El óxido cubre las puertas mientras que las aspas de un ventilador suenan al fondo y, aunque el reloj indica que es mediodía, no se escuchan voces ni risas, mucho menos las instrucciones de los profesores. Así transcurre un día de semana en una escuela de Machiques, estado Zulia, donde los únicos protagonistas son las aulas vacías.

Se trata de la Unidad Educativa Auxiliadora Chacín, ubicada en Villa del Carmen, un sector de calles de tierra y casas con techos de zinc, donde sus estudiantes han dejado de preparar todos los días sus morrales, entre tantas cosas, por la incesante falta de electricidad.

“Las escuelas están abandonadas y en completo deterioro”, dice sin reservas Cheyen Álvarez, coordinador de educación del Instituto Radiofónico de Fe y Alegría (IRFA) en Machiques, quien sostiene que es “inhumano” mantener a los niños en un aula donde a veces no tienen iluminación ni ventilación.

Las constantes fallas en el servicio eléctrico no son el único responsable de que muchos jóvenes dejen de ir a clases. Ante la inexorable crisis económica, algunos padres se han ido con sus hijos a Colombia para escapar de las penurias.

Otros, en cambio, han tenido que cambiar lápices y cuadernos por productos que puedan vender en las soleadas calles, con el único objetivo de traer algo para comer.

Las constantes fallas en el suministro eléctrico también han ocasionado que los estudiantes dejen de recibir clases de forma regular (Foto: Iván Montoya)

“Hay muchachos que dejan de asistir porque no reciben comida en las escuelas”, expresó Álvarez luego de contar que, desde el mes de enero del presente año, las instituciones dejaron de recibir alimentos por parte del Programa de Alimentación Escolar, que cubría el desayuno y almuerzo de los estudiantes.

Pese a que la coordinadora de la Corporación Nacional de Alimentación Escolar les aseguró una semana antes de las “elecciones” que iban a realizar despacho de alimentos, el anuncio “se quedó en una promesa” y el alumnado sigue enfrentando las consecuencias.

“La semana pasada nos enviaron un comunicado para decirnos que no habrá más despacho de alimentos porque se suspendió hasta nuevo aviso el programa y quedamos en las mismas”, agregó.

“En todo Machiques de Perijá se inscribieron para el período escolar 2017-2018, un total de 24.467 alumnos, en instituciones públicas y privadas, y para el primer trimestre del año 2018 solo asistieron 10.654 alumnos,” explicó Álvarez, quien además precisó que de esta cifra únicamente 5.540 alumnos se retiraron formalmente.

A partir de esos números, el IRFA de Machiques pudo obtener que para el primer trimestre de 2018 el índice de deserción escolar fue de 33%. No obstante, ante los incesantes estragos de la crisis, esa cifra se duplicó a finales de mayo y reveló que 68% de los niños que se inscribieron para este período han abandonado las aulas.

“El índice es mucho mayor, yo creo que pudiese superar el 80%”, alertó Álvarez, detallando que en ese mes también acudieron al liceo Machiques 2, uno de los más grandes de la zona, donde constataron que de los 45 menores que estaban en una lista, únicamente se encontraban 6.

“Esto está terrible. Llegamos al colapso”, concluyó con tono pausado.

El sonido del aspa del ventilador sigue retumbando y dos niñas que jugaban en una casa vecina se acercan a la parte trasera de la escuela. No visten con uniforme y sobre sus rostros se dibuja la inocencia, la misma de aquellos niños en Machiques que algún día soñaron con ser médicos, bomberos o abogados, pero que ahora deambulan por los pasajes del abandono.


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