motivaciones y entusiasmos determinaron la creación de su editorial? ¿Cuál es su historia? ¿Por qué el nombre?

“Queríamos hacer libros. De hecho, los hacíamos. Pero no eran nuestros. Éramos parte de un proceso ajeno. Los corregíamos. Los maquetábamos. Los diseñábamos. Cada uno por su lado. Pero no eran nuestros. Eran proyectos a los que nos sumábamos porque nos gusta hacer libros. Es nuestro trabajo. De lo que vivimos. Hasta que nos atrevimos. Nos atrevimos a hacer nuestros propios libros. Pero no se puede hacer un libro en solitario, sin un equipo. Así que unimos nuestras pequeñas trincheras. Virginia sabe producir, intenta ser ordenada, entender la cadena de lo impreso y profesionalizar su deseo de hacer libros. Isabella tuvo una revista y le gusta descubrir nuevos autores, posibilidades distintas a las voces más reconocidas. Eddymir y Yonel son una dupla que busca mostrar lo que conciben como diseño: ellos quieren hacer un libro más allá del libro. Y allí estábamos los cuatro queriendo hacer libros. Tener un sello editorial. Así que enviamos una petición de presupuesto a Javier Aizpurua, nuestro impresor predilecto, para conocer cuánto costaba hacer un libro y empezar a hacerlos. Y la respuesta nos dejó helados: había que buscar otra forma de imprimir, porque el libro que teníamos en mente era demasiado costoso de hacer. Demasiado difícil de producir por la escasez de planchas, tintas y papel. Nos sugería, en su siempre generosa respuesta, buscar otra manera de editar: no seríamos los únicos en querer imprimir libros en épocas de crisis: nos acompañaban, en la distancia y el tiempo, editores argentinos y rusos, por nombrar solo algunos. Entonces había que pensar. Darle la vuelta. No quedarse callado. ‘Porque los grillos le hacen callos al silencio’. Al menos así lo dice Andrés Eloy Blanco en su poemario Barco de piedra. De allí viene nuestro nombre. De esa imagen que se contradice pero que a la vez lo dice todo: no nos vamos a ningún lugar, aquí estamos haciendo libros, somos un barco en lo profundo. Un barco que es en verdad un ancla. Nació así lo que marcaba nuestra identidad: la crisis y nuestra posición frente a ella. Y con nuestra identidad nació también la Colección Numerada: solo 100 ejemplares de altísima calidad literaria y cuidadosamente diseñados. Planteados en su imagen según sus contenidos. Sí, son libros artesanales. Diseño y literatura se conjugan en la Colección Numerada. Buscamos dar al lector una experiencia distinta. Queremos que el lector haga suyo uno de nuestros títulos en una librería, galería, biblioteca, un barco o una red social. Queremos también que nuestro lector se enamore de los contenidos que publicamos. Que se enamore de nuestros autores como nosotros estamos enamorados de ellos”.

―¿Con qué criterios decide su editorial la publicación de un libro? ¿Podría darnos algunos ejemplos al respecto?

“Publicamos libros de cualquier género que no sean la primera opción para el resto de las editoriales. Libros que sus autores escribieron y no han encontrado su lugar, bien porque no resultan comerciales o bien porque parecen no tener lugar en las colecciones que ya han creado otras editoriales. Al ser nuestro criterio el hecho de que sean solo 100 ejemplares que apuesten por la calidad literaria estamos muchísimo menos restringidos a seguir una línea concreta en cuanto a nuestra producción editorial. Los tres títulos que hemos publicado hasta ahora tienen esas características. El cuarto del loco es un libro de cuentos que Carolina Lozada tenía consigo y que se separa ligeramente de sus otras publicaciones pero que tienen una fuerza enorme de su propia poética. Dibujo con niña contiene varios poemas que se leen como un solo y largo poema, muy íntimo, y que María Negroni no había conseguido publicar por considerarlo un libro ‘raro’. La Antología poética fue preparada por Manuel Vilas especialmente para la edición de Barco de Piedra, de modo que aunque son poemas que están en sus poemarios, la lectura que de su obra hizo el mismo autor es una nueva forma de plantear su obra”.

―¿Hay libros más apropiados que otros para los buenos oficios de una editorial alternativa?

“No consideramos que haya libros apropiados o inapropiados para una editorial. Al igual que preferimos pensar en editoriales independientes antes que en editoriales alternativas. En todo caso hay libros que entran o no en la línea editorial y cada editorial sopesará sus oficios según los criterios que le sean afines”.

―Para un autor, ¿qué diferencia hay entre ser publicado por una editorial independiente o por una editorial comercial?

“Una pequeña editorial independiente no siempre puede adelantar royalties al autor por adelantado. Al igual que puede tener una distribución mucho más limitada que una mediana o gran editorial. Pero sin duda la relación con el autor, el tratamiento que se le da al manuscrito, a la producción editorial, puede ser mucho más personal, honesta y cercana entre el autor y la editorial; y muchos autores quieren tener esa experiencia al menos una vez con uno de sus libros”.

―¿En qué consiste la contribución que las pequeñas editoriales independientes hacen a los lectores?

“Los lectores para nosotros son personas que creen en nuestro proyecto, no son exclusivamente consumidores”.

―¿Qué clase de apoyo deberían recibir las editoriales alternativas? ¿De acuerdo a su experiencia, diría que son respaldadas por otras instituciones, que suelen recibir financiamiento o apoyo promocional externo?

