La oposición no cosechó éxitos en el año que termina, pero los puede lograr en el futuro. Los fracasos de hoy no pueden significar una sentencia lapidaria. Lo que no se superó en un tiempo caracterizado por un cúmulo de desaciertos, puede traducirse en ejecutorias positivas mañana. Solo se ha escrito con letra casi ilegible un capítulo de la historia, pero no la historia toda.

No hay dudas de que la experiencia aporta orientaciones concretas y maneras de probar caminos inéditos. Si así ha sido en todas las latitudes a través de los siglos, ¿por qué la oposición venezolana ha de convertirse en una excepción? Si se han derrumbado fortalezas que parecían inexpugnables, ¿no ha de caer la que mantiene secuestrada a la sociedad?

Pero, aparte de esas generalidades, se cuenta con preparativos que pueden augurar senderos auspiciosos. El Frente Amplio ha hecho un arduo trabajo de preparación en el cual podemos y debemos confiar. Veamos algunos de sus pasos, quizá realizados en silencio, sin alboroto, pero muy dignos de atención.

Conviene destacar la actividad efectuada en los diferentes estados del país. Se han llevado a cabo incontables reuniones de trabajo, gracias a las cuales se sembró una semilla organizacional que no depende de los dictados de la capital sino de vínculos con factores de opinión y con influencias de peso extendidas por todos los rincones.

De tales reuniones puede salir un liderazgo vigoroso y fresco, al cual no se pueden achacar fracasos y chascos anteriores ni la reiteración de planteamientos estériles. Ya se está formando una flamante dirigencia, sin que signifique un divorcio del liderazgo que ha actuado hasta ahora, sino como un factor que le puede dar el oxígeno desperdiciado o perdido.

El Frente Amplio, después de sus faenas de encuentro y análisis, ha presentado ideas plausibles para orientar la acción en breve, y planes de gobierno alejados de la improvisación. De ellos se pueden esperar, en consecuencia, desenlaces relativamente cercanos para la crisis que Venezuela padece. Hay que tomarse el trabajo de leer sus prometedores papeles para que la confianza en las ejecutorias de la política se restablezca.

Cuando despedimos el año 2018 dominados por el desánimo, debemos pensar en la alternativa de tiempos mejores. El pasado no nos puede aplastar. El pasado debe marchar hacia el cementerio. Los fracasos no pueden tener vocación de permanencia entre nosotros. La oposición debe y puede ser otra, asertiva y corajuda, como se desprende de los esfuerzos del Frente Amplio, si no dejamos solos a quienes lo han creado y multiplicado.


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