“No consideramos que deba existir obligatoriedad en el apoyo a las editoriales independientes, pues finalmente son iniciativas privadas. Venezuela tiene un largo historial de apoyos estatales y de la empresa privada a proyectos editoriales independientes. Unos han funcionado muy bien y otros murieron en el camino cuando el Estado comenzó a exigir contenidos ideologizados para otorgar subsidios. Sin embargo, Barco de Piedra no ha optado por ninguna de esas opciones por los momentos, aunque no lo descartamos en absoluto, mientras no determinen nuestra línea editorial. En nuestro caso, hemos recibido colaboraciones personales, privadas. Javier Aizpurua, quien para nosotros es una referencia importantísima por su trayectoria en el mundo de la edición, colabora constantemente con nosotros porque cree en el proyecto; lo que para nosotros es un honor. También recibimos, antes de comenzar, la colaboración de Amílcar Lusinchi, escritor barquisimetano, quien también se entusiasmó mucho con la idea. Ambos, Javier y Amílcar, son parte fundamental de nuestro inicio”.

―¿Qué es lo más difícil de gestionar para una editorial como la suya?

“Sin duda alguna, los costos. Los temas que afectan a todos los sectores del país no dejan de hacer mella (y quizás mucha más) en la producción de libros; la escasez, la inflación y la falta de divisas para que se importen los insumos necesarios hacen que la estructura de costos de una editorial tenga que cambiar prácticamente a diario. Por lo tanto, hacer proyecciones o ejecutar planes para alcanzar un presupuesto de imprenta o de insumos es prácticamente imposible”.

―¿Cuál es la mayor dificultad con que se han enfrentado en el último año?

“Por lo expuesto en la pregunta anterior, lo más difícil ha sido mantenernos a flote a pesar de la situación del país. Hacer cara a los costos de producción e, incluso, a las preocupaciones individuales que eso genera. Cuando el afuera es tan hostil con lo que haces no siempre es fácil hacer de tu proyecto un oasis para combatirlo”.

―¿Qué explica, en su opinión, el surgimiento de pequeñas editoriales independientes a lo largo de los últimos años?

“Es un momento interesante, prolífico. Cada una de las editoriales que están haciendo vida en este momento en Venezuela, desde sus distintas perspectivas, intereses y metas, hacen lo mejor que pueden por mantener al día las publicaciones que desean poner en las manos de los lectores. Además, ellos, los lectores, también hacen mucho por la edición independiente: son fieles, hacen esfuerzos por comprar los libros, asisten a los eventos de las editoriales, comparten las publicaciones de las RRSS, etc. Creemos que las personas que están alrededor del mundo del libro, desde cualquiera que sea su posición en la cadena de producción del libro, estamos muy involucradas en el tema y sobre todo en entender el momento tan particular que estamos atravesando”.

―¿Cómo influye el contexto nacional en su labor editorial: imprenta, distribución, promoción, ventas?

“El contexto nacional influye en la labor editorial porque somos un negocio como cualquier otro, que sufre de las mismas carencias que cualquiera que insista en generar una actividad comercial en Venezuela. Sin embargo, a pesar de muchas contradicciones y de lo difícil que resulta editar en Venezuela, es un buen momento para pensar al país desde los libros. Pero el futuro del libro es tan incierto como el del país mismo. Las iniciativas, los proyectos, las editoriales van a atender al devenir que le imponga el afuera y, como ha sucedido desde siempre, habrá quienes resistan, surgirán nuevas propuestas, otras desaparecerán, pero no es más que la historia constante del mundo de la edición”.

―¿Dirían ustedes que el ser una editorial alternativa ha funcionado como ventaja o como desventaja dentro del mercado editorial actual en el que se desempeñan? ¿Por qué razones?

“No podríamos hablar de ventajas o desventajas, pero sí de satisfacciones: la complicidad de nuestros autores, la emoción con la que han recibido sus respectivas ediciones, el apoyo de los lectores y los libreros. La labor de nuestra editorial está siempre muy cerca de todos los actores de la cadena de producción del libro y eso nos permite recibir todo de forma muy cercana, y además aprender de los errores que se cometen en el camino”.

―¿Cómo es la proyección de una editorial como la suya fuera del país?

“Desde Venezuela no resulta sencillo distribuir nuestros libros en el extranjero. O al menos no es una opción que hayamos podido llevar a cabo como queremos, aunque sepamos las oportunidades que existen. Sin embargo, tuvimos la oportunidad de participar en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo, ARCO 2016, en Madrid, gracias a las labores de Carmen Araujo; nuestra Colección Numerada obtuvo mención honorífica en el II Premio Latinoamericano al Diseño Editorial de la Filba 2016, en Buenos Aires; y nuestros libros estuvieron expuestos en la Feria del Libro de Hidalgo, en México, gracias a la generosidad de Zakarías Zafra. Así que estamos satisfechos en ese sentido, pensando que podemos explorar oportunidades similares, donde habrá gente en otros países enterándose de lo que hacemos”.

―¿Pueden comentarnos algún título o autor particular de la literatura venezolana que deseen o vayan a editar próximamente? ¿Por qué ese título o autor en especial?

“Barco de Piedra está ahora mismo en una pausa. Dos de nosotros se han instalado fuera de Venezuela y eso hace que tengamos que pensar cómo va a funcionar la editorial de ahora en adelante. Queremos plantearnos una nueva forma de mantenerla con vida. De ahí que, aunque teníamos adelantados tres títulos nuevos, los hayamos puesto a la espera de ese nuevo camino. Pero sí podemos decir que dos de esos autores son venezolanos, y poetas”.

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Para más información sobre Barco de Piedra:

Instagram: @barcodepiedra

Twitter: @barcodepiedra

Facebook: Barco de Piedra


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